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WARREN: Comencé a pensar que mis pensamientos eran solo eso, ideas que veían desde dentro de mi mente para arruinar todo lo bueno que tenía con Amy, y todo lo que nos esperaba. Habíamos comenzado a pasar los ratos libres planeando y arreglando cosas para el día del parto. Me viene a la mente una noche que estábamos revisando un listado gigantesco con nombres que Eddie nos había conseguido. Estábamos sentados en la cama de un hotel en Illinois con una caja de donas delante de nosotros porque Amy había tenido un antojo. Ella estaba tranquila mientras Chispitas dormía sobre sus piernas.
—Gloria —leí en voz alta.
Ella negó con la cabeza al instante y se acercó más a mí para poder revisar la lista conmigo.
—Mi maestra del preescolar se llamaba así y era malvada porque me dejaba sin recreo —explicó comiéndose una dona—. No quiero que el nombre de nuestra hija traiga malos recuerdos. Tiene que ser algo...especial.
Me dio ternura la forma en la que frunció el ceño al recordar su niñez y fue como si todas mis raras sensaciones se desaparecieran porque esa era mi Amy, la que sonreía seguido y no parecía ir en contra de los sentimientos ni sensaciones que le provocaban las cosas.
—Tendremos que seguir buscando entonces.
Y así fue durante varias horas, hasta que de pronto solo pasó.