Capítulo 12 Ni blanco ni negro

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(Perspectiva de Ceris)

Me encuentro en el mismo balcón donde Barsen me acababa de besar, tocándome los labios con mi dedo, sonrojándome por lo acabado de suceder

¡¿B-barsen me acababa de besar?! Sentía como si no me pudiera mover por todo lo que estaba procesando en ese momento mi cabeza. Desde luego no era mi primer beso, pero, sentía como si fuera otra vez adolescente, como si aquellos besos ya dados se quedarán en simples ... En comparación a aquel beso robado.

— ¿Tan atontada te ha dejado con un simple beso, Ceris? - Dijo Ann, la cual apareció para mi sorpresa detrás de mí

— ¿B-beso? ¿Qué beso? ¡Deja de decir falacias! Aquí no ha pasado nada. — Le dije mientras me sonrojaba entera.

— Mi querido diamante, ¿creías que no me iba a enterar? - Respondió poniéndome su mano sobre mi hombro. Suelto un suspiro y ella sigue. — Ceris, me lo ha dicho Barsen. -

Dejé atrás la idea de intentar ocultarlo, ya que no servía de nada, es más, hasta yo misma me había delatado.

— Ya da igual... Pues sí, me ha besado... — Respondí tapándome la cara por vergüenza — ¿Por qué te lo ha dicho? - Pregunté exaltada por saber.

— Lo pillé con la guardia baja, nada más. Aun así, era favorable para él, sería peor si me hubiera enterado de tu parte. - dijo con una pequeña sonrisa.

— Te confesaré que realmente fue de mi agrado, pero..., me siento algo avergonzada. ¿Cómo lo miraré a la cara? No puedo evitarlo tan fácil - dije estresada por la situación.

— Tarde o temprano terminarías besándolo, era solo cuestión de tiempo. Además, creo que le ha gustado, a los hombre les gusta tomar la iniciativa, son así de simples y manejables. Pero no era eso lo que te quería decir - dijo tomándose una pequeña pausa — Ceris, a ti realmente si te gusta Barsen, ¿verdad? -

Me sobresalté por su franquedad. Ella es mi mejor amiga, pero esta vez me había sorprendido mucho.

— ¡Ann! Claro que... ¿No? - En ese preciso momento se me vinieron a la mente aquellos momentos tan románticos con él.

— Ann, estás loca - me crucé de brazos sonrojada.

— Un loco nunca dirá mentiras - dijo guiñándome un ojo.

Nos echamos a reír mientras pensaba en todos los momentos que pasé junto a Barsen y recordé cuando yo aun siendo una adolescente, gustaba de él.

(...)

Pasó toda la mañana y no me podía sacar de la cabeza el dulce beso y la maldita pregunta de Annelis. Lo único que me mantenía serena era el hecho de que debía marcharme para asistir a un concierto de la orquesta imperial, ya que estaba segura de que no estaría ni Barsen ni Ann, dándome tiempo para estructurar mis ideas.

Estaba a punto de subir al carruaje el cual me conduciría hacia el auditorio de la capital, cuando de repente escuché como alguien me llamaba.

— ¡Diamante! ¿Te creías ir sin mí? - acercándose a mí sonriendo, era ni más ni menos que el protagonista de mis pensamientos.

Entre en pánico. ¡Tenía entendido de que él no vendría! Estaba batallando por dentro pidiéndole a dios que me tragara el suelo en ese momento.

— Yo... Tenía entendido que no asistirías - dije intentando evitar el cruce de miradas.

Rápidamente, subí al carruaje sin dejarlo explicarme y al sentarme me planteaba cómo lo iba a mirar o cómo podría hablar con él como si nada.

Él subió con una gran sonrisa y mientras tomaba asiento justamente a mi lado me dijo.

— No tenía pensado ir, nunca me entusiasmaron los conciertos sinfónicos, pero como soy el emperador, prácticamente estoy obligado - soltó una pequeña carcajada.

Yo de mientras ocultaba medio rostro con un abanico blanco con detalles dorados, intentando disimular mi sonrojo.

Procurando ser lo más discreta posible — Ah, ya veo. Se me hacía extraño, pero claro, ser el emperador requiere audiencias sin importar el gusto personal. Ah, una duda. — dije — ¿De casualidad Ludmila asistirá? -

De repente escuché como una estruendosa voz llamaba a Barsen. Al momento supe de quién era sin mirarle a la cara para identificarla. ¿Esta chica tiene que seguir al pobre Barsen siempre? ¿No tiene algo mejor que hacer?

— ¡Barsen! - Gritó con su voz horrorosa y chillona para mis oídos.

Abrió con descaro la puerta del carruaje y antes de que recitara cualquier palabra para mi suerte los guardias la detuvieron y la ubicaron en otro carruaje.

Barsen me miró algo apenado por la situación e intentó mostrar una sonrisa la cual no le salió muy real.

— Vaya escena... En fin, me he informado que en la programación tocarían una de las melodías que más te gustan, ... Si no mal recuerdo. — Dijo logrando cambiar de tema exitosamente.

— ¿Es en serio? Adoro oírla en todas las fiestas, siento que podría escucharla durante años. —

Rápidamente, se me fue la timidez y nos pusimos a comentar todo sobre el concierto. Prácticamente, olvidé todo lo relacionado sobre el beso o sobre la charla con Ann, simplemente disfruté de la dulce conversación con mi querido zafiro.

El trayecto se hizo corto y liviano, tanto que al ver por la ventana y visualizar el auditorio me llevé una gran sorpresa.

Los guardas abrieron la puerta bajando primero Barsen que cortésmente me dio la mano para ayudarme a bajar. En ese momento me sonrojé; él era tan majestuoso que incluso un bello pavo real se veía feo. Sus gestos me cautivaban, por más mínimo que fuera.

— Gracias - le agradecí el gesto algo avergonzada.

Tomándome todavía de la mano y con tono de burla recitó — No hay de que mi estimada. Además, ¿cómo podrías bajar sola con tacones y un vestido largo, querida? -

Mi cara cambió a una más fría — Eres un idiota Barsen - quité mi mano de la suya.

Me adelanté unos pasos ignorándolo.

— Encima que soy cortés contigo - Decía reprochándomelo.

— Pues seguro que Ludmila te aplaude y se rie con todo lo que dices - Le contesté molesta al estúpido reproche.

No me digne a voltearme y seguí mi rumbo hacia la entrada del auditorio. Es cierto que tal vez había superado un poco la línea con aquel pequeño arrebato, pero me molestó aquel reprendimiento sin sentido. Si simplemente hubiera mantenido la boca cerrada yo no habría dicho nada. ¿Por qué hay veces en las cuales es tan lindo, pero otras donde es tan bocón?

Entré y tomé mi asiento reservado en la parte superior del lugar. Entré mis pensamientos de molestia, mi mente quiso jugar conmigo poniéndome la escena del beso y no pude evitar volver a ponerme suavemente la mano en la boca y sonreír levemente.

Estaba tan fuera de sí con mis pensamientos que me asusté un poco con el ruido de la puerta al abrirse, me volteé para saber quién era. Mi expresión cambió drásticamente al ver como entraba Barsen y colgando de su brazo Ludmila.

Me llené de odio por estar presenciando ese momento. Obviamente, sabía que Barsen ocuparía el asiento continuo al mío, pero con el accidente del carruaje, presuponía que su asiento estaría bien lejos de nosotros.

El diamante del imperioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora