LA PEQUEÑA GEMA DEL INFINITO

QUE ME BESES

POV NATASHA.

Todavía de noche, Natasha y Wanda yacían en la cama, la habitación envuelta en una atmósfera cargada de emociones sin expresar. Aunque el reencuentro había sido cálido, la espía se resistía a dar el siguiente paso, temerosa de ser rechazada y de explorar terrenos desconocidos. La cama, antes solo un lugar físico, se convirtió en campo de batalla silencioso para sus propias luchas internas.

Intentando desviar la intensidad del momento, comenzaron a hablar de trivialidades. Las palabras flotaban en el aire como pequeñas luces destellantes en la penumbra de la habitación. Hablaron de películas de acción que Wanda no había visto todavía, y de una en concreto que habían visto ambas, cómo era la del Rey león.

La bruja, con una sonrisa torcida, compartió anécdotas sobre sus momentos favoritos de la película, y la rusa se encontró inmersa durante unos minutos, en la calidez de la charla.

A pesar de la amabilidad de la conversación, Natasha todavía resistia el impulso de tocar a Wanda. Temía que cualquier gesto físico pudiera alterar el delicado equilibrio que habían encontrado. Cada palabra compartida era como un paso cauteloso, como si estuviera bailando al borde de un precipicio emocional.

La sokoviana, por su parte, parecía comprender la reserva de Natasha. Aunque sus miradas se cruzaban con ternura, era evidente que ambas mujeres estaban sopesando el alcance de su conexión recién reavivada. La cama, testigo silencioso de sus emociones, era un espacio donde las palabras vagas se entrelazaban con los susurros del pasado, creando un lienzo emocional que esperaba ser explorado.

-Es mi película favorita, una tarde en el salón, la ví con Tony y con Steve, fue divertido- Rió la bruja con cierta tristeza al acordarse del capitán.

-Me gustas.- Susurró la rusa a bocajarro.

-Y tú a mi Natasha- Dijo la bruja con voz temblorosa. La sokoviana se agarró los dedos de las manos. No quería que sus emociones, se dispararan y su poder se activara. La bruja, no recordaba haber estado tan nerviosa nunca, la electricidad entre ellas le resultaba insoportable. La espía se giró a mirarla.

-Natasha... qué pasa, estás temblando- Le dijo la bruja cogiéndole una mano.

-Que no puedo más.- Murmuró la espía cerrando los ojos a punto de llorar.

-Explícate- Le pidió con la máxima ternura que pudo la sokoviana mientras admiraba cada centímetro del rostro de la viuda, intentando adivinar todo lo que no le decía.

-Me gustas- Volvió a declarar la espía bajito. Me gustas mucho Wanda, y me he dado cuenta de que esto, es más fuerte que todo lo que me puede alejar de ti.-

-¿Y que se supone que te aleja?- Susurró la pelirroja en el mismo tono bajo que Natasha había empleado minutos antes.

-Ser consciente de que no sabría como recomponerme si no te pudiera volver a ver... Quiero verte, en este plano. En esta realidad, en mi realidad... no en otra distinta.-

Todo se quedó en silencio, estático. El aire comprimido estaba apunto de estallar, y un grito muriendo en la garganta de la bruja que hubiera dado todo lo que tenía por abrazar a esa chica que se resquebrajaba ante ella y protegerla de todo mal.

-Nat, yo tampoco sabría cómo sería estar en esta realidad sin ti, y menos ahora, que tengo tan claro lo que quiero...-

-¿Lo tienes?-Musito la espía. La observaba desde abajo con sus preciosos ojos verdes y las cejas fruncidas.

-Delante, lo tengo delante.- Sonrió la bruja sin dientes.- Yo no puedo prometerte que vaya a amarte siempre, porque Natasha, eso no se puede saber. De hecho no quiero prometerte, quiero que confíes en mí y lo creas, simplemente lo creas... Yo siempre estaré para ti, sea de la forma que sea- Dijo la sokoviana emocionada.