Capítulo VII

7 2 1
                                    

Era una mañana con el cielo cubierto de nubes grandes y grises, incluso hacía frío a esas alturas del verano, cuando Romero fue en busca de Carmel de forma casi secreta.

Se veían por primera vez tras la ceremonia de la corona votiva que había estrechado todavía más su amistad y alegrado al Obispo sobremanera.

Así que el señor supo dónde llevarla, adivinando que no se sentía nada bien. No se atrevió a tocarla ni empezar él la conversación, comprendía que el nudo que rodeaba el cuello de Romero apretaba hasta escocer.

Al sentarse en el claustro de la iglesia de Santa María, dentro del precioso recinto de la Seo de Egara, la campesina ya no pudo soportar más y rompió a llorar.

—Lo siento... —intentó limpiarse las lágrimas con el dorso de la mano, pero su cuerpo se negaba a rechazar el llanto.

—No te disculpes, Romero, solo dime qué ha pasado.

—Guillermina ha muerto de forma repentina. Dicen que de una infección. Y, por si no fuera poco, Carme y su familia se mudan a Girona para cuidar de su suegro enfermo.

Carmel sintió mucha pena, todavía sin atreverse a tocarla para demostrarle mejor su apoyo de único amigo.

—¿Puedo ayudarte de alguna manera? ¿Necesitas algo para sentirte mejor?

—Necesito un abrazo. —La mujer desvió sus ojos del suelo hacia los grises de él por un momento—. Por favor, hazlo.

Carmel, emocionado y triste a la vez, la enlazó por completo y dejó que ella descansara la cabeza sobre su hombro.

Todavía la amaba, pero sabía controlarse a pesar de sentir tan cerca el atrayente olor a sudor y el tacto de los pechos bajo su brazo; ambos lloraban al cabo de un rato, sus corazones no toleraban más heridas.

—¿Sigues temiendo por tus hijos? —preguntó Romero. En las letras recibidas había descubierto que el miedo a perderlos era algo que le hacía traer de vuelta su depresión.

—No me quito de la cabeza que ser el señor de una ciudad importante les pone aún más en riesgo. Me gustaría renunciar a mi poder, pero mi padre jamás lo permitiría. —El hombre enjugó sus últimas lágrimas poniendo fin al abrazo—. Busquemos soluciones, por favor. No quiero que volvamos a caer en el pozo.

—¿Qué propones? —Romero sentía curiosidad por conocer más la mente de su amigo.

—Desde la noche del incidente con el vino, no he parado de pensar en tu mancha.

—¿Esta? —preguntó Romero arremangándose y sonrojándose un poco al recordar que él la había visto en sayo de dormir—. De pequeña, mi padre me decía que tiene forma de zorro.

—Seguramente tiene que ver con un sueño recurrente que mi madre tenía con los muchachos de luz.

—Olvidaste contarme esa leyenda. —Se acarició la mancha rojiza del interior de su brazo derecho—. ¿En qué consiste ese don?

—No lo sé muy bien, solo aprendí que gente con las marcas de los zorros, estáis destinados a brillar en la heroicidad y de la misma forma caer en desgracia, antes o después de tal epopeya.

—Siento que he sufrido las dos caídas.

—Por eso quiero intentar algo. —Carmel tomó una mano entre las suyas y la observó de una forma diferente a las anteriores—. Iremos a las montañas de Sant Llorenç y el Montseny, a unas fuentes que según mi madre ayuda a los muchachos de luz a encontrar respuestas. Quizás allí encontremos la solución nuestros problemas.

—¿Es tan verdadero como el origen mágico de mi madre? Me cuesta creer que soy así.

—No estoy seguro, pero siempre he creído que si soy el único hijo al que una hechicera le habló de todo esto con naturalidad es porque me espera alguna recompensa mágica.

—Además, parece que tú también tienes las marcas de los zorros.

—¿Cuál?

—Tu pelo me recuerda siempre al del supuesto monstruo que vencí.

—No lo había pensado. —Sonrió sacando un saquito con pasas—. ¿Qué me dices? ¿Nos vamos de excursión a esas fuentes?

—Te digo sí, amigo mío. —Le devolvió una sonrisa leve y sincera—. Acepto tu propuesta.

Se abrazaron de nuevo, más tranquilos, y durante el tentempié concretaron que pasarían varios días fuera para asegurarse de que buscaban a conciencia el lugar indicado. Fuera mágico o no, les hacía ilusión un pequeño viaje juntos.

Romero (Completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora