⋘Telares rotos como la marea⋙
-¿Estás segura que no quieres intentarlo? - preguntó por segunda vez Chantrea.
-Si, segura. No me encuentro bien esta mañana, será mejor que descanse y os observe. - respondió Faelynn
-De acuerdo entonces - la cobriza se encogió de hombros y caminó hacia donde Dorian y Declan entrenaban junto Aelia.
La brisa golpeó a Faelynn en el rostro como un balde de agua fría mientras veía al grupo practicar.
El campo abierto era el testigo de sus avances, el campo abierto y la joven kitsune que no hacía otra cosa que observar a sus hermanas.Observaba cada detalle, como se remangaban las únicas, cómo se recogían el pelo y fruncían el ceño centrando la mirada en los telares rotos que había instalados para ellos.
Aelia cerraba los ojos, Chantrea no, ella los dejaba completamente abiertos, como Dorian, Declan era más impredecible, no cumplía un patrón, lo que sí cumplian todos, era que al extender sus brazos un destello parecía surgir de sus palmas y salia impactado hacia el telar, preparándolo en segundos.
Observar era lo mejor que podía hacer, observar por las mañanas y leer por las tardes los libros de la biblioteca.
El libro que estaba prestado, el que hablaba sobre la barrera, le concedió mucha información, si, pero solo datos que crearon un sentimiento de vértigo, como lo ancha y larga que era en realidad, casi cinco metros de grosor de una estela mágica que actuaba como espejo para los humanos, reflejándo el bosque donde se escondían, y unos 500 kilómetros de barrera, y eso era aproximadamente.
El otro libro por otra parte era muy distinto, pues no pudo obtener de él nada más que sensaciones.
No era como leer un libro normal.
El libro elegía que te permitía leer y que no y, si le entraba gana, no te dejaría leer nada.El mismo cosquilleo que sintió la primera vez al rozarlo la invadía a diario, a veces era solo un cosquilleo, pero otras, un profundo calambre que podía hacerla hasta soltar el libro de sopetón.
El tiempo fue pasando, los días se consumieron como la mecha de una vela en una noche de lectura, y casi sin darse cuenta, el día de reparar la barrera estaba a tiro de flecha..
Agarró su caperuza marrón, cubriendo sus rizos pelirrojos y características orejas puntiagudas, y con su macuto se dirigió al pueblo.
En la calle, un ajetreo festivo estaba presente, si hacía apenas un par de meses cuando fueron a conocer a Dorian y Declan, el pueblo parecía estar vivo, ahora se encargaba de gritarlo.
Faunos cantando historias y canciones relacionadas con el solsticio de verano y como Ghaba fue fundado entre las cenizas de la guerra contra los humanos, elfos y druidas cargando escaleras para colgar las decoraciones para el gran día, mujeres y niños comprando vestidos elegantes para la celebración y artesanos que preparaban las comidas tradicionales, ya que algunas necesitaban días de fermentación.
No se distrajo demasiado en admirar el jolgorio popular, dirigió sus pasos a la biblioteca de Prómteo y, en un soplido, ya estaba allí.
● ● ●
La ultima vez que vio a su hermano el agua estaba en calma, el sol brillaba con fuerza y apenas un par de nubes adornaban el cielo.
El aroma salado del puerto y un par de gaviotas que estaban posadas en la proa del barco fueron testigo de su último abrazo. Claro que, él no sabía que esa sería la ultima que que vería a su hermano, igual que su hermano no sabia que antes de morir en altamar su esposa daria a luz a un joven, el futuro rey de Vormhal.
Por eso aborrecía los barcos, y viajar en ellos, pero en estos momentos era de suma importancia usarlo.
Si su sobrino no iria a conocer a la princesa, él traería a la princesa a su castillo.
Era por su bien, lo sabía, pero la pregunta era ¿lo sabría Asher?Era imposible meterse en la cabeza de aquel muchacho, eso sin duda, lleno de fantasia, lleno de ideas temerarias... Le faltaba realidad.
-Todo listo mi señor - informó uno de los sirvientes.
Echó un último vistazo al puerto antes de subir al barco, y en pocos minutos, se inició la travesía.
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Ghaba
FantasyFaelynn tragó saliva, extendió sus brazos temblorosos en dirección a la barrera y cerró los ojos, con la esperanza de que los dioses se apiadaron de ella y le concedieran un poco de su magia divina para reparar la barrera. Un cosquilleo recorrió su...