DESENTERRANDO HERRAMIENTAS

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—Hace mucho tiempo atrás, los minish y las hadas se consideraban razas hermanas. Tal vez era porque ambas especies vivían en hermandad con la naturaleza o quizás simplemente porque compartían su estatura. Después de todo, no se conocen otras formas de vida inteligente que midan apenas una pulgada. Los minish por su parte, son expertos en tecnologías, sobre todo mecánicas como las poleas y las palancas. Además, son grandes entendidos en el terreno de la química. Muchos adjudican el descubrimiento de la pólvora gerudo a un grupo de minish que convivían con ellos. Por otro lado, las hadas comparten una intrínseca relación con la flora y fauna salvaje de este mundo. Su magia radica en la comunicación que tienen con el ecosistema. Si dañas al medioambiente, las hadas lo sabrán. No obstante, estas últimas criaturas entienden que todas las razas requieren de la naturaleza para subsistir. Pueden deducir y diferenciar fácilmente a alguien que caza o pesca para comer o dar de comer, de alguien que lo hace simplemente por el hecho de hacer daño. De igual forma, notan cuando se tala un árbol para hacer una casa, refugio o quizás un fuego y saben diferenciarlo del maltrato a una planta por mera satisfacción. Para ganarse la confianza de un hada hay que demostrar amor por la naturaleza, y eso es algo que los kokiris sabemos hacer muy bien. En fin, resulta que, hace no mucho tiempo, el joven hijo de una minish y de un hada abandonó a su familia para unirse a Ganondorf. Según tengo entendido, el joven mestizo repetía a menudo que los minish y las hadas no eran esclavos de ninguna casta. Aunque, realmente las razas vivían en relación de mutualismo y nadie obligaba a otros a hacer nada. Sin embargo, este muchacho sostenía que él era hijo de los dos linajes más antiguos del planeta y que era superior al resto de las sangres. Se cree que se unió a Ganondorf porque inicialmente su plan era matarlo para demostrar su gran poder. Pero lejos de cumplir su cometido, terminó trabajando para el tirano como su ayudante. El poderoso rey gerudo, en una astuta maniobra, le cedió al joven un fragmento de la trifuerza de la sabiduría. Este, que tenía grandes dotes intelectuales por parte de su madre y un conocimiento amplio de la naturaleza gracias a su padre, pudo elaborar una poción secreta con la sangre de un hyliano para aumentar su tamaño corporal. Actualmente, Vaati se ve como un hyliano algo más alto y bastante demacrado, pero es sin duda el aliado más poderoso que Ganondorf posee. Al ocurrir este evento, los jefes de las razas minish y hadas de cada región del mundo se reunieron a discutir el asunto. Lejos de llegar a un acuerdo, terminaron discutiendo y alejándose unos de otros, separando hasta el día de hoy a las dos especies más primitivas de este planeta. Los minish decidieron abandonar a todas las razas y esconderse. Es por ello por lo que cualquier niño menor de seis o siete años probablemente no haya visto un minish en toda su vida. Las hadas, por otra parte, abandonaron a todas las razas menos a nosotros. Los kokiris, respaldados por el Gran Deku, somos una casta de confianza y por eso las hadas continúan viniendo a nuestra aldea-madre todos los días. Como dije anteriormente, ellas se van y vienen al atardecer y al amanecer. El brillo que emanan es muy difícil de reconocer en ese horario porque se camufla con el entorno. Entonces, supongo que esta noche, con algo de suerte, podrás ver a Navi, la bella hada que te acompañó, durante un tiempo, en tu infancia —dijo Saria, desinflándose como si hubiera contado la historia de su vida.

El joven la miró y se quedó callado tratando de comprender toda aquella nueva información, o más bien vieja, pero olvidada.

—¿Cómo es que yo tuve un hada, si no soy un kokiri? —preguntó Link.

—En primer lugar, ¿cómo sabes que no hay algo de kokiri en tu linaje? —dijo Saria—. Hasta donde yo sé, ambas razas son muy similares. Casi diría que, si no fuera por tu vello facial, raro en los kokiris, físicamente no encuentro ninguna otra diferencia —explicó Saria haciendo pensar a Link.

—Eso nunca se me hubiera cruzado por la cabeza —dijo Link.

El joven, pensativo, miró hacia arriba y advirtió que los árboles eran cada vez más frondosos. A medida que se adentraban en esa parte del bosque, la luz del sol se filtraba cada vez menos. A su vez el día había amanecido algo nublado y minuto a minuto se cubría más.

Link, Salvaje NaturalezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora