23 de Septiembre.Recuerda que el noventa por ciento de las personas están condenadas a ser estúpidas. Sé amiga del diez por ciento.
Lo peor, aunque parezca no ser así, es el último día de clases. Dejarlos a ellos por tres meses es escalofriante. No tengo idea de por qué claman a las vacaciones para acabar varados frente un objeto electrónico durante todo el trayecto.
—Yo digo que es por las clases. No niegues que odias a la señorita Prud.—Dijo luego de leer el párrafo, el último a pesar de que le aconsejé que empezara desde el principio. A Laila no le gustaba lo conveniente.
Asentí y reí, todos odian a la señorita Prud. Era la maestra de matemáticas, tan complicada como todas las fórmulas que explicaba, aunque se pasaba la mayor parte de la clase diciendo que éramos un grupo de inútiles y que sí nosotros éramos el futuro, el mundo debería inventar una protección anti-nosotros. Luego de su habitual discurso empezaba la clase y nos mandaba a una página del libro sin siquiera explicar como resolver los ejercicios.
—Venga, vámonos. Faltan cinco para las seis, no queda mucha aventura—dije cuando terminaron de leer toda la página.
—¿Adónde vamos?—Preguntó Andy, curioso.
Me encogí de hombros.
—¡Al sótano!—exclamó Laila, que dijo que estaba planeando algo, cosa que a ninguno nos daba buena espina.
Laila Geller era fanática de las cosas... Cómo llamarlas, ¿oscuras? Tenía gran fascinación por lo que podía ocultar la persona más promedio o esteoreotipica y la novela negra. En mis diez años no me había interesado por cosas así, sin embargo Laila tenía once y era muy peculiar.
Cuando bajamos al sótano no había nada nuevo realmente. Un alivio, porque yo, y seguramente Andy, habíamos considerado la posibilidad de que hubiese cavado un atajo hacia el cementerio, por exagerado que se escuchase.
Laila buscó unas bolsas de dormir detrás de unas cajas, también unas sábanas y un par de almohadas.
Con que eso estuvo hablando con mamá hacia unos días.
—Este es un buen sitio para contar historias—dijo cuando terminó de ubicar las cosas con ayuda mía y de Andy.
—De terror—añadió Andy.
—No exageres.—Le reprochamos Laila y yo al unisono.
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El cerebro de Ann
Short StoryAnn tiene demasiadas cosas y dudas en la cabeza para ser tan pequeña. Tal vez lo que hay en la mente de una niña puede ser interesante y enigmático a la vez. Prohibido copia o plagio. Historia original© Gracias por la portada a: harrytakeacat Trai...