Capítulo 4.

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Decidí ir a hablar con Rafael, un compañero del equipo de fútbol en el que estuve de joven pero en el que no seguí al ver que no necesitaba de ese deporte para ser popular.

Llegamos a su casa, vivía a las afueras de la ciudad, en la costa, en una gran mansión a la orilla de la playa.

Resulta ser que Rafael se convirtió en el futbolista mejor pagado del país. No lo niego, en ese momento sentí un poco de envidia, pero me alegré mucho por él.

Tocamos el timbre y nos abrió una señora de servicio, que muy amablemente le comunicó a Rafael que habíamos ido a visitarlo.

-Después de tanto tiempo -Dijo al asomarse a la puerta mientras sostenía una copa de vino tinto-, ¿Qué quieren?

-Solo queríamos hablar un momento contigo, de ser posible. -Dije con una sonrisa.

-No creo que sea posible ahora -Replicó mientras sonreía hipócritamente luego de voltear hacia dentro de la casa-. Tengo otras visitas importantes y no puedo recibir a nadie más. Disculpen, será en otra ocasión.

Nos cerró la puerta en la cara y me dejó con las palabras en la boca. Fue muy grosero de su parte, pero supongo que me lo merecía por lo que sea que le haya hecho, cosa que no tenía muy clara, ya que Alejandro tampoco sabía detalles sobre eso.

Mi otro yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora