Capítulo 16

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Sesshomaru apartó bruscamente a la mujer, quien se había atrevido a besarlo. Inmediatamente, Kagura soltó otra de sus carcajadas, molestándolo aún más.  

—¡Te dije que te largues!—gruño áspero. 

—No me iré. No hasta que recuperemos el tiempo perdido—trato de persuadirlo mostrando seductoramente su escote. 

Los ojos del hombre se convirtieron en dos rendijas, frías y distantes. 

—No sé qué te hizo creer que podías presentarte en mi casa. 

—¿Ahora resulta que no soy bienvenida?—se mofó con un tinte irónico.  

—Por supuesto que no. 

—Por favor, no me digas que es por esa mujer. No sabía que esa barriga te importara tanto. 

Sesshomaru enfureció al escuchar sus insensatas palabras y estuvo a punto de tomarla del brazo para sacarla personalmente de su casa, pero en eso un estrépito proveniente del exterior interrumpió su discusión. 

A la mente del hombre solo acudió un pensamiento: Rin. 

Sesshomaru corrió en busca de la castaña, encontrándola a tan solo unos pocos pasos de la cocina. La mujer se sostenía apenas de una repisa, mientras no dejaba de mirar con dirección al suelo. 

—¿Rin, qué sucede?—le preguntó acercándose a ella y tratando de ayudarla. Sin embargo, la joven retiró bruscamente la mano que intentaba prestarle auxilio. 

El hombre se quedó perplejo sin entender la causa de su reacción. Mientras tanto, Rin lo miró como si fuese su peor enemigo, nunca antes había detallado tanto odio en su mirada. 

—¡No te atrevas a tocarme!—le siseo. 

La joven se enderezó como pudo y se dispuso a dirigirse a su recámara, necesitaba empacar sus cosas porque era evidente que su hijo estaba a punto de nacer. 

Mientras Sesshomaru la veía alejarse, reparó en aquel líquido que manchaba el piso. En ese momento, lo comprendió todo sintiendo que empezaba a sudar frío. 

Pero antes de que el hombre dijera algo más o intentará nuevamente ayudarla, la castaña lo miró por encima de su hombro y le informó con voz fría: 

—El niño va a nacer—luego de eso, siguió con su camino como si nada. 

—Oh, parece que no vine en buen momento—mencionó Kagura, quien se encontraba a su espalda. 

La mujer decidió que era el momento de irse y luego de dibujar una perversa sonrisa en su rostro se dirigió a la salida con aire triunfar. 

Sesshomaru no reparó en ella mientras se marchaba, puesto que se había quedado completamente consternado en su lugar. 

«El niño está a punto de nacer», pensó, comprendiendo que era cuestión de horas para convertirse en padre. 

«Sería padre», repitió tratando de procesarlo. 

Cuando finalmente su mente asimiló todo lo que pasaba, se dirigió a paso firme en dirección a la habitación de Rin. Tocó la puerta una y otra vez preocupado, puesto que ella se había encerrado. 

—¡Rin! ¡Por favor, abre!—suplico temiendo que algo malo pudiese estar pasando.

Sin embargo, no hubo respuesta y esto lo desesperó aún más. Se despegó un poco de la puerta y alzó su pierna con la intención de derribarla de una patada, pero en eso, la castaña decidió abrir. 

Rin lo miró con rabia e intentó esquivarlo, mientras sostenía un teléfono en su mano. 

—Sí, por favor. Necesito un taxi—habló con la persona al teléfono. 

Mientras Rin daba las indicaciones de la dirección, Sesshomaru le arrebató el teléfono, disgustado. 

—¿Con quién hablas?

—¿No es obvio? Estoy pidiendo un taxi—contestó de malhumor. 

El hombre frunció el ceño, porque realmente no lograba comprender por qué se estaba comportando así en un momento tan importante. 

—Rin, no es tiempo para esto. Debemos ir ya al hospital. 

La mujer reconoció que tenía razón y asintió, mientras repetía la llamada, para cancelar el taxi que había pedido minutos antes. Aunque odiaba la idea de ir con él, lo cierto era que se sentía demasiado nerviosa, puesto que no había sentido ninguna especie de dolor. Se suponía que las contracciones deberían ser primero, pero, en cambio, aquel líquido no dejaba de fluir de su interior, empapando por completo la toalla que acababa de colocarse. 

—Vamos—dijo apretando fuertemente el asa de su bolso, mientras contenía un temblor. 

Tenía miedo, miedo de que las cosas no salieran bien o que algo malo pasará. Lo único que le importaba en el mundo era que ese pequeño naciera bien, el resto carecía de importancia. 

Sesshomaru notó como los pasos de Rin eran inestables, mientras sus hombros se sacudían tratando de contener las lágrimas. Le resultó inevitable no hacerlo, así que la sorprendió, tomándola por la espalda en un abrazo.

—Todo va a salir bien—le susurro al oído, posando apenas su mano sobre su vientre abultado. 

Rin se sobresaltó y nuevamente intentó apartarlo. Luego de apartarlo, la mujer lloró en silencio, mientras se dirigían al vehículo. Odiaba sentirse de esa manera en un momento tan importante, pero las imágenes de lo que había visto en la cocina no dejaban de atormentarla. 

Lo odiaba, lo odiaba demasiado…

CORAZÓN ALMIBARADO | SESSHRIN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora