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⋘Entretenimiento y preparativos⋙

Adentrarse en la tiendecilla de Madame D'arte era como ingresar a un rincón acogedor y encantado. Al atravesar la puerta, una campanilla tintineante anunciaba la entrada, sumergiendo a los visitantes en un mundo de elegancia y creatividad. La cálida luz de las velas iluminaban la estancia, destacando las paredes de tonos suaves y los adornos florales que colgaban delicadamente.

Aelia conocía la tienda casi tan bien como conocía el pueblo, estaba acostumbrada a ir por sus hermanas cuando necesitaban algun ropaje o tela, pero esta vez, Aelia no iba sola. 

Faelynn y Chantrea apenas pisaban el pueblo, por eso, tuvieron que guiarse por su hermana. Siguiendo el murmullo del viento, que se mezclaba con los sonidos de las flautas de las faunos, llegaron a su destino.

Dentro, la calidez y del local las abrazó enseguida, se quitaron sus capuchas , dejando ver sus puntiagudas orejas y se acercaron al mostrador.

Faelynn aprovechó entonces para fijarse de forma más detenida en el lugar.

En el centro de la tienda, un robusto mostrador de madera maciza exhibía cuidadosamente piezas únicas y accesorios. Detrás del mostrador, un laberinto de perchas repletas de ropa de colores vibrantes y texturas sedosas se alineaban como un arco iris.

El suave murmullo de una máquina de coser resonaba en el aire, añadiendo una melodía tranquila al ambiente. Siguiendo la mirada hacia arriba, una escalera de caracol ascendía con elegancia hasta la casa de la costurera. La barandilla de hierro forjado se enroscaba artísticamente, revelando el paso constante de manos talentosas que habían creado maravillas textiles.

Cajas de sombreros, guantes y joyas meticulosamente organizados invitaban a los visitantes a explorar y descubrir tesoros ocultos entre las creaciones de Madame D'arte.

Cada rincón estaba decorado con pequeños detalles que contaban historias: maniquíes vestidos con piezas exclusivas, espejos antiguos que reflejaban la elegancia de los clientes y fotografías de clientes felices luciendo creaciones personalizadas de la talentosa costurera.

Los probadores, con cortinas de encaje y sillones tapizados, ofrecían un espacio íntimo para los clientes mientras descubrían la magia de las prendas hechas a medida.

-¿Hola? - llamó Chantrea, sacando a Faelynn de su trance.

Hubo un silencio durante un tiempo hasta que una señora, alta y delgada como un árbol secuoya apareció de entre las perchas.

-¿En qué puedo?... ¡Oh! ¡Si sois vosotras! Veníd niñas, venid. - La mujer hizo unos aspamientos, indicando que las chicas la siguieran.

Siendo guiadas por la castaña y vivaracha mujer subieron las escaleras de caracol mientras ella les hablaba - Soy Madame D'arte, aunque vosotras podeis decirme Drisella. Mi hijo, Declan, os esperaba. ¡Qué orgullosa me sentí cuando nos dijeron que él repararía la barrera! - Drisella hablaba entre risas, se notaba lo contenta y orgullosa que se sentía de poder dar tal información, y no paro de hablar hasta que las escaleras se acabaron, dejándo a las hermanas frente a una puerta.

-Mi hijo está dentro con otro chico, él también a sido seleccionado para reparar la barrera. ¿Cómo era que se llamaba? ¿Dorcas? No... ¿Dante?...¡Dorian! ¡Eso es! - Drisella sacó las llaves y abrió la puerta de la casa. - Os dejaré con ellos, luego subiré ha tomaros las medidas para haceros los vestidos ceremoniales. ¿De acuerdo?

Las chicas abrieron la boca para contestar, pero se vieron siendo empujadas dentro de la casa.

Sin duda era una señora singular.

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