Capítulo 7: Final

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En ese momento, tocaron la puerta de la casa. Al abrir la puerta, me encuentro con la sorpresa de que era el mismo anciano misterioso, con barba larga y de color negro con sus gafas oscuras.

-Veo que has reflexionado -Dijo con una expresión de satisfacción en lo poco que se veía de su rostro-. Has entendido que las banalidades en las que vives no te llevarán a ningún lado y perderás muchas amistades. ¿Es eso lo que quieres para tu vida? ¿Es éste el futuro que deseas para ti?

-No, no es éste el futuro que deseo -Dije mientras se me escapaban un par de lágrimas-. No quiero perder a mis amigos, quiero que todos seamos una gran familia. Que estemos siempre unidos sin importar lo que suceda. He aprendido mi lección.

-En ese caso, creo que es hora de que vuelvas a tu época.

El anciano se quitó las gafas y me dejó ver nuevamente sus ojos grises, tan claros que rozaban el color blanco. Quedé inmerso en su mirada y reacciono de repente frente a él, mientras lo observo ponerse las gafas.

Estaba en mi época, el mismo día en que ese anciano misterioso tocó a mi puerta.

-¿Qué sucedió? -Dije muy confundido-, tuve un sueño muy extraño en el que viajaba al futuro y veía mi soledad casi extrema.

-Ya no tengo nada que hacer aquí -Dijo el anciano mientras sonreía y se daba la vuelta-, y por cierto, no fue un sueño. Todo fue real.

El anciano se fue caminando y desapareció en un instante, justo cuando lo perdí de vista un segundo.

A partir de ese momento, mi vida cambió por completo. Empecé a valorar mucho más mis amistades. No dejé que ninguno de ellos se alejara de mí y siempre mantuve el contacto a pesar de la distancia que pudiera separarnos.

Hoy estoy cumpliendo 40 años, y todos mis amigos están aquí celebrando conmigo. Cada año, en el aniversario de la visita del anciano misterioso, les cuento a mis amigos la historia. Ellos siguen sin creerme, a excepción de Alejandro. Él dice que tuvo un sueño en el que me ayudaba justo como en la historia que les cuento.

Hay veces en las que me asomo por la ventana y me parece ver al anciano frente a mi casa, como si me vigilara para que no me desvíe del camino correcto nuevamente. Y aunque no he logrado descubrir su identidad, las veces que lo he visto, lo poco que muestra de su rostro se me hace parecido a alguien que conozco.

A mí.

Mi otro yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora