Igor's Kitchen.

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IGOR

Estoy colocando el pirog en el horno justo cuando el sonido de cristales encofrados estalla en algún lugar detrás de mí. La sartén se me resbala de las manos y cae al suelo. El golpe metálico, sin embargo, queda ahogado por el griterío femenino.

—¡Me quiere más! —grita Olga mientras se oye el estruendo de algo rompiéndose.

—Yo estuve con él primero —la voz aguda de Valentina estalla por encima del caos.

Aprieto los dientes y me doy la vuelta para ver a las criadas, de pie en medio de la cocina, discutiendo sobre Kostya, estoy seguro. Me sorprende cómo se las arregla para tratar no sólo con una, sino con las dos mujeres a la vez.

—¡Suficiente! —rujo y golpeo la encimera con la palma de la mano,pero me ignoran.

Mientras las miro boquiabierto, Olga se lanza contra Valentina con las manos en alto como si pensara arañarle la cara a la otra mujer. En respuesta, Valentina balancea el trapo que llevaba en la mano y golpea a Olga en la cabeza con él.

¡Maldición!

Me pregunto si debo intervenir o dejar que lo hagan cuando, por el rabillo del ojo, veo abrirse la puerta de la cocina y entra la mujer del Pakhan. Echa un vistazo a las criadas, que siguen peleándose y gritando,y luego se arrastra por la pared hacia la nevera, al otro lado de la estancia.

No. Hoy no. Pasé dos horas haciendo esa salsa.

—¡Nina Petrova! —grito.

Se detiene en seco. Mueve la cabeza en mi dirección y abre mucho los ojos cuando me ve mirándola desde el otro lado de la cocina.

—¡No te atrevas! —ladro.

Nina parpadea inocentemente, echa un vistazo rápido a la nevera y vuelve a mirarme. Se oye un grito agudo detrás de mí.

Por la magnitud de la sobrecarga auditiva, es Olga. Grita como una maldita banshee. No me giro para ver si tengo razón porque estoy concentrado en la pesadilla de mi existencia.

Desde que se quedó embarazada, la mujer de mi jefe desarrolló una fijación inexplicable con las salsas para pasta. Lleva semanas robándome cada vez que preparo una. Me sonríe y corre hacia el electrodoméstico.

—¡NO! —rujo y corro en la misma dirección, esperando poder salvar mi plato esta vez.

Estoy más cerca. Pero ella es mucho más rápida y llega a su destino mucho antes que yo. Cuando llego al centro de la cocina, ya tiene la vasija en las manos.

—Gracias,Igor. —Se ríe y salta hacia la puerta.

Doy un pisotón en el suelo y me dirijo a la despensa para ver si quedan más tomates cuando oigo que la puerta se abre de golpe. Kostya entra llevándose la mano al brazo. La sangre se escurre entre sus dedos.

—¿Dónde está Varya? —pregunta y se acerca al lavabo—. Necesito que me cosa.

—¡Estás dejando gotitas de sangre por todo el suelo! ¡Fuera de mi jodida cocina! —grito, superando los monumentales niveles de griterío procedentes del otro lado de la habitación, donde Olga está tirando del pelo de Valentina.

Kostya me ignora por completo y empieza a desabrocharse la camisa. Cojo el cuenco de plástico de la encimera y se lo lanzo a la cabeza,pero el gilipollas se agacha y golpea la pared, por encima del fregadero.

—¡FUERA! —grito y me dirijo hacia él, con la intención de echarlo yo mismo, pero unos gritos femeninos me hacen detenerme en seco.

Valentina y Olga corren por la cocina, se lanzan sobre Kostya y lo arrullan. Mientras Valentina lo ayuda con la camisa, Olga inspecciona la minúscula herida de su brazo. Por la expresión de horror de sus ojos,uno esperaría que se le salieran las entrañas por el maldito rasguño.

La puerta vuelve a abrirse de golpe. Levanto la vista y veo a Varya caminando hacia mí con las manos en la cadera.

—¿Qué mierda es todo esto? —suelta, señalando con la cabeza el cristal roto en medio de la cocina—. ¡Me voy diez minutos y te las arreglas para hacer un desastre!

—¡No he sido yo! Ellas... —Me detengo en seco y olfateo el aire. Huele a quemado. Lentamente, me doy la vuelta y miro hacia el fogón donde dejé el borscht a cocer. La espuma roja se desborda de la olla y cubre toda la superficie del fogón. La masa de espuma está goteando en el suelo, justo al lado de la cacerola con el pirog que se me cayó antes.

—¡Maldita sea! —Cojo un trapo y me dirijo hacia la cocina justo cuando algo pequeño y negro se precipita por el suelo.

—¿Quién demonios ha dejado entrar al perro? —grito.

El chihuahua atrapa la pelota que ha estado persiguiendo, luego se da la vuelta y camina hasta situarse entre mis pies.

Frunzo el ceño ante el diablillo y me vuelvo hacia Varya.

—¡Saca a este perro de mi cocina!

—Sácalo tú mismo —me responde—. Tengo que limpiar esta pocilga que has montado.

—¿Y yo qué? —grita Kostya de pie junto al fregadero. Valentina está acurrucada en su lado derecho, acariciando su pecho desnudo, mientras Olga le peina el pelo con los dedos. Jesucristo.

Varya me da un codazo en el costado y se dirige a Kostya.

—¿Qué demonios te ha pasado, hijo mío?

—Desafié a Sergei a crear un contorno lanzando sus cuchillos a mi alrededor. —El idiota sonríe.

—¿Falló? —pregunto sorprendido. Sergei nunca falla.

—Estornudé. —Kostya se encoge de hombros.Idiota. Pongo los ojos en blanco y me agacho a recoger al perro, solo para encontrarme con que se ha meado en mi zapato.

Síp, un día cualquiera en la cocina.

Pirog: pastel.

Neva Altaj Bonus Scenes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora