Capítulo 3

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Callie

Estoy de pie en medio de la sala. La casa no es demasiado grande, por lo menos no como la de mamá, pero el sillón no es demasiado viejo. No pensé que tuviera dinero para comprar en la tienda u ordenar una pizza, pero parece que sí. Está claro que aquí es donde termina todo el dinero que no nos envía.

—¿Dónde voy a dormir? —pregunto cuando parece no querer salir de la cocina. Está arreglando sus compras. Un montón de galletas, jugos y demás que hace que mi estómago me recuerde el hambre que tengo, pero me mantendré fuerte.

—Oh, lo siento —sale de la cocina con las bolsas abiertas y toma mi maleta. No sé por qué lo hace cuando solo debe moverse unos cuantos pasos, pero cuando camina por el pasillo, por alguna razón, mi corazón se acelera—. Tu habitación —dice abriendo una puerta.

Me toma algo de tiempo entender sus palabras, y cuando lo hago, me toma más tiempo atreverme a entrar a la habitación. Cuando lo hago, casi no puedo creer lo que veo. Las paredes están pintadas de un verde limón claro bastante feo, hay un armario, y un escritorio de madera blanca. Y la cama... la cama parece increíblemente cómoda. También es de madera blanca con una cabecera de muchos diseños y las sábanas están puestas.

—Dijiste que no sabías que vendría —digo en voz baja. ¿A caso vive con alguien y me va a dar su habitación? ¿Y si tiene otra hija que vive con él y a la que sí cuida?

Él deja mis cosas en la cama y regresa afuera.

—No lo sabía. He estado construyendo esta habitación desde que me mudé aquí, esperando que algún día quisieras venir. Puedes cambiar el color de las paredes y los muebles a tu gusto. Pido que la habitación se limpie una vez a la semana por si surge una ocasión como esta. En el armario hay toallas y —se hace a un lado— ese es el baño, solo hay uno en la casa, y aquella es la puerta de mi habitación, al fondo hay un pequeño cuarto que uso como oficina.

Todo suena demasiado... como si no fuera real.

—Seguiré desempacando las bolsas, ponte cómoda, y si tienes hambre o quieres cenar, puedes pasar por la cocina y tomar lo que quieras. La pizza llegará dentro de unos diez minutos en caso de que quieras esperarla y si quieres luego, la meteré al refrigerador. Cuando quieras toma un trozo y métela en el microondas si lo prefieres.

Se queda un rato más, como si esperara que dijera algo, pero no tengo nada que agregar. Cierra la puerta y es cuando me lanzo hacia la cama. Si es verdad que me quedaré en esta habitación, entonces necesito asegurarme de que la cama no sea una trampa mortal, pero no, es tan suave como lo parece.

Por un momento pienso en quedarme dormida, mis ojos arden por lo mucho que he llorado hoy, pero el recuerdo de lo ansiosa que debe estar mamá, esperando mi llamada, es lo que me hace levantarme de nuevo y buscar mi celular. Agarro también los audífonos y enciendo el celular mientras me acomodo en la cama.

Vigilo la puerta, asegurándome de haberle puesto el seguro. En cuanto mi celular enciende, entro a facetime, ansiosa por ver su cara de nuevo. La llamada suena dos veces antes de que ella conteste. Lo hace con una sonrisa y no puedo evitar empezar a llorar.

—Mamá —lloriqueo.

—Oh, mi cielo —su voz suena en mis oídos—. Tranquila mi niña, todo va a estar bien dentro de poco. Ya verás cómo estos dos meses pasarán volando.

Me seco las lágrimas mientras la miro.

—Te extraño mucho.

—Lo sé, cielo. Yo también te extraño mucho, como no tienes idea. ¿Cariño?

—¿Sí?

—¿En dónde estás ahora?

—En su casa —digo. Me pongo de rodillas en la cama y pongo la cámara trasera para mostrarle el espacio—. Al parecer tiene una habitación para mí.

—Más le vale. Estuve llamándolo todo el mes para asegurarme de que la tuviera lista.

Me sorbo los mocos mientras la escucho.

—¿Por qué no me lo dijiste antes?

—No sabía si la iba a tener lista a tiempo y no quería que te llevaras una decepción.

—No está mal —hablo sorbiendo de nuevo mi nariz. Ella me da una sonrisa triste—. Puedo cambiar la pintura y hacerla más...

—Oh, cariño —me interrumpe—, sabes que lo mejor es no preguntarle ni pedirle nada nunca. Puede enojarse hasta de la más pequeña cosa. Ahora, ¿quieres contarme cómo están yendo las cosas?

—No es algo muy divertido hasta ahora —digo.

—¿Ya te dio algo para comer? ¿Qué van a cenar?

—Pizza.

—Pizza —repite con una extraña expresión en su cara, como si el simple hecho de pronunciar esa palabra le causara dolor—. ¿Ese hombre no sabe que estás acostumbrada a cenar langostinos y... —se interrumpe y da una sonrisa tensa—. Por supuesto que no lo sabe, nunca se ha preocupado lo suficiente. Dios, él no puede darte pizza todas las noches. Te enviaré nuestro menú. No sé cómo va a arreglárselas, pero necesitas una alimentación balanceada.

—Gracias por preocuparte por mí, mamá.

—Toda la vida. Eres lo más preciado que tengo y te amo más que a nada ni nadie, jamás lo olvides. Ahora, qué te parece si te das un baño y te pones el pijama, ¿sí? Volveremos a hablar mañana.

—¿Ma-mañana? ¿No podemos quedarnos hablando un poco más tarde?

—Sabes que tengo que levantarme demasiado temprano mañana, cariño, además, el viaje de hoy fue bastante cansado, necesito dormir temprano —asiento—. Tú tampoco duermas tarde. Te amo.

—También te amo.

La llamada se corta y me quedo mirando mi celular hasta que la pantalla se oscurece.

Espero que mañana podamos hablar más horas, porque no sé cómo lograré soportar el tiempo aquí si no estoy con ella.


Estoy muy segura de que Callie va a pasarlo mal los siguientes días.

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¿Y si papá no es tan malo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora