CAPÍTULO 1~DE VUELTA A CASA~

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~León~

Eran las seis de la tarde, ya había oscurecido, pero no podía dejar de mirar la bella vista de la hermosa costa. Sentir la arena en mis pies descalzos... la brisa fresca jugando con mi cabello relajando mi rostro que antes estaba tenso como el tendedero de ropa de la señora Marie.

No había algo mejor que eso para mí, el sonido del agua era como música para mis oídos, liberaba toda tensión de mi cuerpo y preocupación de mi mente; mi mirada estaba perdida en las olas que iban y venían chocando con algunas rocas... si miraba mas allá podía ver como el cielo y el agua se juntaba  formándose en uno. Iba a extrañar estos momentos de paz y tranquilidad... Vi las rosas de color negra y blanco que tenía en mi mano concentrándome. Recordé la primera vez que había hecho esto con mis padres, creo que fue la única enseñanza buena en la que ambos coincidieron para darme.

Mire aquella flor negra con pequeñas espinas en su tallo, respire profundo y la lance lejos hacia el agua con la intención de que todo aquello obscuro, todo el caos y todo lo dañino que había ocurrido en el pasado se lo llevara el agua purificándolo y transformándolo en todo lo contrarió. Antes de lanzarla recordé los momentos más sombríos, los recuerdos más dolorosos, momentos de engaño y sufrimiento que deseaba borrar. Deseaba olvidarlos para poder darle paso a nuevos recuerdos con más luz y felicidad... momentos que sanaran mis heridas. Luego hice lo mismo con la rosa blanca con la intención de que todo lo bueno, lo positivo, lo puro y lleno de luz llegue a mi vida, que solo haya claridad y paz.

Y no, no estaba haciendo brujería, se llama intencionar o ritual de sanación que todos hacen a su manera y más llegando a fin de año. Faltaba para que este año acabara pero un ciclo de mi vida se había terminado y merecía un cierre digno.

Me quede observando un rato más el agua mientras abotonaba mi camisa blanca que el viento abrió una hora antes.

— Muchas gracias por ser la mejor psicóloga que tuve — sonreí viendo todo a mi alrededor, cuando llevamos sufrimiento y dolores internos muchas veces escapamos y queremos desahogarnos... algunos lo hacen hablan con sus mascotas, otros con las plantas, algunos con sus amigos, otros escapan en la música o escritura, y otras simplemente con un psicólogo. Pero yo lo hacía aquí.
Hablaba con la diosa de las aguas, con las rocas, con el viento y la arena, pasaba horas hablándole y algunas otras solo dejaba caer mis lagrimas, pero en este lugar me desahogaba... me dejaba caer para que esas mismas olas me levantaran aun más fuerte y con el mentón bien en alto para afrontar lo que viniera.

Si me quedaba callado, solo escuchando, podía oír al mar susurrándome cosas, podía escuchar sabios consejos. Cerré los ojos una última vez y un viento se levanto moviendo las olas, fue ahí cuando la pude escuchar susurra una vez más "ya es hora... es hora de volver a tu hogar" una lagrima beso mi sonrisa al escucharla y me despedí caminando lejos de la playa.

Me  puse los zapatos para volver a mi ex cárcel. Eso era para mí esa casa... una cárcel donde me habían privado de mi libertad, una cárcel que me alejo de mi hogar, una cárcel que me alejo de lo más vital para una persona... amar y ser amado.

Llegando a casa pude ver a la vecina colgando las camisas de su esposo, me preguntaba si ¿alguna vez se sacaba ese delantal blanco esa mujer?
Desde que vine a vivir aquí no la he visto ni una sola vez sin ese delantal; mientras que en mi mente buscaba algún recuerdo de aquella mujer sin ese trapo antiguo muy bien cuidado, ella notó mi presencia y corrió a mi puerta para saludarme demasiado efusiva para mi gusto, pero mantuve mi sonrisa amable, no quería ser grosero con ella y menos en mis últimas horas aquí.

— ¡Buenas noches, León!

— Buenas noches, madame Marie.

— Oí que vas a mudarte ¿Es eso cierto? — podía ver un poco de tristeza en sus ojos al decir aquellas palabras.

De Un Trato Al AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora