Buena Intención ·. Volkacio

·Confianza·

— ¿Qué haces?

Viktor salto cual ardilla dirigiéndose a otra rama. Llevó su mano derecha a su corazón sintiendo como este rebota desenfrenado. Le habían pegado un buen susto. Miro con mala cara a la persona que apareció de la nada, luciendo tan tranquilo como si no lo hubiera pillado escondiéndose tras una repisa de la biblioteca.

— Joder, Greco. — refunfuño por lo bajo. — ¿Pretendes matarme?

El chico más bajo que él pero más fornido, lo inspecciona con los ojos entrecerrados, y fue imposible reprimir su lado chismoso, sobre todo, el lado juguetón que solo deseaba molestar a su amigo.

— Pregunté yo primero. — Se encogió de hombros mientras se colocaba frente al rubio pálido. — ¿Estás acosando a alguien, Volkov? — Sonrió con burla, frotando sus manos entre sí mentalmente, imaginando el futuro material que podría sacar de aquí. Rodríguez, como lo llamaban los profesores, era alguien muy carismático y confiable, se llevaba bien con todo el mundo. También era jugador en el equipo de béisbol, pero lo suyo era más batear que pichear, o cubrir una base.

La gente se sorprendió cuando comunicó su separación con su ex-pareja; Iris, puesto que estos parecían estar realmente felices... La sorpresa de su grupo cercano aumentó aún más cuando poco después anunció estar en otra relación, de la cual no quiso decir nombre de su actual pareja.

Muy pocos sabían de dicho vínculo.

Greco daba pocos detalles, pero una vez comentó que su pareja lo llegó a describir como un súcubo; pero que, en vez de absorber energía en el acto sexual, lo sacaba del chismorreo mensual. Todos estuvieron de acuerdo con la desconocida/desconocido.

— No acoso a nadie. — Viktor se cruzó de brazos, girando la cabeza al lado contrario donde anteriormente se encontraba mirando. — Tú me acosas a mí.

Greco le dio una mirada de indignación.

— Estás escondido tras una estantería llena de libros, en una biblioteca, donde justo detrás están las mesas donde las personas se sientan a hacer sus cosas. — Torció los ojos. — y quitando el hecho de que te pille con las manos en la masa, es más que obvio que a alguien estabas viendo. Así que pregunto de nuevo ¿A quién acosas?

Greco sonrió espeluznante, y Viktor lo miró con algo de terror.

— ¡A ti qué coño te importa! — alzó la voz con los nervios de punta.

— Baja la voz, — Demandó. — vas a ser que te descubran espiando.

— No estoy espiando a nadie. — gruño por lo bajo, encarándolo.

Greco lo miró de arriba a abajo. Hasta que sus orbes se quedaron parados en los azules casi grisáceo de su compañero. Volkov noto un brillo característico que en ocasiones significaba peligro.

— Déjame ver. — Trató correrlo a un lado para poder echar un vistazo hacia donde veía el ruso.

— ¡Que no! — Dijo entre dientes. Habían comenzado a forcejear, y Greco no se rendiría.

— ¡Horacio! — Un mero instinto de no moverse sacudió sus cuerpos con repercusión. Los lobos estuvieron atentos, agudizando el oído. Ninguno se asomó a ver qué pasaba, ambos quedaron de piedra. Aquel "grito" fue como un somnífero para sus sistemas.

— ¿Gus? — Ambos amigos escuchaban con atención. — ¿Estás bien? ¿pasa algo?

— ¡Bigotes se intentó comer a floppy! — Gracias al ruido varias personas sisearon para que se callase, o al menos, bajase la voz.

— ¡Cómo! — Pero eso no funcionó mucho.

Greco y Viktor no fueron conscientes de sus cuerpos hasta que se escuchó como aquel par ruidoso se retiraba. Ambos se miraron simultáneamente, esperando que uno de ellos hablara y respondiera sus preguntas.

— Volkov...

— Greco... — compartieron un breve silencio. — ¿Quién es bigotes y por qué se quiere comer a un tal floppy?

— Tengo entendido que bigotes es un gato del club de cocina. — Respondió distraídamente. — creo que lo encontró- ¡Espera! ¿Estabas acosando a Horacio?

—... No sé a qué te refieres. — Viktor prefirió irse, de todas maneras, sus clases estaban a punto de comenzar.

— Venga, Volkov. Soy tu amigo y me puedes contar las cosas. — Greco le siguió el paso. — Puedes confiar en mí.

El ruso paró su andar, mirando por encima del hombro al castaño, quien, quedó un poco perplejo por el cambio drástico.

— ¿Tú? ¿confiar en mí? — Rio sarcásticamente. — te recuerdo que sigo sin saber quién es tu pareja, a eso ¿le llamas confianza? — Y se marchó, dejando a Rodríguez con un mal sabor de boca. No podía refutar nada porque tenía la razón, y también tenía todo el derecho de enfadarse.

En parte lo entiende.

Volkov no pretendió sonar tan tosco, pero le salió del pecho decírselo de esa forma. No estaba enojado con Greco, más bien, se encontraba dolido. Él era su único amigo cercano, su mejor amigo incluso, a quien sabía podía contarle cualquier cosa... Al menos fue así hasta que no quiso confesar el nombre de su pareja. Tal como si no pudiera confiar en él.

No lo demostró en su momento, pero dolió. Le escoció el pecho de rabia y frustración cuando escuchó "confiar" salir de los labios de Greco. Después de todo, no pidas lo que nos puedes dar.

El alfa suspiro cuando apoyó sus codos sobre la mesa, en la espera de que sus clases empezaran. Su vista se enfocó en el paisaje que daba la ventana y prontamente se perdió en el cielo azul. Tal vez la manera que trato a Greco no fue la correcta; él como amigo debería respetar sus decisiones y apoyarlo en lo que pueda, pero no entendía tanto misterio. Quería entenderlo.

A lo mejor un día lo comprendería, cuando Greco esté listo para contarle todo.

Viktor podía lucir como un desinteresado y estirado, pero la realidad era más que esa. Volkov era un romántico total; a escondidas soñaba con conocer a su supuesta alma gemela, y vivir todo el sentimiento bonito que se supone debía sentir.

Sonrió con dulzura observando las nubes avanzar lentamente al norte, dejando que el sol brillara con libertad.

Su pecho se llenó de dicha cuando sucedió, bastó con solo conectar sus miradas para saberlo; había encontrado a su alma gemela...

Pero este pareció no darse cuenta.

De repente el sol empezó a molestarle.