Capítulo 37: Reubicación

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🩸 Amber 🩸




~Día 364~




Ni siquiera la suavidad del sofá logra relajarme.

No me siento cómoda en ninguna posición y solo quiero poder estar calmada, mientras esperamos.

Aitana se encuentra dormida en brazos de Aquiles, así que no tengo la opción de jugar con ella o darle de comer, para entretenerme.

—Deja de mover la pierna que me pones más nervioso —sisea Dom y lo miro.

—No me mires y listo —indico de mala gana, logrando que me dé una de esas miradas que siempre dedica —. Tengo sed —me levanto de donde estoy y voy a servirme un poco de agua de la jarra de cristal que se encuentra en una esquina.

Mis manos tiemblan, mientras lo hago, y a causa de lo sudadas que están por todo lo que siento, el vaso de vidrio resbala de mis dedos y se hace añicos en el suelo cuando se estrella.

Dejo lo que sostengo a un lado y antes de agacharme para recoger el desastre que hice, paso mis manos por la cara, para calmarme.

—Cuidado te cortas —dice Sebastian acercándose —. Déjame a mí, que, con ese temblor en tus manos, puedes lastimarte.

—Si puedo hacerlo, ya estoy más calmada —abaniqueo mi rostro y enseguida me agacho para ayudarlo —. No puedo controlarlo, siento que el corazón se me va a salir por la boca.

—No eres la única que siente algo raro. A mí se me durmieron las manos —lo miro sin entender —. Siempre me pasa cuando estoy nervioso —asiento.

Antes de terminar de recoger los cristales más grandes, la puerta se abre y en ese momento escucho la voz de Dom.

—¿Qué haces aquí? —volteo con rapidez, aun sosteniendo el vidrio.

—Te importa un carajo si estoy aquí —aprieto las manos sintiendo las puntas filosas —. Quiero hablar con Amber.

—Ella ya dijo que no te quiere ver —se mete Sebastian, colocándose al lado de Aquiles.

—A ustedes no les importa. Ella es mi novia, así que no se metan —posa sus ojos en mí —. Solo serán unos segundos, por favor.

—Ya los escuchaste a ellos —murmuro —. ¿No es suficiente?

—No te cuesta nada darme cinco minutos de tu tiempo.

—¿Para qué? ¿Para qué sigas justificando tu acto? —suelto, amarga, y él nota —. Desaparece, que no estoy para escuchar a cobardes.

—Por favor, lo merezco por todos los años.

—¡Y yo merecía que me cuidaras por todos los años que estuvimos juntos y no lo hiciste! —siseo al borde de la rabia, pero me controlo —. Si quieres pedir algo, primero asegúrate de por lo menos, haber hecho lo mismo tu primero.

—Me asusté —murmura.

Por unos segundos reparo la vestimenta que lleva y es igual a la que usan los que llevan armas. La cosa es que él no lleva alguna cerca.

—Sí, créeme que lo noté esa noche.

—Amber, te lo pido —aprieta un poco sus puños.

—No. Voy. A. Volver —digo cada palabra de manera pausada —. Al fin, después de años, encontré comodidad, encontré personas que me aprecian y me dan lo que necesito. Estoy bien con ellos.

—Ya la oíste —interviene Aquiles —. Si fuera tú, eso me hubiera sido suficiente para dejar de rogar como un perro e irme de una vez por todas.

—Tú no te metas, imbécil. Esto es entre ella y yo.

X - ENS: Dónde Todo Comenzó© - Saga: X - ENS - Libro #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora