CAPÍTULO 5 ~ CORAZÓN DE MADRE

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~Gina~

Mire a mis picolos que se habían quedado plácidamente dormidos mirando una película.
Tomó el control apagando la televisión y los cargue de a unos para después dejar a los niños en sus respectivas camas, procurando que sigan dormidos y baje a la cocina por un vaso de Limoncello.

Al entrar en la cocina estaba Marta que se encontraba terminando de lavar las ollas y platos que utilizo para hacer su postre, no conocía bien a Marta, pero puedo asegurar que su talento en la cocina es único e irremplazable.

— Buonanotte, signora Gina.

— Buonanotte Marta, è arrivato l'uomo dal lavoro? — me senté en la banqueta que estaba al lado de la barra de la cocina.

—No signora. — me miro con el trapo con el que estaba limpiando en su mano — vuole qualcosa?

— Un bicchiere di limoncello, per favore.

— subito signora. — dejo aquel trozo de tela en la mesada y se dedicó a servir mi bebida en una copa bastante grande, mientras por la puerta de la cocina iba pasando mi amado con aspecto cansado, era como si tuviera un cartel en la frente que dijera "Extremadamente estresado"
Dejo su saco en el perchero y saludo a Marta para seguidamente caminar hasta donde me encontraba sentada.

Tomo suavemente mi mentón y lo levantó para darme un beso corto que me hizo dedicarle una pequeña sonrisa, y se sentó a mi lado.
Mientras tanto Marta me dio mi copa la cual agradecí y bebí un sorbo, lo deguste con los ojos cerrados sintiendo como refrescaba mi paladar y garganta.
Cuando abrí mis ojos me encontré con los de mi marido fijos en mí con una leve sonrisa la cual le devolví y pregunté.

— ¿Qué tal tu día?

— Agotador. — tomo mi mano y la acariciaba delicadamente en la zona donde tenía el anillo de boda mientras lo miraba perdido.
Eso solo basto para saber que algo malo sucedía, que algo lo estaba atormentando y haciendo añicos por dentro; deje mi bebida en la barra, tome sus manos provocando que levantará su cabeza y por ende su vista.

— ¿Paso al en el trabajo?

— En el trabajo no.

— ¿Entonces? — soltó un largo suspiro y se enderezó.

— ¿Cómo están los niños?

— Leandro. — le advertí.

— Gina.

— No quieras cambiar de tema.

— Solo estoy preguntando cómo están mis hijos.

— Están bien, durmiendo. Ahora deja de evadirme y cuenta de una vez que es lo que está pasando.

— Cosas con mi padre.

— ¿Y ahora que quiere?

— Supo lo de León. — Suspiré con terror, mi suegro no es una persona a la que se le pueda llamar tolerante o paciente.
Y aunque era un mentiroso experto, odiaba que le mientan a él.

— Sabías que este día llegaría.

— Lo sé. — acaricie suavemente su mejilla.

— Leandro... León lo tiene que saber.

— Aún no es el momento. — lo amaba demasiado, pero su terquedad más de una vez me sacaba de quicio — déjalo que disfrute un poco más.

— Leandro.

— No voy a discutir más acerca del asunto, Gina. — podía ser el hombre más dulce y amoroso con sus hijos o conmigo, pero su frialdad cuando se ponía serio y terco era como si vivieran dos personas dentro de él.
Cualquier persona se asustaría o se sentiría intimidado, yo no, jamás.
Sabía muy bien hasta dónde era capaz de llegar Leandro, jamás levantaría una mano o sería tan crudo con los niños o conmigo como lo es con el resto del mundo.
Y aunque no lo supiera, jamás me dejaría tocar o tratar mal por ningún ser existente, sin importar si hay sentimientos o no y eso el lo sabía también.

De Un Trato Al AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora