Capítulo 2-Brais

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Al cabo de unas horas buscando el hueco por el qué el otro día me colé, caí al suelo cansada y sin fuerzas de seguir caminando en recto.

Abrí la mochila con la esperanza de qué mágicamente apareciera una botella de agua fresca pero, obviamente, eso no fue lo qué sucedió.

En cambio, decidí pasar la noche al lado de aquella valla, ¿qué es lo peor qué podría pasar?

Hice una hoguera al oscurecerse el paisaje, antes de eso, busqué un arroyo del qué beber agua pero no encontré nada.

Me acurruqué frente al fuego a observar las estrellas y al poco rato, me dormí.

A la mañana siguiente, no sabía lo qué sería de mí, me arrepentí de haber dejado a mi madre allí sola pero, tenía demasiada curiosidad como para no hacerlo.

Cogí mis cosas y volví a seguir la valla, todavía con esperanza, y no pude creer lo qué mis ojos veían, no era un hueco debajo de la valla ¡Era una puerta!

Gracias a mis dotes abriendo candados pude colarme, pero no había nada, mejor dicho, nadie.

Intenté buscar al chico del otro día y de pronto, me choqué con alguien, yo iba mirando para abajo y no me di cuenta.

-¿Otra vez tu? Te dije claramente qué no volvieras-.

Entonces deduje qué por su altura y sus encantadores ojos era él.

-Eh sí- respondí.

-Te matarán si te ven, ¿Es que no sabes nada o qué?- dijo él muy borde.

-¿Por qué me iban a matar? ¿Qué es lo qué está pasando aquí?- pregunté sin saber nada.

-¿Vives en el siglo 19 o qué?- preguntó él con sarcasmo.

Entonces un soldado vino y él chico me empujó detrás de unas plantas.

-¿¡Con quien hablas muchacho!? Ponte a hacer tu trabajo o...- dijo el soldado.

-O me matarás, si, ya me pongo con mi trabajo- respondió él.

Entonces el chico se alejó y se puso a ''trabajar''.

Yo le hice una mueca para llamar su atención y vino a mí.

-¿Es qué no te enteras? Los judíos trabajamos para vosotros, los nazis, somos esclavos, si me ven contigo moriré, y tú también- dijo elevando la voz.

-¿Qué es eso?- pregunté.

-¿El que?-.

-Los nazis y los judíos-.

-Son dos ideologías muy distintas, tus creencias son diferentes a las mías y por eso los tuyos nos quieren matar- respondió.

-Yo no te quiero matar- dije confundida.

-Todos sois iguales, solo queréis el poder- dijo.

-¿Este sitio es malo?- pregunté.

-Ya te dije qué sí, nos utilizáis como esclavos y luego nos matáis-.

-Te sacaré de aquí- le dije.

-No, nos matarán, además, ni te conozco y si te ven conmigo...-.

Entonces corrí y me metí en una especie de cabaña, adentro habían muchos trajes de rayas, parecía la cárcel, yo me puse uno.

-¿Y ahora qué? Ya soy una de los tuyos, me quedaré contigo hasta qué os saqué a todos de esta mierda-.

-Esto es muy mala idea, acabarás muerta y todos nosotros por tu culpa-.

-¿Y tu nombre y edad?- pregunté intentando conocerle más.

-No te importa- respondió cortante.

Yo le miré fijamente.

-Está bien, me llamo Brais y tengo 13 años-.

-Hmmm...Un nombre curioso y raro a la vez- dije.

-Yo me llamo Abril y también tengo 13 años-.

-Como si el tuyo fuera muy común- me dijo.

Entonces nos reímos, él fue mi primer amigo, nunca antes tuve uno.

Pasé la noche allí, como no tenía cama, dormí con él, bueno, más bien no, yo tuve qué dormir en el suelo, él en la cama.

-¡A despertar todos, el desayuno está en la mesa, luego, todos directos a trabajar!- dijo un tipo de soldado o teniente.

-Abril, Abril, Abril- decía Brais.

-Qué quieres- respondí.

-Ya has oído al jefe, a desayunar-.

-Pero si yo duermo hasta la una- repliqué.

-Aquí no, recuerda, somos esclavos-.

Me levanté del suelo y Brais me llevó a una sala no muy acogedora, nos sentamos en unos bancos de piedra súper incómodos y nos pusieron un potingue como desayuno.

-Puaj- me dieron ganas de vomitar al ver esa atrocidad.

-¿A qué ya no te gusta tanto este sitio? Te puedes ir, ya qué no estás registrada- dijo él.

-¿Y dejarte aquí? Eres mi único amigo, no voy a hacer eso-.

-¿En qué momento nos hicimos amigos? Qué yo recuerde, eso no ha pasado- dijo Brais.

Esas palabras me dolieron mucho, entonces...¿no éramos amigos?

Ese día no comí nada, tampoco le volví a dirigir la palabra, lo ignoré.

Ya oscureció y era hora de dormir.

Yo llegué antes qué él a la habitación, (cabaña sucia y mugrienta con telarañas y seguramente ratoneras).

Me dejé caer al suelo, (ya qué dormía en él) y lloré.

Entonces Brais entró a la cabaña y me miró.

-Puedes dormir conmigo, si quieres-.

Yo lo ignoré.

-Qué callada estás hoy eh, ¿no será porque te molestó algo qué dije?-.

Me dí la vuelta, me levanté del suelo y le solté por la boca algo terrible.

Nunca te dejaréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora