INNERISLAND/1/ LEJOS DE KHA

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   Agnes intentó abrir los ojos sintiendo la fatiga de haber realizado un largo viaje. El agua del mar la golpeaba de forma rítmica, penetrando el tejido de su ropa y desplazándola en cada toque sobre la arena de la playa. Parezco un cadáver, pensó aturdida, con la sensación extraña de estar asistiendo a su propia muerte o a un sueño. Trató entonces de recordar lo que había estado haciendo antes de llegar a aquella orilla. Aún no se había dado cuenta de en qué medida se le había vuelto hermética la lógica de la memoria. De su nariz brotaba un hilillo de sangre que fluía hasta la boca donde se mezclaba con el agua salada. El pelo retirado, apelmazado de arena y sal, dejaba al descubierto una marca en el cuello. Un tatuaje profundo, como una quemadura con forma de sol.

Didier la observaba desde hacía rato, sentado a su espalda, apoyado en una roca. ¿Cómo habría llegado aquella chica hasta allí? Nadie llega a Innerisland por casualidad. Tenía la boca pintada de carmín rojo y su pelo castaño, largo, no recordaba en nada a las cabezas tristes, en su mayoría rapadas, de las mujeres de Soa, Treva y Eudon.

Sonaron pasos en el sendero. Alguien se acercaba a la playa de las luciérnagas. Didier se puso en pie, no quería que nadie supiese del tiempo que había estado observando a la desconocida.

Las voces se fueron haciendo nítidas y pudo reconocer a Odren hablando con Alanna. Sintió entonces una imperiosa necesidad de ver la cara de la chica antes de que Odren llegase, antes de que nadie la descubriese.

Se sentó a su lado. ¿Quién eres? El rostro de la desconocida se giró con los ojos cegados por la luz. Didier esbozó una sonrisa, la desconocida no estaba acostumbrada al sol. Ella no contestó. Le miró con una imposibilidad angustiosa de expresarse. Sabía que bastaba una sola palabra, que su voz estaba atrapada en un lugar desde el que podía vislumbrar recuerdos pero las palabras no brotaban. Una minúscula llama interna se apagó y entendió casi desesperadamente que todo eran imágenes inconexas, y que forzarse era sinónimo de dolor.

La dejó sobre la arena con cuidado pero sus movimientos se vieron bloqueados por las armas de sus compañeros. Aún permaneció unos segundos de espalda. No creo que sea peligrosa, dijo poniéndose de pie.

Odren miraba sin entender, confundido ante aquel hecho inexplicable. Cómo ha atravesado las dimensiones. Cómo ha sobrevivido al túnel. Odren era el jefe de los libertarios, el líder de Innerisland. Había nacido en Soa, uno de los Estados más violentos conocidos. Cuando la polarización ideológica socavó la cohesión cívica de todo el planeta éste se dividió en tres: Soa, Eudon y Treva cuyos presidentes eran además líderes religiosos extremistas. Un grupo de científicos, puso en marcha una evasión nunca antes imaginada y Odren fue el pionero. Innerisland fue su creación, una dimensión distinta que con el tiempo se convirtió en el único lugar seguro en el que refugiarse.

Poco antes de la huida Odren vio morir a su madre y a su hermana a manos de Iwan, el líder político y religioso de Soa.

Aquel fue un tiempo convulso, de revueltas internas en los Estados, al comienzo de los mandatos religiosos, antes de la implantación de la vacuna.

La vacuna contenía, según se decía, un componente de protección contra armas químicas y debía ser aplicada a todos los ciudadanos a las edades de seis y veinte años. Eran las madres las encargadas de hacerlo. Las mujeres preservaban la salud en Soa.

Con la vacuna llegó la paz interna y poco después una prolongada guerra entre Estados que blindó definitivamente las fronteras, castigó los matrimonios mixtos con la pena capital y declaró el estado de sitio de forma indefinida.

Alanna había nacido en Eudon y su liberación pasó por la colonia de Siluth. Hubo un grupo de disidentes ateos que fueron indultados de la pena de muerte, e hipotéticamente liberados por el propio Gobierno. Su destino fue Siluth, la colonia denominada precisamente "Libertad". Por alguna razón en las noticias de los tres Estados Siluth comenzó a ser protagonista. Enormes pantallas ubicadas en las calles y las empresas mostraban cómo los ciudadanos de Siluth adoraban ciertas cosas, cambiantes, como si fueran pseudo dioses. Grandes plantaciones de una sustancia denominada Lisargina se extendían a lo largo y ancho de Siluth sin que ningún control policial pusiese barreras. Prácticamente todos los colonos eran adictos a la Lisargina y los estragos de la droga eran televisados casi a diario. Homicidios, suicidios y todo tipo de demencias crecían exponencialmente en Siluth ante el horror de unos espectadores que sentían los dramas como algo cada vez más ficticio y ajeno a su vida diaria.

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