Siete

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Cuando volviste a Tokyo la habitación de hotel estaba sola y ordenada. Supusiste que Tobio estaba en el gimnasio como siempre, enviaste la ropa que habías usado en el viaje a la tintorería y te diste una ducha para eliminar cualquier rastro de Tōru en tu piel, pasaste la mano por tu cuello, específicamente la marca rojiza que el de ojos marrones había dejado en tu piel.

Sonreíste al recordar todo lo que había pasado ese fin de semana. Te sentías como una quinceañera enamorada y lo único que querías era volver a estar con él.

Te secaste el cabello y pusiste ropa cómoda, de seguro tu novio llegaría en poco tiempo y tendrías que seguir inventando mentiras para esconder lo que habías estado haciendo en otra cama y con otro hombre.

La puerta se abrió y corriste a los brazos de Tobio con una sonrisa para besarlo. Le pareció extraño tu cambio de actitud, aunque con la poca esperanza que tenía en que su mente lo traicionaba, quiso atribuirle esa inesperada muestra de afecto al haberlo extrañado mucho con el viaje.

—¿Cómo te fue con Azumi? —preguntó Tobio mirándola en detalle.

—Uhm... bien, tuvimos bastante tiempo para descansar —mentiste.

—Kei estuvo aquí el fin de semana —respondió él.

—Lo sé... —fingiste—. Azumi me lo mencionó, que él y Yamaguchi vendrían por el comienzo del torneo.

—¿Te mencionó Azumi lo de...? —Tobio fue suspicaz.

—¿Qué cosa? —preguntaste mientras lo llevabas a la cama, reaccionando al darte cuenta de que esperaba que tú le confirmaras la información—. Ah sí, claro, me lo mencionó... me parece genial.

—Si, a mí también.

La voz de Kageyama era diferente contigo ahora, sus ojos ya no brillaban al verte de la misma forma en que lo hacían antes. La intranquilidad se apoderó de ti, te pusiste nerviosa y empezaste a actuar de forma extraña, llena de culpa y de remordimientos.

Pero ni la culpa ni los remordimientos te impedirían seguir viendo a Tōru, y así las semanas fueron pasando. No dejaban de encontrarse a escondidas, de hacer el amor en los lugares más insospechados y de jugar con los demás mientras fingían que nada ocurría cuando entre ustedes todo estaba pasando.

[...]

La final del torneo era en dos días, pero Tobio sabía que no podría llegar al partido de forma decente si no se quitaba todo eso que guardaba en el pecho. Sentía vergüenza de hablarlo con Hinata y que lo juzgara de la peor forma posible, era su mejor amigo, y no quería tampoco exponer a Rosie a miradas de culpa sobre la mujer que amaba. No, no podría con eso.

Así que con la necesidad de desahogarse recurrió a la persona que a su juicio tenía más experiencia en relaciones amorosas, además, siempre había visto a ese hombre como alguien demasiado parecido a él, no imaginaba que lo que ambos compartía los unía de forma inesperada.

Tōru escuchó el timbre y abrió de inmediato. Pero la persona al otro lado de la puerta no era quien esperaba.

—Oikawa... —dijo Tobio a modo de saludo—. ¿Puedo pasar?

La respiración de Tōru comenzó a volverse pesada, pero si el pequeño Tobio estaba allí significaba que no sabía nada, ¿verdad?

—Adelante —dijo con temor, mirando a ambos lados del pasillo antes de cerrar la puerta detrás de Tobio—. ¿Quieres beber algo?

—Agua estaría bien —dijo el menor, sentándose en uno de los sofás de la pequeña sala de estar que la habitación de Tōru tenía.

El de ojos marrones le entregó la bebida. El peso de la culpa caía sobre sus hombros y le martillaba la cabeza constantemente al estar a solas con la pareja de la mujer a la que él ¿amaba?

Illicit Affairs; Tōru OikawaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora