CAPÍTULO 47 "SIMPLE, PERO DULCE"

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"¿Y no es tan bonito pensar que, todo el tiempo existía alguna cuerda invisible que te ataba a mí?"

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"¿Y no es tan bonito pensar que, todo el tiempo existía alguna cuerda invisible que te ataba a mí?"

—Taylor Swift.

Todo lo que me contó David esa noche me dejó un poco impactada, si bien conocía algunas partes de la historia, unas otras las desconocía.

Lo abracé por el torso y lo miré, mientras me terminaba de contar y soltó un suspiro.

— ¿Por qué no me habías contado todo? —susurré.

—No lo sé —ladeó levemente con la cabeza — supongo que, a pesar de todo, una parte de mí tenía miedo.

— ¿Miedo?

—Sí, de alguna forma, contigo nunca dudé en demostrar a mi verdadero yo, pero sentía que, si te contaba algo, te ibas a ir —suspiró —no estoy acostumbrado a que cuando las personas conocen al verdadero yo se queden, me quieran y de alguna manera lo hiciste y creí que, si conocías más, algo iba a cambiar.

— ¿Eso crees?

—O eso creía. Siento que, a estas alturas de nuestra relación, ese pensamiento es absurdo, porque sé que jamás harías algo así.

—Yo jamás lo haría, me enamoré de ti y te amo por quién eres y todo lo que has vivido te han convertido en quién eres ahora.

Él sonrió, pero no me miró, solo se quedó con la mirada en el techo, entonces, me subí encima de él y nos miramos de frente. Limpié una lagrima que estaba recorriendo su mejilla y él sonrió de nuevo.

—Te amo por quién eres, David. Conmigo no tienes que ocultarte o fingir ser alguien que no eres.

—Eso lo sé y es lo que me encanta de ti, porque, aunque al principio lo intenté, contigo me era difícil no ser yo.

Esta vez fui yo la que sonrió y lo besé, sentí sus manos recorrer mi espalda y sentí como los bellos se me erizaron, había olvidado por completo que hace unas cuantas horas habíamos tenido sexo y que aun estábamos completamente desnudos.

El beso comenzó a subir de tono y él me tomó de la cintura para mandarme debajo de él, pero lo detuve.

—Esta vez me toca a mí — susurré contra sus labios.

Él solo soltó una pequeña risa y tomé sus manos para sostenerlas encima de su cabeza, por lo regular no solía tomar el control, pero no me molestaba hacerlo.

Comencé a bajar mis besos, ataqué un poco su cuello y bajé por su torso, recorriéndole este con las manos, de una manera sutil, pero llena de deseo. Sentí como se estremeció ante mi contacto a lo que solo sonreí y seguí besando su torso, me era relativamente fácil, solo besaba sus cuadritos y de vez en cuando los lamía, no sabía si lo hacía bien, pero él no se quejaba, al contrario, soltaba pequeños suspiros.

La noche que te conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora