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§ « Amar a Aegon me resulta tan sencillo como respirar. No hay una persona en el mundo que despierte las sensaciones más apasionantes en mi vida más que él. Deseaba que me recordara qué era suya y hacerlo mío. Nos pertenecemos, hasta la eternidad » § Diario de la princesa Oriane.

Oriane fue separada de Aegon, su madre se la había llevado con ella para ponerse al día. Ambas compartieron junto a Helaena un momento agradable, rieron y contaron anécdotas, Oriane no dijo nada del monasterio de las Septas. Prefirió guardar esos detalles para ella.

- El tío Gwayne es todo un galán - dijo divertida -. El tío Ormund le pidió que deje de coquetear con cada señorita que le sonríe.

Alicent negó con la cabeza sonriendo. Una felicidad genuina, una que ella pocas veces solía ver en su rostro, pero que extrañaba.

- Le dije que debía comportarse en tu presencia - advirtió.

- Seguramente hizo lo mejor que pudo, siempre fue muy correcto, además me enseñó a usar una ballesta.

Alicent le miró horrorizada pero Helaena sonrió fascinada.

- ¿De verdad? ¿Y qué tal tu puntería, hermana? - preguntó.

- Excelente, di en el centro sin fallar ni una sola vez, pero la verdad prefiero leer - Helaena asintió convencida de eso.

La reina estaba llena de gozo, sus dos hijas juntas finalmente. No podía existir un momento más dichoso que ese, agradeció a los dioses en silencio.

- Oh, hablando de libros - dijo Oriane emocionada -. Daeron y yo trajimos varios de la Citadel, nos los regaló el maestre Davos.

- Solo filosofía - Helaena frunciendo los labios -. Extraño los libros de poesía.

Oriane rió.

- ¿Crees que llegaría sin nada para ti? - su hermana le miró con una sonrisa cómplice -. Tus regalos seguramente están en tu habitación, espero que te gusten.

- ¿Deberíamos ir a ver? - preguntó la reina a su hija mayor, ella asintió.

Las tres fueron hacia los aposentos de Helaena que se movía con gracia al andar, como una niña pequeña. Tan dulce y amable, era realmente feliz.

- Oh... Oriane - exclamó la platinada con sorpresa cuando abrió la puerta.

Su madre le miró fijamente y sonrió.

La habitación de Helaena estaba llena de cajas de vidrio para sus colecciones de insectos, tres álbumes de hojas y tinta para sus apuntes y jaulas con grillos cantores. Su hermana se arrodilló e introdujo su dedo acariciando uno.

- Daeron dice que hicieron música durante todo el viaje.

- Es hermoso, gracias. Me encanta, de verdad - dijo Helaena entre asombro y emoción.

- Mi niña - murmuró Alicent.

- También traje regalos para ti, están en tu habitación - le dijo a su madre.

- Mi mejor regalo es que tú estés aquí, tener a mis hijos juntos - respondió su madre acariciando su mejilla.

- Majestad - Ayde inclinó su cabeza.

- Tengo que atender un asunto, nos vemos más tarde - se despidió de sus hijas.

Deber de reina. Un deber que algún día sería de ella, finalmente su madre descansaría y podría tomarse el tiempo de ser feliz.

- ¿Quieres que salgamos de aquí? - preguntó Helaena -. Pasaste mucho tiempo encerrada para quedarnos solas en mi habitación. - Oriane sonrió y asintió.

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⏰ Última actualización: Sep 17 ⏰

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