Capítulo 4: Mite

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Siempre habíamos hecho este tipo de pijamadas, pero no sé por qué esa me parecía diferente. Como si algo dentro de los dos hubiese cambiado. A ver, realmente ya éramos bastante mayores para hacer pijamadas, y la última fue hacía ya más de 1 año. Y demasiadas cosas pasaron ese año.

Vimos 3 videos de Caso Cerrado, y ella se quedó semidormida aproximadamente por la mitad del último. Aproveché para salir a la terraza a fumar.

Saqué mi paquete de cigarros del primer cajón de mi mesita de noche y salí a la terraza. Me encendí un cigarro y la primera calada fue absolutamente relajante. Inhalé el cigarrillo realmente rápido por la necesidad de sentir el humo pasar por mi garganta. Al exhalar el humo me sentí muy relajado, lo hice de forma tranquila y sin prisas, observando mi alrededor, disfrutando del momento.

Yo sabía que estaba mal, pero llevaba unos días bastante estresado y lo necesitaba. Y realmente nunca fue una cosa recurrente. Mi primer cigarrillo fue a los 12, y a partir de allí a los 15 o 16 aproximadamente me compré mi primera caja entera, me duró un mes.

Últimamente, lo necesitaba más, así que simplemente fumaba. No era una adicción ni nada por el estilo. Yo sabía perfectamente lo que era una adicción. Solo intentaba alejarme del mundo, olvidar toda la mierda de mi alrededor.

Y realmente no podía recaer, no en ese momento. Llevaba 2 meses sobrio ya. Quería aguantar un poco más. Era duro, muy duro. La tentación, la necesidad constante de hacerlo a veces me mataba.

No sé cómo acabé de esa forma. Yo era un niño un poco asocial, con 2 amigos, mi padre nunca estaba en casa por culpa del trabajo, y mi madre se la pasaba en el bar. No era alcohólica, ella iba a otro tipo de bares a venderse, ya que mi padre no estaba presente.

Realmente nunca hice algo muy malo, tenía a Alice. Pero dado mi estado de salud mental, desde hace dos años todo era bastante horrible. De pequeño a veces tenía ataques de ira y me peleaba con mis compañeros, pero yo solo estaba confundido y asustado, y no niego que lo siga estando.

Mi padre, después de enterarse de mi diagnóstico vino un poco más seguido, 1 vez cada mes o cada dos meses. Pero en ese momento yo llevaba unos 4 meses sin verlo.

Y mi madre... Seguía yendo a los bares, pero no tan seguido. En ese momento solo iba los viernes, y realmente salía decente de casa. No quería que por la calle la reconociesen, así que llevaba peluca y se maquillaba muchísimo.

Mi familia era bastante adinerada, nunca nos había faltado dinero. Pero estábamos en un barrio con casas que realmente en proporción a la nuestra eran la mitad de pequeñas.

-Mite...-Escuché por detrás. Era la voz de Alice. Mierda.- ¿Estás fumando?-Me preguntó.

Me giré para mirarla a la cara. Ella me miró, miró el cigarro en mi mano y luego me volvió a mirar, estaba seria.

-Alice...-Suspiré intentando que ella mantuviera la calma.

-¿Me das?

-¿Qué?- Respondí atónito ante su reacción.- ¿Fumas?

-Solo a veces, pero no sé. Me he despertado y te he visto aquí triste y he pensado que te iría bien un poco de compañía.- Me dijo sonriendo.

-Claro... Toma.-Le ofrecí un cigarro y un mechero. Ella se puso el cigarro en la boca y lo encendió.

Esto estaba siendo raro de cojones, qué momento más incómodo.

-Oye.- Me dijo para llamar mi atención.

-Dime.- La miré.

-¿Te apetece ir al Scurtx?- Dijo exhalando el humo del cigarro.

El Scurtx era un bar bastante famoso entre los jóvenes del pueblo, ya que a partir de las 10 de la noche todo eran drogas, música y luces.

-No sé...- Dije recordando lo que pasó la última vez. Realmente fue horrible, no creo que ella quiera recordarlo. Le di la última calada al cigarro y lo apagué.

-Vamos.- Me insistió.- Además, el gilipollas de mi ex ya no está en el pueblo. No va a pasarnos nada.

Yo seguía sin estar convencido, pero realmente parecía con ganas de ir. Y yo no quería sacarle eso, yo sabía qué estaba pasando por un mal momento, pero también sabia que gran parte de eso era debido al bar.

-Ya hace 4 meses, nadie se acuerda de eso.- Me insistió aún más. Claro que la gente se acordaba, aún murmuraban por los pasillos, solo que ella había aprendido a ignorarlo y simplemente seguir adelante. Me fascinaba la forma en la cual menospreciaba como se sentía solo por querer diversión.

-Vale.- Accedí al final.- Pero que conste que cómo vea algo que no me guste, nos vamos fuera de una.

Me sonrió emocionada, se acabó rápido el cigarrillo y me dio un abrazo inesperado. Se sintió bien, realmente en ese momento necesitaba ese abrazo. Al apartarse me preguntó una cosa que no había tenido en cuenta.

-¿Qué ropa nos ponemos?- Eso me tomó por sorpresa. Coño, no podíamos ir uno en pijama y la otra en bragas y una camiseta XXL.

-Yo tengo ropa, pero tú...- Miré la hora en el reloj de pulsera que llevaba.- Vale, son las 12 de la noche. ¿Crees que puedes ir a tu casa a buscar ropa?

-Ni de coña, ¿quieres que mi madre me mate? No, no.

-¿Quieres ropa de mi madre?- Le pregunté con vergüenza por tener que rebajarla a ese nivel.

-De una.- Me dijo emocionada. Realmente no me esperaba esa reacción.

Fuimos a la habitación de mi madre y después de buscar ropa decente, lo que quería decir, no señora mayor y no puta, nos decidimos por una falda negra, medias de rejilla y un top rojo.

Realmente le quedaba genial, parecía la puta afrodita con el pelo naranja suelto, las pecas y los ojos verdes.

-¿Te gusta?- Me preguntó cuestionando el outfit.

-Te queda de la hostia.- Dije sin poder dejar de mirarla.- Busquemos algo en conjunto para mí.

-Vale.- Me sonrió.

Yo iba bastante más tapado que ella; pantalones negros anchos, croptop negro con una estrella roja en el medio y una chaquetilla rara negra.

-Perfectos.-Dijo mirándonos al espejo para después robarle un pintalabios rojo sangre a mi madre y ponérselo.

Arreglé lo poco que tenía que arreglar y salimos de casa con cuidado de no causar mucho estruendo por los vecinos. A los 15 minutos estábamos entrando en el bar.

Tu culpaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora