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Lena POV

Tan pronto como entro en el camino de entrada, sé que el idiota de mi hijo está organizando una fiesta. Ese chico tiene que dejar de pensar con la polla y poner en marcha su cerebro.

Cuando yo tenía su edad, creé mi primera empresa, y un año más tarde, era una millonaria hecha a sí misma.

Estoy contenta y decepcionada de que no haya crecido como yo. Sí, éramos pobres y tuve que dar un paso adelante y ser la proveedora de mi madre y mi hermana, pero eso me dio el fuego que necesitaba. Me hizo querer ser alguien mejor, crear algo que me diera suficiente dinero para no volver a preocuparme de si cenaría ese día.

Mi hijo creció en el lujo sin ninguna preocupación en el mundo. Quizá he sido demasiado indulgente con él. Pero su madre murió cuando era un bebé y nunca confié plenamente en mis capacidades como madre soltera.

Al pasar junto a seis coches estacionados al azar en mi jardín, meto mi Mercedes en el garaje y apago el motor.

Salgo del coche e inmediatamente oigo música a todo volumen y risas procedentes del interior de la casa.

Que me jodan. No quiero lidiar con esto después del día que he tenido. Cierro la puerta del coche de un portazo, lo bastante fuerte como para doblar el metal, y atravieso el garaje hasta llegar a la puerta que da a la cocina. Irrumpo por la puerta, provocando de inmediato el frenesí de un grupo de adolescentes.

-¡Fuera de mi casa! -grito lo bastante alto como para ahogar la música.

Las risas se convierten en un silencio incómodo. El equipo de música se apaga y la gente empieza a salir corriendo de la casa como si estuvieran aterrorizados. Supongo que no es descabellado. Mido un metro noventa, llevo un traje negro y tengo una expresión de ira en la cara.

Mike entra en la cocina con una cerveza en la mano. Puede que todos sus amigos me tengan miedo, pero él no.

-Se suponía que no ibas a estar en casa hasta mañana.

-¿Esa es tu excusa? -Qué descaro el de este chico.

-Vamos, mamá. Una vez fuiste joven. Sólo estábamos pasando el rato. La mayoría de nosotros tenemos dieciocho años.

-¿La mayoría? Estupendo. Tienes razón. Tuve tu edad una vez, pero nunca le habría faltado el respeto así a mi madre. Vas a limpiar esta casa de arriba abajo antes de irte a la cama.

Su ceño se frunce. -¿Por qué no puede Barbara....?

-Barbara está aquí para ayudarme a mantener la casa limpia mientras trabajo, no para que tú la ensucies. Es hora de que te responsabilices de tus actos. Ahora ponte a trabajar, o la próxima vez que pases la tarjeta de crédito tampoco funcionará. -Mike me mira más sorprendido que otra cosa. Sí, he sido demasiado indulgente. -Es hora de madurar, hijo.

Se queda con la boca abierta. Dejo que se lo piense y, con suerte, que aprenda algo mientras me dirijo a mi oficina.

Esta habitación siempre ha sido mi lugar de soledad. El único lugar donde nadie puede entrar. Ni siquiera Mike o Barbara.

Mi mano rodea el pomo y es entonces cuando lo noto por primera vez. Algo no va bien. Llámalo sexto sentido o premonición, pero algo muy dentro de mí me dice que mi vida está a punto de cambiar. Y lo que va a cambiarla, está detrás de esa puerta... esperándome en mi oficina.

Con miedo y emoción a partes iguales, empujo la puerta para enfrentarme a mi destino. No sé qué esperaba, pero un ángel rubio de metro y medio junto a la ventana no estaba en mi lista.

Sé que es un ángel incluso antes de que se dé la vuelta, pero cuando lo hace y contemplo el rostro más bello que jamás he visto, olvido momentáneamente cómo respirar.

Creo que mi corazón también se olvida de latir.

-Lo siento mucho. No quería entrometerme. Sólo intentaba alejarme de la fiesta y ésta era la única habitación tranquila que encontré. Juro que no toqué nada. Sólo miraba por la ventana. -Sigue divagando, pero el sonido de su voz me embelesa y apenas entiendo sus palabras.
Su larga melena cae sobre sus hombros en suaves ondas y me dan ganas de pasar los dedos por sus mechones. Lleva un sencillo vestido de verano, con un dobladillo que le llega por encima de las rodillas. Es modesto, pero sexy de un modo inocente, porque sus curvas prometen mucho más bajo la tela.

Solo cuando empieza a moverse hacia mí -mirando más allá de mí, hacia la puerta- me doy cuenta de que está intentando marcharse.
No, no, no. Todo dentro de mí me dice que no deje que se vaya.

Retenla.

Marcala.

Criarla.

Hazla tuya.

¿Qué demonios está mal conmigo? Esta chica tiene la mitad de mi edad y un tercio de mi tamaño. No tengo por qué tener ninguno de estos pensamientos.

Sin embargo, no puedo pensar en otra cosa.
-Por favor, no te vayas. -Levanto las manos, mostrándole las palmas como si eso fuera a ayudar. Mis manos son enormes y ásperas. Puede que ya no haga trabajos manuales, pero hago ejercicio todos los días sin usar guantes.
La sorprendo mirándome las manos y rápidamente las guardo en los bolsillos.

-¿Por qué? - Su voz es pequeña, tímida y tiene línea directa con mi polla. ¿Desde cuándo mis genitales se activan con la voz?

-Porque... Rápido. Piensa en algo. -Ni siquiera sé tu nombre.

-Oh. Es Kara.

-Kara-Repito su nombre, dejando que baile en mi lengua como mi nueva canción favorita.

-Soy Lena.

-¿Lena Luthor? -El miedo vuelve a aparecer en sus ojos al reconocerme. -Por supuesto, eres la madre de Mike.

Asiento con la cabeza, analizando la forma en que el nombre de mi hijo sale de sus labios. Hay una nota amarga en su voz. Por alguna razón, no le cae bien mi hijo, y eso me irrita de sobremanera.

-¿Qué ha hecho mi hijo?

Aspira bruscamente antes de soltar una mentira.

-Nada. De verdad, no pasó nada. Todo fue sólo... un malentendido.

-No me mientas, kara. ¿Qué ha pasado?

-Cruzo los brazos delante del pecho,
esperando a que me diga la verdad.

Sus ojos se desvían hacia mis antebrazos, mi pecho y mi cara. Sus mejillas se sonrojan y me pregunto qué demonios estará pensando.

-Me invitó a esta fiesta... como cita, pero era una broma, supongo.

-¿Una broma? -Estoy seriamente desconcertada -¿Cuál es la broma de llevar a una chica hermosa a una fiesta?

El rosa de sus mejillas se vuelve rojo intenso. Se retuerce nerviosamente las manos como si intentara distraerse para no hacer otra cosa con ellas.

-¿Crees que soy bonita?

-¿Estás bromeando? Cuando entré por primera vez pensé que eras un ángel. De hecho, sigo pensando eso.

-Nunca nadie me había llamado hermosa -admite, con los ojos clavados en el suelo.
Antes de que pueda evitarlo, cierro la distancia que nos separa. Levanto la mano, le sujeto suavemente la barbilla con los dedos y le levanto la cabeza, obligándola a mirarme. - Supongo que tendrás que quedarte por aquí. Si no, ¿cómo podría decirte lo preciosa que eres hasta que te lo creas?

Falling (Adaptación Supercorp) Lena gip Donde viven las historias. Descúbrelo ahora