Capítulo 16 Mariposas en el estómago

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Perspectiva Ann (ese mismo día)

"Esto por aquí y esto por allá..." Barsen era un idiota por dejarme como encargada, y yo también lo era por aceptarlo... pero, ¿cómo podía decir que no cuando la que se casa es mi mejor amiga? Llevaba toda la mañana repasando los preparativos y viendo que tan bien llevaba las cosas, no me preocupaba mucho. Pero por alguna razón no me despegaba de mi libreta de apuntes mientras caminaba. No era muy buena en los cálculos, pero en menos de una semana conseguí descifrar lo que para mí eran unos jeroglíficos egipcios.

— Todo bien de momento... - Murmuraba para mí misma. Cuando de golpe tropecé con algo duro consiguiendo que casi me cayera al suelo. Pero sentí como me arrastraban a tierra firme antes de que eso pasara.

Una mano tomó mi cintura y me acercó a lo que parecía una pared dura (no era una pared), había cerrado los ojos, pero entreabrí un ojo para ver qué o quién me había salvado de mi casi terrible tragedia. Alcé la vista y vi a un chico, para mi opinión muy apuesto, con pelo castaño y ojos cian mirándome fijamente.

— ¿Se encuentra bien, señorita? - Su voz era grave y su mano sobre mi cintura se sentía áspera y cálida. Era muy hermoso, pensé que estaba viendo un ángel. Estaba sin palabras mirándolo fijamente hasta que me hizo volver a la realidad. — ¿Le ha comido la lengua el gato, bella dama? - Dijo riéndose.

— Uh, eh... Gracias por ayudarme, supongo... - sonreí tímidamente, mientras sacudía mi vestido. No era propio de mí, ni ser tímida, ni trabarme al hablar.

— A su servicio, princesa. - Me sonrió dulcemente.

Tomé mi cuaderno que yacía en el suelo y me apresuré a alejarme a pasos rápidos. Sentía como su mirada aún seguía mi silueta hasta que desaparecí de su vista. Creo que fue la primera vez que mi corazón daba un vuelco. "¿Eso era posible en mí?" Me sentí viva.

Respiré hondo y seguí con lo mío, sabía muy bien que ya no me toparía con él.

Pasaron las horas y seguí paseando con mi cuaderno en mano (pero con la cabeza levantada por si acaso), sentía que alguien me estaba mirando fijamente, pero cuando giraba a verificarlo, no había nadie.

Quise ver caballos, y fui caminando hasta llegar al establo. Y me maldije a mí misma por haber pensado en ir. Estaba allí... el chico castaño estaba justo parado acariciando a uno de los caballos... Y me había visto, habíamos cruzado miradas. Di media vuelta y quise marcharme, pero alguien tomó mi muñeca y me volteé para ver quién era.

— ¿Quiere escaparse de mí, princesa? - Negué con la cabeza, no podía creer que estaba a mi lado de nuevo cuando dije claramente que no me iba a encontrar con él. — Pues parece que sí - se rozó el cuello y con una pícara sonrisa me extendió su mano — Soy Phillip, un placer.

Miré su mano, la misma que unas horas antes tomó mi cintura para salvarme de mi caída. Tomé su mano por cortesía.

— Soy Annelis, el placer es mío. - sonreí.

Creo que los dos estábamos nerviosos. Nos quedamos mudos y ninguno podía, seguramente, sacar alguna frase coherente. Pero no me tenía que hacer falsas ilusiones con romances que sabía que no iban a pasar.

— Bueno... nos vemos... - Me giré para seguir mi camino fuera del establo.

— ¡Espere! - extrañada me volteé y vi claramente como se rascaba la nuca — ¿Le gustaría... no sé... tomar el té conmigo? - Creí haber escuchado mi corazón vitorear.

— C-claro - Vi su rostro cambiar de preocupado y nervioso ha aliviado.

— Entonces... la espero en una hora junto al gran árbol del riachuelo. Mandaré a algún criado a que nos prepare el lugar. - asentí sonriendo, para luego marcharme. Si no me iba en ese momento seguramente moriría por un ataque al corazón.

Dando vueltas a mi propio eje, pensaba en qué ponerme, "¿muy elegante?, ¿no tan elegante?" Necesitaba urgentemente a mi mejor amiga, necesitaba su opinión.

Caminando por uno de los inmensos pasillos encontré a Ceris y le conté con detalle todo lo sucedido con Phillip. Ella me escuchó detenidamente y agradecí que me ayudara a elegir una vestimenta. La estética del traje encajaba conmigo y no era tan elegante como lo ameritaba la situación. Creí que la hora se iría lentamente, pero con mi mejor amiga a mi lado, pasó bastante rápido. Me despedí de ella con un abrazo y fui caminando al gran árbol el cual me indicó el castaño.

Me detuve unos metros lejos de ahí y sonriendo pude ver como Phillip estaba esperándome con unas flores en la mano. Avance mi paso hasta estar cerca y al verme me sonrió cálidamente.

— Creí que no vendría - dijo aliviado

— ¿Por qué lo haría? No soy de ese tipo de personas. - sonreí

— Puede que pensara que le había asustado con la repentina propuesta de cita improvisada. - ¿cita? Ay madre mía, una cita, con este ángel caído del cielo.

— Para nada, me pareció... bastante apuesto. - Me hizo una reverencia en señal de agradecimiento por el cumplido y solté una pequeña carcajada.

Él me invitó a sentarme extendiendo su mano. Creo que conectamos desde el primer momento en que nos vimos. Era un hombre apuesto, con rasgos similares a los míos. Tomamos té y hablamos de todo, en ese instante ya no nos sentíamos nerviosos. Solo dejamos que las cosas fluyeran.

Perdí completamente la noción del tiempo, tanto que no sabía cuántas horas pasaron, pero cuando nos quisimos dar cuenta ya estaba atardeciendo. Finalmente, nos despedimos alegres por la maravillosa tarde que pasamos.

— Me encantaría volver a tener otra cita con usted, princesa - Asentí, ruborizándome.

— Está bien, espero que la siguiente cita sea a caballo. - Lo había mencionado porque los dos teníamos un afecto especial por ellos y no había mejor manera que proponer otros lugares para pasar el tiempo juntos.

— Tomo nota - se rió.

Dedicando una última sonrisa, me volteé y comencé a caminar alejándome de ahí con un ramo de tulipanes en mi mano. Aún seguía sin saber como sabía que eran mis favoritas, pero estaba decidida a preguntarle la próxima vez. 

El diamante del imperioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora