·Gustos·

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¿Ana Karenina?

— ¿Género y autor? — El moreno se mordió el labio.

— ¿Novela? — Dijo dudoso, siendo esta respuesta recibida con una ceja alzada por parte de la bibliotecaria.

— Aja. — lo incentivó a seguir. Horacio juro que las manos le empezaron a sudar. Se quedó pensando un momento más, tratando de recordar lo que le contó su madre sobre la obra.

— Novela realista... ¡Y ficción! — La chica tras el escritorio no le sentó bien el alzamiento de voz, así que con un ceño fruncido lo mando a moderar su tono.

— ¿Autor? — Lo vio de mala gana.

— Mmm. — Lo que ahora sentía en el cuerpo se asemejaba a la sensación que suele tener cuando algún profesor le pregunta algo, sobre todo, en historia. — ¿No lo sé?

Pérez noto como la señorita de pelo rubio puso los ojos en blancos de la irritación, y cómo poco después, soltó un suspiro exasperado. Horacio quiso sentirse enfadado por la actitud de la contraria... No lo admitiría abiertamente, pero se sintió estúpido. Prefiero no abrir la boca. Lo dejará pasar, solo por esta vez.

— Busca arriba, a la derecha, un cartel que diga literatura-ciencia ficción. — Le regalo un intento de risa amable, soltando, repentinamente en cantidad sus feromonas de melocotón dulce, luego de ello, lo ignoro totalmente. Horacio abrió la boca de indignación, no por ser ignorado, más bien, porque esta chica lo "humilló" solo porque sí.

— Váyase a tomar por culo. — Y se marchó antes de que la otra tenga la oportunidad de contestarle. Sus pasos hicieron eco alrededor, demostrando su enfado ¿el lado bueno? sabría que a la próxima ni preguntaría, simplemente buscaría entre los estantes indicaciones y ya está.

Si no le gusta su trabajo, que implica atención al cliente ¿entonces para qué lo tiene?

¡Es que ni siquiera lo intenta!

Se pasó un rato buscando el libro entre tantos muebles repletos de ellos. En cuanto lo encontró, una sonrisa tierna fue dibujada en sus labios. Su mente daba voluntad a la fantasía, y feliz, imaginaba los lindos recuerdos que este libro le otorgaría al compartirlo junto a su madre.

Horacio era un omega sencillo y bastante sociable, al que no le molestaba compartir espacio con un desconocido, con tal de que este le siga la conversación, él estaba agustísimo. No obstante, no había que equivocarse; él era todo lo sociable que podía ser y, aun así, su grupo cercano de amigos era muy cerrado. De todas maneras, eso no quería decir que media Uni no lo conociera.

Muchas personas al ver la forma de su peinada, aquella cresta tan característica, lo tomaron como un joven rebelde, cuando en realidad, era todo lo contrario, Horacio quiere creer que fue por la forma en que lo criaron y no algo que se basa en su personalidad, porque nunca, en lo que lleva de vida, se atrevió a contestarle a su padre, mucho menos a desobedecerle.

Su padre detestaba a los alfas.

Incluso a veces sospecha que se odia a sí mismo por serlo.

El omega entendió las razones por la cual su padre rechazaba tanto aquella casta, pero creyó que no es razón suficiente, y que solo los está enfrascando a todos en un mismo vaso. Eso decía su lado racional, pero su lado "sentimental" o irracional, realmente no estaba de acuerdo.

No los odiaba como su padre, pero sí les tenía un pequeño e insignificante rencor.

Nada preocupante.

Su padre se encontraba reacio a que tuviera una relación, principalmente, con un alfa. Tampoco es como si le molestara, al menos no lo hace del todo, él a veces pensaba que era como una clase de Elsa; sí la de Frozen. No necesitaba de ningún príncipe, ni mucho menos uno que lo quisiera salvar, puede socorrerse solito.

Abrazo el libro contra su pecho.

Su madre se pondría contenta al contarle que encontró el libro que le comentó, ese que leyó cuando aún era joven y sana. Charlotte era una preciosa omega y una madre excepcional, en sus tiempos mozos fue profesora de literatura, ella no dudo un segundo en hablarle a sus cachorros sobre aquellos libros que su cansada memoria podía recordar.

Al contrario que su madre, Horacio no era fan de la literatura, mucho menos de leer por horas, pero era entusiasta en compartir la pasión de su madre juntos. Cuando ella recordaba algún libro que una vez leyó, el moreno se encargaba de no olvidarlo, y próximamente, traerlo para leerlo en compañía del otro.

Esos son sus momentos de madre e hijo.

Aunque a veces ella olvida que era su cachorro.

¿Vas a llevarlo? — Salió de su entumecimiento. — Es un buen libro, su autor es León Tolstói.

Horacio se quedó pasmado. No lo sintió venir, y le perturbó no saber cuánto tiempo estuvo allí, seguramente, viéndolo no hacer nada... ok, ahora está avergonzado. El calor subió de forma veloz a sus mejillas al sentir al alto chico acercarse y acariciar la cubierta del libro con las yemas de sus dedos, no consciente del momento en el que lo dejó de apresar contra su pecho.

Por la cercanía, Horacio pudo captar el aroma de su contrario: madera; madera quemada, extrañamente algo dulce.

— Es el favorito de mi hermana. — Señaló. De pronto, Horacio se sintió abrumado por la profundidad de sus ojos azules casi grisáceos. Quiso retroceder pero sus piernas no obedecían, tal y como si su cuerpo hubiera dejado de pertenecerle, y solo respondiera al alfa frente a él

Eso no le agrado.

— Mhm, a mi madre parece gustarle. — dijo por lo bajo, nervioso hasta las punta de sus pies, como nunca se ha encontrado. El omega trago saliva, volviendo a sentirse como un idiota, "a mi madre parece gustarle" ¿pero en qué coño estaba pensando? ¿A ese qué le importa?

— Entonces tiene buen gusto. — Una pequeña risa carismática salió de sus labios, dejándolo absorto por un momento.

— Soy Volkov, pero tú puedes llamarme Viktor. — Lo normal sería que le tendiera una mano para estrecharla, como cualquier otra presentación formal, sin embargo, Viktor prefiere acariciar parte de sus manos, que aún sostenía el libro, con sus pulgares.

Procesando la acción Horacio reaccionó alejándose por fin del otro. La sorpresa en su rostro no pasó desapercibida, pero tampoco el sonrojo que llegaba hasta las orejas.

— Yo soy Horacio. — Contestó sin más, incapaz de mirarle a los ojos. Culpó a los nervios porque escapó tan rápido como pudo, no sin antes mirar sobre su hombro y notar una expresión de desilusión marcando cada rasgo de Volkov.

¿Por qué parecía tan decepcionado? 

Buena Intención ·. VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora