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Aegon la jalo de la mano hacia él, provocando que su cuerpo se estampara al suyo. Acto que hizo reír a la princesa.

— Aegon, podrían vernos.

— ¿Y qué? Eres mi prometida, después de todo.

Aquel comentario lo había dicho con una sonrisa en los labios, escondiendo su rostro cerca del cuello de la princesa quién sintió sus labios rozar como una suave caricia, Oriane se alejó solo un poco, le miró un tanto divertida y otro poco cautivada.

— Que sea tu prometida no quiere decir que puedes tocarme, aún no estamos casados — dijo con ese tono de voz que su madre solía usar para llamarles la atención.

— Suenas igual que madre —bufó Aegon recargando su cuerpo en la pared, cruzándose de brazos —, y cada vez que lo haces te miras aburrida.

Oriane decidió tener piedad de su hermano, se acercó a él parándose sobre la punta de sus pies para darle un casto beso en los labios.

— ¿A dónde iremos esta vez, mi príncipe prometido? — preguntó.

Los ojos del príncipe platinado se iluminaron, una sonrisa de victoria aprecio en su rostro.

— Bueno… — murmuró Aegon colocando su dedo índice en el mentón —. Tenemos grandes y maravillosas opciones, la taberna o el burdel o… el burdel o la taberna — dijo en un tono juguetón —. Tengo otra más y no esta lejos de aquí — murmuró acercándose a ella, señalando con la mirada la puerta de su habitación.

Oriane no pudo evitar poner los ojos en blanco haciéndolo reír.

— Ante esa pobre perspectivas de inmensas opciones, creo que me apetece ir a bailar a la taberna ¿qué te parece? —respondió la princesa.

— Princesa — dijo su hermano extendiendo su mano hacia ella.
Ella le miró fijamente tendiendo su mano, sus dedos se entrelazaron de inmediato.

Ambos príncipes se escabulleron entre los pasadizos secretos de Maegor.

— Esa ropa te queda bien — sonrió el príncipe con cierto encanto.

— Ni siquiera parezco una princesa, me veo como un asqueroso intento de mercenario de Essos — se quejo.

— El chiste es no verte como tú, es lo divertido de escaparnos — dijo el príncipe moviendo su mano al andar.

— Todo mundo sabe quienes somos, los ojos violeta, tu cabello y mi parecido con la reina nos delatan — le indico.

— Yaaaa, basta. Siento que madre viene conmigo — se quejo nuevamente Aegon —. Temo que de pronto me sugieras ir al septo a rezar.

Oriane soltó una carcajada.

— Verte de rodillas ante mí no es una mala perspectiva — le dijo de forma retadora y un poco seductora.

Aegon tuvo que tomar aire para soportar aquella insinuación. Su hermana podía volverlo loco solo con un maldito comentario y aquello era tan embriagador como irritante.

— Ven por aquí — dijo guindola a través de un túnel.

La escasez de luz no era un impedimento para dar aquel recorrido. No había pasado mucho tiempo cuando encontraron las rejillas qué daban directo a las afueras de la fortaleza.

— Espera... — lo jalo de la ropa fea que llevaba —. Asegúrate de que no haya ningún guardia.

Aegon asomó la cabeza con cuidado, estaban dos caballeros a la puerta trasera y uno en el torreón. Demasiado idiotas para siquiera darse cuenta que los príncipes estaban escapando frente a sus narices.

Kingdom Fall - Aegon II Targaryen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora