Se había dado cuenta que mucho sentido la vida ya no tenia. Cuadro depresivo, tormenta, dramatismo, lo que sea, no le interesaba y nunca lo haría era la conclusión a la que había llegado a sus jóvenes 20 años.
Quackity le dió una calada a su cigarrillo por una última vez mientras miraba lo que el inhalaba como su último atardecer recargado en un no muy confiable barandal de un edificio de quince pisos, hasta en sus últimos momentos quería darle un toque cinematográfico porque si abandonaba lo teatral entonces dónde quedaba su verdadero ser.Tiro el cigarro sin siquiera preocuparse en apagarlo o donde cae, todo terminaba así que da igual, que se queme el edificio si eso es lo que tiene que pasar.
Miro su teléfono y marco un número, si se iba a ir entonces tendría que darle un último tormento a alguien conocido, siempre fue egoísta, está vez no sería la excepción.
Pego el teléfono a su oreja mientras escuchaba el castroso pitido que emitia el aparato preguntándose si en verdad contestaría y aunque la espera no era más de unos segundos, la paciencia no era una característica que lo describiera por lo que las ganas de que otro trago de nicotina llenará su ser lo invadió, para su desgracia la cajetilla ya se había acabado.Cuando estuvo a nada de quedarse sin esperanza, en el último segundo atendieron el teléfono al otro lado de la línea. Ah como era la vida, dándole un poquito de suspenso, casi se arrepentía de lo que iba a hacer.
—Te dije que no me volvieras a marcar.— se escuchó secamente al otro lado de la línea, comp simple respuesta soltó una risa amarga. Lo conocía tan bien que podía notar como fingía su exasperación porque sin tan harto estaba de él como los últimos meses pasados había hecho creer entonces no habría cogido la llamada, pero ahí estaba una vez más. Uno siempre vuelve a dónde es feliz dijo algun sabio. Rubius era un amigo —no tanto— con el que se había cruzado hace más de un año, sentimientos surgieron, pero la naturaleza de autosabotaje de ambos solo logro una cosa y claramente no fue un final feliz.
—Tan tierno como siempre—solto con sarcasmo que solo causo un pujido al otro lado— solo venía a despedirme, ahora sí, está vez es la última vez que te hablo.
—Eso dijiste las últimas tres llamadas Quackity.
Bueno, eso era verdad también.
Su relación era como un sube y baja, o más bien una droga, sabes que te hace mal pero es tan adictiva que tienes que volver ahí porque sin ella sientes que desfalleces, Quackity la describiría tan cercana como la relación que tenía con el cigarro, tal vez un poco más jodida incluso. Puedes fingir que estás bien sin ella, sin embargo sabes en cada palpitar que algo te falta y aunque quieres negar el desconocimiento de que, la respuesta siempre está ahí.—Esta vez lo digo en serio.
Rubius por un segundo se negaba a creerlo, si había algo más en la naturaleza dramática del menor era la mitomania. No obstante, algo pequeño, casi inaudible en la voz de su tormentoso acompañente le hizo saber que era cierto y eso solo causo que tuviera que guardar silencio por unos segundos pensando sabiamente en las próximas palabras que soltaría.—¿Dónde estás?— solo eso se le ocurrió.
—No lo sé.— Está vez se sentó sobre el barandal y miro hacia abajo, nunca se había dado cuenta de lo alto que era este edificio.
—Quackity, cualquier cosa que vayas a hacer-
El contrario lo interrumpió—¿Te acuerdas dónde nos conocimos?
Silencio otra vez, Rubius sentía nervios, miedo, terror. Se levantó y se sentía listo para correr e ir a buscarlo, sin embargo una vez más volvió a escuchar su voz se quedó estático, dándose cuenta de algo.
A veces uno tiene que saber cuándo dejar ir.
Ese momento era hoy.
Soltó una risa que no albergaba ni una sola pizca de alegría en ella.—¿Cómo podría olvidarlo? La fiesta de cumpleaños de Alex. Desde el primer segundo supe lo jodido que estabas y ni eso me impidió ir a hablarte, fue casi involuntario.
Quackity sonrió un poco y miro hacia el cielo, ya tonos más oscuros aparecían y aquel cálido naranja el cual siempre había fascinado su corazón se estaba yendo a dormir.—Tu tampoco estabas en tus mejores condiciones.. perdón por todo, si pudiera hacer cualquier cosa distinta...—suspiro, nunca había sido bueno con las palabras— bueno, solo espero que en otro momento pueda funcionar.
—Yo también lo espero.
—Gracias por todo.
Esas fueron las últimas palabras que se escucharon en la línea antes de que dejara caer su teléfono y también a él.
Las ambulancias no tardaron tanto en llegar después de eso.
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hola y adios.
no hay separador porque lo perdí, ni frase porque ninguna me lleno, a veces es mejor dejar algo vacío que algo mediocre (aunque no puedo decir eso porque ni siquiera me di la tarea de revisar este capítulo, perdón).
(tampoco es que los otros sean tan buenos y eso que están revisados, lo cual lo hace peor.)
llevo mucho sin pasar por acá y vuelvo como si nada, disculpen también me gusta mucho el dramatismo.