Cuatro

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Los días después del encuentro en los camarines estuviste demasiado ocupada solucionando asuntos del trabajo que no te dio tiempo de ir a los entrenamientos de Tobio, razón por la que no pudiste ver a Oikawa tampoco.

Cierto día te viste afectada por la llegada de tu periodo, te sentías tan mal que decidiste no salir de la cama. Tu novio se había ido a entrenar hace un rato, los partidos del torneo comenzarían en tres días y no podía quedarse a hacerte compañía. Habías puesto una película y te acurrucabas bajo la ropa de cama intentando relajarte.

Desde el último encuentro no dejabas de pensar en el hombre con el que habías engañado a tu novio. Era como si tu cerebro se empeñara en no dejar que las imágenes se repitieran en tu mente, la sensación de vacío al no tener sus manos sujetando tus caderas para follarte intenso, su lengua dentro de tu boca, la suavidad de su piel y tus uñas enterrándose en sus hombros.

Sin darte cuenta mordiste tu labio inferior al recordarlo.

El timbre de la habitación del hotel sonó, no podía ser el servicio de limpieza, puesto que ya habían pasado en la mañana. Por un momento supusiste que era Tobio olvidando la tarjeta de acceso y volviendo antes de lo planeado solo para no dejarte sola en el momento en que te estabas sintiendo como la mierda por los calambres menstruales. Pero no, nunca pensaste que la persona detrás de la puerta no sería tu novio, sino su rival.

—Oikawa —dijiste su nombre sorprendida al verlo tras la puerta. Llevaba algunas bolsas de papel y un vestuario relajado—. ¿Qué haces aquí?

Estabas genuinamente sorprendida.

—Alguien mencionó que estabas enferma, como el idiota de tu novio me dijo que iba a entrenar todo el día, decidí hacerte algo de compañía... —dijo pasando a tu habitación de hotel para dejar las bolsas sobre una mesa.

—Pero... —te habías quedado sin saber qué decir. No entendías qué pasaba por su cabeza—. ¿Cómo supiste en que habitación me estaba quedando?

—Tengo mis métodos, princesa.

—Coqueteaste con la de recepción, ¿no? —intuiste.

—¿Por qué piensas eso de mí, Rosie? —sonrió intentando ocultar el rostro que delataba sus acciones más sucias—. ¿Es que acaso estás celosa?

—¿De ti? —alzaste una ceja, y cerraste la puerta.

—No deberías estar celosa, solo me gustas tú —dijo con descaro—. Eres la más hermosa, sensual, inteligente... y ahora que te veo con tu lindo pijama, la más adorable.

Hasta ese momento no habías caído en cuenta de tu aspecto. Llevabas un pijama de dos piezas con estampado de vaquitas, el cabello enmarañado y pantuflas a juego. Te arrastraste a la cama llena de vergüenza, cubriéndote con las mantas como una niña pequeña, pero le escuchaste reírse y sentarse a tu lado.

—No quiero que me veas así... —dijiste aún escondida, solo lograste que se riera más—. Tobio puede llegar...

—Tobio no vendrá hasta la noche —aseguró—. Por favor, solo quería verte...

Se había encargado de hacerle creer a Iwaizumi que necesitaba un tiempo a solas contigo para terminar todo entre ustedes, así que Hajime le mantendría informado de cada movimiento de tu novio.

Suspiraste y saliste de tu escondiste, las sabanas se te habían enganchado en el pelo y te lo habían revuelto aún más.

Él tenía una sonrisa encantadora, te arregló el cabello con sus manos y acomodo los mechones detrás de tu oreja.

—Aun así no podemos tener sexo —le advertiste.

—¿Piensas que tener sexo es lo único que me interesa de ti? —preguntó fingiendo estar dolido.

Illicit Affairs; Tōru OikawaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora