⋘Dos meses y Tres días⋙
Hubo una vez un reino oculto por una barrera, dentro de esta sus habitantes cantaban y danzaban, celebrando su conexión con la naturaleza y agradeciendo cada día a los dioses.
Pero una tarde de marzo, el pueblo calló...
Toda la expectación se dirigía a la casa de una de las familias más importantes de toda Ghaba, los Magnalis.
Esto debido al embarazo de la mujer, estaba previsto que el alumbramiento fuese en abril, pero todo indicaba a que el bebé no esperaría más.
Ese día nació Faelynn, la tercera hija de la familia Magnalis otra kitsune - ser metamórfico que puede convertirse o en humano, o en zorro-, mientras en la casa todos celebraban con regocijo que la pequeña niña de ojos claros estaba sana y salva, el pueblo parecía estar consternado.
- ¿Otra niña? Si no tienen varones ¿Cómo piensan reparar la barrera en unos años?
- Son la familia más poderosa, que desperdicio de magia, las niñas no podrán con tal responsabilidad.
Y es que en las tablas sagradas estaba escrito, " Cada cien años un varón por familia de kitsunes usará su magia para reparar la barrera que nos separa, a nosotras criaturas, de los humanos".
La madre de Faelynn, por desgracia, cayó gravemente enferma después del alumbramiento de su pequeña. Pese a los esfuerzos de todos, la madre de Faelynn murió cuando esta celebraba su primera primavera...
Los años pasaron desde entonces, tanto Faelynn como sus dos hermanas, Chantrea y Aelia, crecieron sanas y fuertes. Cada hermana estaba dotada con una u otra habilidad y belleza únicas.
Chantrea y Aelia eran mellizas, como el ying y el yang, tan distintas y tan iguales a las vez.
Chantrea era , técnicamente, la mayor, su frondoso cabello color cobre cortado a la altura de sus hombros - y casi siempre recogido en una coleta de media cabeza-, hacía destacar sus profundos ojos negros como una noche sin luna.
Solía vestir ropas de varón por la comodidad que estas le proporcionaban a la hora de hacer sus tareas.
Aelia, por otra parte, lucía siempre los más delicados vestidos de colores pastel, su cabello estaba teñido de un cálido naranja, el cual lucía normalmente recogido en una coleta. De sus ojos, claros y centelleantes, se escondía su espíritu de ser libre y galopar sin preocupaciones por las colinas de Ghaba, donde no era muy extraño encontrarla.Por último estaba Faelynn, la más pequeña de todas, apodada "Fae" por sus amigos y familia, Faelynn había sido bendecida con el más grande de los dones mágicos "la chispa"...
Por desgracia ella ignoraba este hecho y se podría decir que hasta repudiaba su lado mágico.
Y es que mientras sus hermanas practicaban su magia Faelynn se escapaba para ir a su lugar favorito, "la cala de las sirenas" o "Cala Bahella".
Por alguna extraña razón Faelynn era atraída hacia el agua y sus habitantes. Oía las mil y una historias que cada sirena pudiera o tuviera que contarle, analizando cada detalle y soñando ella misma con vivir tales aventuras.
-¿Entonces vosotras llegasteis a convivir con los humanos? - preguntas como esta eran las más frecuentes por Faelynn, provocando el cansancio de las sirenas, a excepción de una, Raidne, la joven sirena de pelo carbón y rasgos afilados siempre estaba dispuesta a responder las preguntas de Faelynn, era como si su mera presencia la recomfortase.
-Yo no exactamente, pero la abuela de mi abuela sí. Es más, durante años vivió con un humano.
-¿En serio?
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Ghaba
FantasyFaelynn tragó saliva, extendió sus brazos temblorosos en dirección a la barrera y cerró los ojos, con la esperanza de que los dioses se apiadaron de ella y le concedieran un poco de su magia divina para reparar la barrera. Un cosquilleo recorrió su...