With An Iron Fist.(Drago y Salvatore)

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DRAGO

-¿Eso es normal?

Sigo la mirada de Salvatore Ajello hacia el patio trasero donde nuestras esposas están jugando a buscar con mis perros, lanzando la pelota y haciendo que la persigan. Sienna lleva un vestido de rayas. La combinación de colores rosa y naranja es tan antinatural que, si la miras fijamente durante más de diez segundos, te escogerán los malditos ojos.

Sus tacones rosas son del mismo tono que esa monstruosidad a rayas, con grandes flores de raso alrededor de sus tobillos. Stilletos en el césped... No me sorprendería que tropezara con esas malditas cosas.

-Así es con los perros, Ajello -digo sin quitar los ojos de encima a mi esposa-. Les lanzas una pelota. Lo atrapan.

-Me refería a los arcos. -Asiente hacia Zeus, que lleva un amplio lazo rosa satinado alrededor de su cuello. El color combina perfectamente con los zapatos de Sienna. Mis otros dos perros tienen accesorios similares,solo que sus lazos son naranjas.

-Bueno, ahora es normal. -Me encojo de hombros y tomo un sorbo de mi cerveza.

Milene Ajello se agacha para recoger la pelota del suelo y uno de los perros da un paso hacia ella. El catedrático italiano se levanta de un salto de su silla, preparado para correr desde la cubierta trasera a rescatarla.Mientras tanto, Perun simplemente lame la mejilla de su esposa y huye.

Pongo los ojos en blanco. -Relájate, Ajello.

Vuelve a sentarse, pero su mirada permanece fija en Milene. -Parecen bastante amigables para ser rottweilers.

-Sí. Extremadamente. -Resoplé. Si intenta acercarse a mi esposa, descubrirá lo amigables que son en realidad. Beli estaría recogiendo pedazos de él junto con las hojas durante una semana.

-¿Y no les importa que les ponga esa porquería de satén?

-¿Parezco alguien que ataría moños alrededor de mis perros? -Yo suspiro-. A Sienna le gustan.

-Bueno, al menos ella no les obliga a usar esa tonta ropa de perro.

Finjo ignorar su comentario y me concentro en mi bebida. Ajello inclina la cabeza y me mira fijamente. -¿Ella lo hace?

-Sólo los impermeables -me quejo-. Compró varios para cada uno de ellos para poder combinar el color con sus propias chaquetas.

-Me sorprendes, Popov. Nunca pensé que te vería tan suave con una mujer. Los hombres en nuestras posiciones no pueden permitirse el lujo de seguir ese camino. -Coge el vaso de agua mineral de la mesa del patio y niega con la cabeza-. No puedo creer que permitiste que tu esposa te tuviera tan envuelto en su dedo meñique.

-Sí, es desafortunado. -Sonrío-. Al menos todavía eres resistente, por lo que puedo ver. Sigues siendo el mismo bastardo insensible al que no le importa nadie.

-Absolutamente. -El asiente.

-Bien por usted. -Me recuesto en mi silla-. Un hombre que se ablanda con su mujer es una vergüenza. No creerás lo que uno de mis muchachos presenció la semana pasada.

El catedrático me lanza una mirada rápida y luego vuelve a observar a su esposa.

-Estaba tratando de encontrar a uno de nuestros informantes en el centro y terminó en un callejón detrás de una cafetería cerrada -continúo-. Había una enorme pila de sillas viejas, sucias y mesas rotas, tiradas una sobre otra. ¿Puedes creer lo desconsideradas que son algunas personas? -Pregunto sin esperar respuesta.

Ajello se pone rígido a mi lado, pero hago como que no me doy cuenta y sigo hablando.

-Un tipo con un traje caro estaba en medio de ese desastre, todo cubierto de polvo y hurgando entre la pila. A unos pasos de distancia, una mujer rubia sostenía en brazos un gatito flaco. -Me llevo la botella de cerveza a la boca y le doy un largo trago, mirándolo ahora-. ¿Qué estabas haciendo en ese callejón, Ajello, rebuscando en la basura de alguien?

-Buscando al otro gatito -murmura entre dientes-. Milene no quería dejarlo ahí.

-Oh. No sabía que te gustaban los gatos.

El italiano se gira para mirarme y me suspira con su dura mirada. Apenas puedo contenerme para no estallar en una carcajada.

-Odio a los gatos -espeta.

Levanto una ceja. -No lo dices. ¿Y qué pasó con los gatitos?

Murmura algo que no escucho.

-Lo siento, no entendí eso.

-Dije, nos llevamos a las malditas bestias a casa. -Suspira y luego sigue murmurando, pero solo recojo fragmentos-...pelo de gato... cortinas...rompió otro jarrón...

Todavía está hablando cuando Milene se nos acerca con una gran sonrisa en el rostro.

-¡No tenía idea de que los perros fueran tan divertidos, Tore! -Ella ríe-. ¿Viste cómo atrapaban la pelota cada vez? Qué opinas...

-No.

-Pero ¿qué tal...

-Dije que no, Milene.

-Pero podríamos conseguir uno pequeño. -Su esposa lo insta, mirándolo con ojos de cachorro-. Será casi como tener otro gato. Ni siquiera lo notarías.

-No.

-Podemos llamarlo Snake. -Ella sonríe.

El vaso en la mano de Ajello parece que se va a romper por la fuerza con la que lo aprieta.

-¿Por favor, Tore?

El pobre suspira y se aprieta el puente de la nariz con los dedos. -Bien, maldita sea.

Milene grita de alegría, le da un beso rápido y corre hacia atrás para ayudar a Sienna con el arco que se deslizó del cuello de Zeus.

-Me alegra ver que al menos uno de nosotros sigue gobernando a su familia con mano de hierro -digo con voz burlona.

-Cállate, Drago -espeta Ajello y tomando su teléfono, comienza a buscar en Google: razas de perros más pequeñas.

Neva Altaj Bonus Scenes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora