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Wei Ying llamo a su madre para que lo fuera a recoger a la casa de su marido, está al oírlo tan afectado llegó lo más rápido posible, hijo mi niño que pasó le dijo la señora Yu al joven quien lloraba con rabia, frustración había roto todo en esa habitación no había dejado nada intacto vestidos, zapatos, bolsos, abrigos muñecos de felpa, cojines cubrecamas, maquillaje, accesorios y otras cosas más que se cruzaron en su camino.

Las asistentes nunca habían visto a su señor de esa manera tan iracunda, ese maldito me traicióno mamá, tomo a cinco concubinas por qué no he podido darle a los niños que su familia esperaba, gritaba el doncel con furia en sus palabras, mi amor calma, ven vas a hacerle daño a este bebé, no me lo niegues se que estás preñado, decía la mujer mientras abrazaba a su hijo, Wei Ying fue entregado a Yu Ziyuan cuando el pequeño Ying tenía solo 5 años de edad al morir sus padres, desde entonces ella lo acepto, educó y amo como aún verdadero hijo, quizá no lo parió pero desde que su madre lo dejo a su cargo no habido un día en que no lo sienta como suyo.

Ayudo a su hijo a salir de la habitación pues había quedado como campo mimado, lleno de cosas rotas o inservibles por todos lados,al llega a la planta baja Shin se le acerco a Ying para ofrecer sus servicios, joven amo a dónde lo llevo dijo el chófer, a ningúna parte gracias, me voy para no volver despideme de los demás no tengo cabeza para hacerlo por mi mismo harías ese gran favor Shin dijo el doncel aún del brazo de su madre, el hombre afirmo con su cabeza no sabía que más decir esa información le habia caído de sopeton.

Jamás pensó que un día vería a su joven amo en esas circunstancias tan abatido, tan dolido que diablos había pasado en esa reunión por qué nadie lo preparo para lo que trajo de la empresa, seguramente esos malditos vejetes hicieron de las suyas, aún así confíaba que en cuanto el amo Mingjue supiera lo que había pasado pondría a todos esos entrometidos en su lugar, pues sabía el gran amor que ese hombre profesaba por el doncel.

Madam Yu llegó con su hijo a la mansión Jiang, afortunadamente su marido estaba en un viaje de negocios, junto a su hijo tendría tiempo para preparar el terreno para saber cómo proceder en contra de esos malditos que lastimaron a su pequeño de esa manera tan cruel.

En la nueva casa Nie estaban instalando alas mujeres que serían las incubadoras de la nueva generación de herederos, no tenían muchas esperanzas pues los genes Nie no daban tanta descendencia, Mingsang había sido hijo único y para colmo había muerto joven, luego seguían ellos Mingjue el mayor, Hausiang el menor que era doncel, por lo que el encargado de dar la línea sucesorio familiar era precisamente su hermano Mingjue.

Pasaron toda la noche en esa difícil tarea, una tras otra tomo turno en las montadas, ahora sabían por qué el doncel no había quedado preñado, ese apestoso hombre apenas comenzaba a calentarse se vacíaba, en ocasiones afuera de ellas, que decepción, tendrían que buscarle un ayudante para poder preñarse, por qué no creían que pasaría nada si esto seguía de esta manera.

Unos días después Mingjue regreso a su oficina, estaba deseoso de llegar para saber si su esposo se había comunicado con su asistente, al entrar a la oficina encontró su café con sus pastelillos de siempre, tenía días de estar deseando esos postres tan deliciosos que su pareja le preparaba.

Al darle una mordida casi se atraganta pues estaban asquerosos, Quing Su ven de inmediato llamo su asistente, a la orden señor Nie, la chica entro casi corriendo pues era raro que su jefe la llamara tan temprano por lo regular comía su aperitivo con calma, luego empezaba su día, de dónde salió está asquerosidad dijo el hombre aventando el resto del postre y el café al piso.

La chica se asustó de esa reacción aunque la esperaba, pues los pasteles que comía su jefe eran enviados desde su casa exclusivamente para el, pues de la cafetería señor de dónde más, contestó la muchacha, envía a un mensajero a mi casa dile que traiga más postres de los que prepara mi esposo, no pienso comer está basura, afirmo el hombre a su asistente.

Sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora