Capítulo 6

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Poché.

Luego de una largo día de trabajo, llegué al club de Liz al tener un cliente en puerta, pero tenía tiempo y las bailarinas pidieron mi ayuda para maquillarlas. Lo hice con todo gusto, no era la primera vez y ella eran muy chistosas, joviales, risueñas y coquetas la mayoría del tiempo.

Era una forma de obtener una buena dosis de risa al estar con ellas.

Tomé la barbilla de la chica enfrente de mi para terminar su maquillaje con un labial morado, combinando con su vestuario.

— Ya quedó. — dije con una sonrisa.

— ¿En serio? ¿Cómo me veo?— indagó.

— ¡Más puta que ayer!

Todas las chicas presentes rieron, mientras la que tenía enfrente solo soltó un ronroneo coqueto.

— Te ves muy bien, Teff. — le dije llevando un mechón de cabello detrás de su oreja.

Le pasé el espejo y ella acomodó las hebras de su cabello viéndose en el espejo, sonrió contenta.

— ¡Eres increíble! ¡Gracias!— exclamó contenta.

Solté una risita dejando el espejo de lado sintiendo su agarre en mi cintura.

— No hay de que.

— Teff, me pondré celosa si sigues agarrando a Majo así. — decía otra chica paseando en bata.

La rubia le sacó la lengua a su compañera metiéndome en medio de sus piernas, reí tratando de huir.

— Oye, soy frágil. — bromeé.

— ¿Cuándo saldremos a comer?— sugirió.

— Podemos hacerlo un domingo, todas las chicas juntas. — respondí.

— ¡Yo me apunto!— gritó una de ellas, reí.

— Así será. — afirmé saliendo del abrazo. — Ahora debo irme, nuestra jefa debe estar cómo loca.

— Suerte con eso, ha tenido un humor extraño.

— Sí, hoy ni siquiera vio mis pechos, están tristes. — comentó Teff. — ¿Los harías tú, Majo?

— No hoy, Teff.

Ella soltó un resoplido poniéndose de pie para quitar su bata y quedar en un conjunto morado.

— Nos vemos luego. — dijo guiñándome un ojo.

— Rompete una pierna.

La escuché reír antes de salir de los camerinos, el bullicio de afuera colándose un momento con el que había dentro de la habitación.

Observé la hora dándome cuenta que pronto tendría que arreglarme para recibir al cliente, suspiré encaminando mis pasos hasta la oficina de mi jefa.

Al llegar di pequeños toques en la puerta, pasaron unos segundos y no tuve respuesta alguna, fruncí el ceño abriendo esta despacio, pude ver a Liz con la frente pegada a su escritorio, me adentré a la oficina cerrando la puerta a mis espaldas.

— ¿Liz? ¿Qué haces?— mencioné acercándome a ella.

— ¿Hum?

— ¿De nuevo tu marido no tuvo una erección?— mencioné confundida.

Ella se erguió tirando su espalda en su silla, me observó y pude darme cuenta de que había llorado.

— ¿Estás bien?— inquirí al ver sus ojos rojos.

Indeleble || TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora