Uno: Cuando Alej descubre la serpiente más fea del mundo.

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Alej aún tenía los recuerdos a flor de piel. Ahora que estaba en un barco directo a Estados Unidos, se permitió intentar atar cabos en su mente mientras se paseaba por la popa; cuando la oscuridad invadió su departamento en Margarita's Place en la costa venezolana, su madre le entregó una moneda con un tipo de cabellos rizados y le susurró una dirección: Long Island, Campamento Mestizo.

Su madre le entregó una foto de ambos con el reverso en blanco que guardó en una mochila junto con provisiones para los tres días de viaje en barco. Le entregó dinero suficiente para un pasaje en barco y un beso en la frente. Luego llegaron las serpientes aladas. Rompieron las ventanas en miles de añicos. Las mesitas con decoraciones que estaban cerca también volaron en pedazos. Y su madre se interpuso el tiempo suficiente para que él pudiera escapar.

Nunca había visto esas cosas. Jamás había imaginado que las criaturas de sus libros de cuentos y leyendas escolares. Cierto que esas no estaban, pero se parecían mucho a unas de aquí y otras de allá. Había de todo en esos libros.

—¡Hasta que apareces! Te he buscado por los últimos dos días. —una chica de rizos rubios se dirigía muy molesta hacia él. Sus manos se fueron despegando de la barandilla, preparándose para correr—. ¡Por los dioses! Quirón iba a matarme si resulta que una esas cosas te habían encontrado primero que yo. 

—¿De qué hablas? ni siquiera te conozco. Creo que te equivocas de persona...

Alej aguantó la respiración mientras la chica resoplaba. Llevaba pantalones de mezclilla y zapatos deportivos cómodos. Una playera de Maná, la banda de música Latina y una gorra hacia atrás azul claro. 

—Pues claro que no me conoces. Pero resulta que yo si te conozco Alejandro, y será mejor que vayamos a tu alcoba para poder explicarte todo antes de que nos agarre la oscuridad.

Ella extendió su mano, pero Alej no la acepto. Se aferró con fuerza a la baranda de metal mirando los dedos de la chica, temiendo el momento en que se convirtieran en serpientes con alas. 

—Soy tu guardiana —la chica bajó la mano—. Mi deber es llevarte a salvo al Campamento Mestizo. Pero no te puedo llevar en pedacitos, y eso es lo que va a pasar si no me sigues ahora mismo.

A lo lejos, la costa ya empezaba a aparecer. Los grandes edificios de Manhattan aparecieron primero. Luego se quedó embobado por la Estatua de la Libertad que apuñalaba el cielo. La chica lo tomó del brazo y lo arrastró hacia las escaleras. Lo último que logró ver fue una tormenta eléctrica que se formaba sobre el cielo, cruzando el mismo tramo que el barco. 

—¡Suéltame!

—Entonces muévete —la chica lo guio hasta el camarote B-16, el cual era suyo. Como es que ella lo sabía, ni idea—. Recoge todas tus cosas. Pronto llegaremos al puerto y tendremos que subir a un ferri. Este barco no puede llegar mucho más lejos y aún tenemos que llegar al campamento.

En ese momento, el barco empezó a mecerse con fuerza. Como si el mar se hubiese vuelto loco.

—¡Ahora! ¡Tenemos que irnos ahora! ¡Trae todas tus cosas!

Eso fue fácil. Todo estaba guardado en la mochila de escape que traía de casa. Se la echó al hombro y ocurrió a la proa junto a la chica. Ella se movía rápido por las escaleras. Luego vieron el mar agitado. La oscuridad se mecía bajo él, como si fuera a levantarse un monstruo en cualquier momento. 

—Saben que estamos aquí. Saben que estás tratando de llegar al campamento. Enviaron la plaga para que nos capture.

Unas alas conocidas se levantaron del agua. Serpientes voladoras. Alej revivió a su madre de rodillas llorando mientras esas cosas la envolvían y la mordían una y otra vez.

Entre ellas, se levantó una serpiente más grande que todas, con cuernos rojos que se doblaban en espiral. Sus ojos eran posos de lava activa. Su mandíbula tenía hileras de dientes afilados. Y su objetivo eran los dos chicos hacia los que miraba.

El héroe del HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora