CAPÍTULO 3 ~NO PUEDO PERMITIRLO~

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~León~

— ¡LEÓN! ¿QUIERES DARTE PRISA?, ALES YA ESTA ESPERÁNDOTE ABAJO. — La voz de mi dulce nonna proveniente de la escalera me despertó.

— ¡ya voy! — la pereza quería adueñarse de mi cuerpo, pero no podía estar con la misma ropa con la que llegue y la tía Alessandra no era una mujer con mucho tiempo libre como para hacer que lo malgastara esperándome.

Teniendo tantos hermanos podrían haberme prestado algo, pero en esta familia el ser posesivos era lo que nos destacaba y eso incluía hasta el más mínimo objeto sin valor.

Me levante lo más rápido que pude y tras ponerme un pantalón decente abrí la puerta encontrándome con Gina a punto de tocar mi puerta sosteniendo  unas prendas entre sus manos.

— Buenos días, León. — tenía una sonrisa encantadora.

— Buenos días, Gina.

— Te traje una muda de ropa de tu papá — puso una camisa blanca y un pantalón negro perfectamente planchados sobre mis manos — para que puedas ir cómodo y bonito.

— Bonito ya soy, pero gracias por la ropa Gina.

— No hay dudas de que eres hijo de Leandro. — una risa pequeña salió de sus labios — Bueno te dejo que te cambies en paz, que la empresaria está impaciente. — me advirtió con sutileza y se retiró.

Una vez que estuve completamente cambiado baje rápidamente las escaleras viendo a la mujer que me esperaba impaciente en el sillón.

~Alessandra~

Me levanté con un dolor de cabeza infernal y no tuve tiempo ni a terminar de despertarme que me llamaron de la empresa porque vendieron un lote vencido y claramente a quien le hechan las culpas es a mi por ser la dueña.

Decidí mandar a llamar a un cadete para que trajera unos papeles para autorizar que se enviara un lote nuevo para reemplazar el vencido.

Mientras esperaba a que llegara el cadete me aliste, fui a la oficina que tenía en la casa y aproveché a firmar unos papeles que tenía pendiente, unos minutos después tocaron a mi puerta

— Pase.

La puerta se abrió y para mí sorpresa no era el cadete sino que mi socio Nick, más que un socio era mi mejor amigo.

Recuerdo que solíamos jugar y presentarnos como mellizos.

— Buongiorno, bellissima signora. — se acercó con esa encantadora sonrisa, tomo la silla y la arrastró un poco hacia atrás para luego sentarse en ella.

— Buongiorno, mio caro. ¿Que te trae por aquí? — le sonreí dejando la pluma en el escritorio — Se suponía que venía un cadete con los papeles.

— ¿A caso no te agrada verme? — dijo fingiendo decepción y dolor.

— Claro que si, mi dramático. — sonrió de forma egocéntrica.

— Lo se, a todos les agrada mi presencia.

— Dime, — me miró— se muy bien que quieres decirme algo.

— No se te escapa nada. — sonrió  y dejo la carpeta sobre el escritorio fijando su mirada en mí — llegaron rumores de Melody. — solté un suspiro, agotada, y me recliné hacia atrás en la silla.

— ¿Que hizo esa niña ahora?

— Llegaron fotos comprometedoras de ella con el hijo mayor de los Galván.

— No juegues con eso Nick — lo poco que había quedado de mi sonrisa se desvaneció en un instante.
Eso no podía ser verdad, no quería que fuera verdad.

De Un Trato Al AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora