3. 𝐋𝐀 𝐏𝐀𝐙 𝐄𝐍 𝐄𝐋 𝐂𝐀𝐎𝐒

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03

Leiko permanecía bajo la lluvia, observando con una mezcla de horror y asombro el cuerpo partido por la mitad de Yamamoto. Su propio padre fue el responsable de la muerte del capitán general, el líder venerado de la Sociedad de Almas.

La culpa la envolvía mientras pensaba en Ukitake y Kyoraku, los capitanes que, con razón, no la perdonarían por permitir semejante atrocidad.

― Esto ha ido demasiado lejos ―murmuró ella.

Su mente se debatía entre la lealtad a su sangre y la traición a los principios que defendía. Sabía que enfrentaría la ira y el juicio de aquellos a los que consideraba amigos, y la carga de esa verdad la abrumaba. Aunque la lluvia parecía querer lavar sus pecados, la tormenta interna persistía.

Leiko sabía que enfrentaría consecuencias y que la reconciliación con Ukitake y Kyoraku sería una tarea ardua. La lluvia continuaba cayendo, una metáfora de la tormenta emocional que se avecinaba en su vida.

― ¡Quiero que la Sociedad de Almas sea destruida!

Siguiendo las órdenes de Yhwach, Jugram Haschwalth y los demás sirvientes se lanzaron a la tarea de destruir por completo el lugar. Los Quincies arrasaron con el Seiretei, dejando a su paso desolación y caos.

Las almas que quedaban, pocas y atemorizadas, fueron masacradas sin piedad por los Quincies. La tierra vibraba con la fuerza destructiva de los sirvientes de Yhwach, y el aire se llenaba de gritos y el sonido de la destrucción.

Yhwach, desde un lugar elevado, observaba con satisfacción la ejecución de sus órdenes. Para él, la aniquilación total de la Sociedad de Almas no era solo un acto de conquista, sino una demostración de su poder y determinación.

Leiko, en medio del caos y la destrucción que se desataba, observaba en silencio a su padre mientras él sonreía ante el desastre que se estaba llevando a cabo.

La lluvia persistente, testigo silencioso de la destrucción, parecía reflejar la melancolía que embargaba a Leiko. La dualidad de sus emociones se reflejaba en sus ojos mientras contemplaba la escena, sintiendo la contradicción entre su deber filial y la compasión hacia aquellos que sufrían las consecuencias de la conquista.

Y cuando todo pareció llegar a su fin, una figura repentinamente emergió frente a Yhwach, dejando atónitos a aquellos que eran capaces de percibir su presión espiritual. Ichigo Kurosaki, con determinación en sus ojos, se presentó ante el líder de los Quincies, dispuesto a enfrentarse para proteger la Sociedad de Almas.

― ¡Esto debe detenerse! ¡No permitiré que destruyas más vidas y hogares! ―anunció el pelinaranja.

Yhwach, aunque sorprendido por la aparición de Ichigo, respondió con calma, evaluando al joven que se le oponía.

𝘽𝙡𝙚𝙖𝙘𝙝: La guerra sangrienta (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora