Capítulo 6

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"¿Por qué tengo tanto miedo de crecer, si es de las cosas más seguras en la vida, después de la muerte?"

-Ann Thompson

2 meses más tarde.

Me desperté por un fino rayo de sol que se colaba a través de la ventana de cristal. Ese día no quería despertarme y sentía inmensas ganas de matar el sol aunque fuera por un efímero instante.

—¡Ann!—exclamó mamá desde el otro lado de la puerta, haciendo que mis expectativas de pasar todo el día en cama se fueran por el caño. Sabía que yo tenía el sueño ligero y un movimiento en falso bastaría para levantarme de la cama.

Laila y Andy se habían ido a sus respectivas casas y regresarían a la hora de mi fiesta de cumpleaños y pre-despedida. No sé si la coincidencia de fechas fue un mal chiste de mis padres o una cómica jugada del destino, pero simplemente no me gustaba la idea de que cumplir doce años, no solo fuera a significar un cambio de cifra en mi edad, sino un cambio total en la vida de los Thompson, que se mudaban a Filadelfia en una semana.

—Ann no está despierta—dije ocultandome en el armario.

—Annie, tú tía Margot ha venido a verte. También ha venido tú tía Olive y todos tus primos. Haz el favor de levantarte.

No sé cuál es el nombre del tono de voz que usó, pero no daba lugar a objeciones, seguramente.

Me arreglé y bajé al primer piso para encontrarme con casi todos mis familiares sosteniendo un pastel de chocolate con el número doce y cantando esa típica canción de cumpleaños. Quería comportarme como Claudia en sus días, pero, aunque quisiera ocultarlo, estaba realmente feliz.

Laila, Andy, mis primos, familiares que no había visto en años, ¡todos estaban ahí para desearme un feliz cumpleaños! Intenté no pensar que eso también significaba la salida a Filadelfia y solo limitarme a disfrutar con mis amigos y familiares. En un rato saldría con mi prima Alicia al parque y luego regresaríamos a anunciar la huída de los Thompson, solo para que sonara algo pintoresco.

Divise a Claudia hablando animadamente con un chico...Esperen, ¿era Andy? Bien, ellos nunca habían hablado. Andy se acercó a mí al verme, para luego abrazarme, felicitarme y darme como regalo un bonito álbum de recuerdos.

—Oye, Ann, ¿segura de que esa es tú hermana?—preguntó de improviso—. Es genial. Antes era odiosa.

—Pues supongo que al final no está tan mal crecer, ¿no?

—Parece que estás en lo cierto.

El cerebro de AnnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora