Cuatro: Padres encontrados.

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Las pocas horas viviendo en la cabaña de los hijos de Hermes habían sido una tortura. Pero Quirón le había dado esperanza de que quizás, su padre o madre se daría a conocer durante la cena. 

La cena fue pizza. Había chicos yendo a la fogata para ofrecer sacrificios a sus padres. Pedazos de pizza para Hermes. Una lata de Coca-Cola clásica para Dioniso. Quizás demasiadas rebanadas de pizza para Apolo. Y una estructura compleja e inentendible hecha a base de quesos y pepperoni para Atenea. 

Alej tomó el pedazo más grande de pizza y caminó hacia la fogata. A cada paso, sentía como si la tierra retuviera sus pies. Aunque solo se trataba de ese miedo a hacer algo por primera vez. Se detuvo frente al calor que proporcionaba la fogata. El fuego en movimiento constante dibujaba sombras cerca de sus orejas. Arrojó el pedazo de pizza, deseando habérselo comido él, junto con una plegaria al aire: Quien quiera que seas. No importa quien seas. Solo muéstrate. No creo poder soportar una sola noche junto a los hijos de Hermes. 

No hubo respuesta. Esperó unos segundos más pero el silencio solo era interrumpido por el fuego crepitando. Se devolvió a la mesa de Hermes. Los chicos contaban chistes y se daban golpes. Y a lo lejos, entre las mesas más vacías del comedor, Kelly permanecía inmóvil mientras unas hijas de Afrodita susurraban algo a su espalda. Alej no podía escuchar, pero por los gestos que hacían con las manos, no eran halagos. Kelly se sonrojó y bajó el rostro. 

Alej se levantó con unas disculpas para sus compañeros de mesa y fue hasta la mesa de Kelly. Se sentó frente a ella. 

—No puedes sentarte conmigo. —Kelly no lo miraba a los ojos. Por cómo le temblaba la voz, Alej dedujo que estaba llorando—. Debes sentarte en la mesa de tu cabaña. No puedes sentarte conmigo.

—¿A quién le importa esa regla? Tú estás aquí sola, así que no veo porque no podría sentarme aquí.

—No puedes. Quirón podría molestarse. 

Quirón bufó en ese momento. 

—Creo que esta vez podríamos permitirlo —le dedicó una sonrisa cómplice a Kelly y esta se sonrojó—. Siendo que aún deberíamos explicarle como se maneja el campamento. Te dejo esa tarea hija de Hefesto.

Quirón se fue. 

—¿Hija de Hefesto? —preguntó Alej con sorpresa—. Por supuesto, la daga te la dio tu padre. Tu daga de madera tiene el símbolo de Hefesto en relieve. Tiene mucho sentido. Pero... ¿Por qué no estás sentada con ellos? —Alej apuntó hacia la mesa donde los hijos de Hefesto se golpeaban y comentaban sus nuevos planos de maquinaria. 

—Ellos no quieren que me siente con ellos. No se sienten cómodos conmigo. 

—Que estupidez. Hay que ir hasta allá.

—¡No! —gritó Kelly. Hubo silencio durante un segundo mientras todas las cabezas se volteaban hacia ellos. Luego todo retomó su curso habitual—. Será mejor que salgamos de aquí. —Kelly se puso de pie—. Ven, Te mostraré el campamento. 

Ambos salieron del comedor a paso lento. Frente a ellos, entre el aire frío e invisible de la noche, estaban las cabañas. Recorrieron el camino hasta el borde del lago mientras Kelly hablaba sobre cada actividad que se realizaba a diario.

—Mañana tendrás que empezar a entrenar. Lo mejor sería que un hijo de Ares te ayude con eso, pero son tan irritantes que será difícil pedirles ayuda. Quirón decidirá mañana quien te entrenará. Pero supongo que será alguien de la cabaña de Hermes...

—No repitas el nombre de esa cabaña —le interrumpió Alej—. Si vuelvo a pensar que tengo que pasar la noche ahí, me va a dar el soponcio. 

Kelly rio.

—Está bien.

Alej tomó un grupo de piedras y empezó a arrojarlas al lago. 

—Nunca conocí a mi padre. Aunque mamá decía que siempre iba a saber cómo estaba. Pero aparte de eso, no quien es. Y de verdad me preocupa de sea Hermes.

—Bueno... todos aquí vivimos la misma historia. Padre ausente o madre desconocida. 

—Viví todo el tiempo con mi madre. Era muy hermosa.

—¿Era?

—Dio su vida para salvarme del primer ataque. Antes de huir, me pidió que viniera a este lugar. 

—Lo siento mucho.

—Gracias. 

Alej quería llorar, pero no dejó salir las lágrimas. Se concentró en hacer un arco cuádruple perfecto sobre el agua. Las piedras se le estaban agotando.

—Creí que mi padre quizás era un hombre casado y mi madre su amante. Y por eso no quiso conocerme. O que yo lo conociera. Y que resultara ser un dios es... es más difícil de procesar. 

—En realidad te lo tomaste mejor que muchos. Lara Carriot, una de las hijas de Ares, vomitó en la cafetería y se desmayó cuando Ares la reconoció como su hija. Pero resultó ser una abusona digna del nombre Ares.

Alej rio. 

La luna se elevaba aún más en el cielo nocturno. La gente empezó a salir del comedor. Y los segundos antes de volver a la cabaña de Hermes parecían escurrirse. Quirón se quedó mirando el rumbo de los jóvenes hacia sus cabañas desde el comedor. 

Alej cerró los ojos. Rogó una última vez en susurros a que su padre hiciera alguna señal. Algo que lo librara de volver al desastre de esa cabaña. Kelly soltó un grito ahogado. Alej abrió los ojos. Una bruma oscura como la plaga subía desde el agua. También desde la tierra. Las grietas de la tierra se habrían y se movían bajo sus pies. Kelly sintió deseo de correr, pero Alej sintió que debía quedarse. 

La tierra tembló y el aire se volvió espeso y oscuro. Se escuchaba el trote de soldados que iban en su dirección. El corazón de Alej se aceleró. Quirón se acercaba galopando entre los gritos y el disturbio. Una línea de defensa de hijos de Ares se plantó a varios metros de Kelly. Los arqueros de apolo apuntaban desde los tejados de las cabañas. 

La oscuridad se arremolinó sobre su cuerpo y coronó su cabeza. Un símbolo empezó a formarse. Los soldados de Ares se acercaban en formación, sin romper filas. Espadas y lanzas preparadas. Pero se detuvieron. Un grito ahogado salió de las masas. 

Sobre la cabeza de Alej, había un bidente mesclado con una cruz y un punto que coronaba el símbolo. Era de total oscuridad, pero de alguna forma brillaba un poco. Quirón se detuvo a observar. 

Detrás de las cabañas, los bosques se agitaban El batir de muchas alas se escuchaba cerca. Entonces una bandada de pájaros surcó el cielo y formó un círculo sobre Alej. Fueron bajando en forma de huaracan. Alej no veía más allá del amasijo de pájaros. Hasta que estos se fueron y solo quedó una paloma sobre su hombro. El símbolo de oscuridad aún seguía allí arriba. La paloma batió sus alas y voló hacia él. Al instante se convirtió en oscuridad. Un ave en vuelo sobre el vidente. 

—¡Bajen las armas! —anunció Quirón. Se acercó hacia los muchachos.

Alej bajó su cabeza con vergüenza.

—Lo siento señor, yo no quería... nosotros no queríamos...

—No tienes nada de que disculparte muchacho.

Quirón se inclinó en una de sus patas delanteras.

—¡Salve, hijo de Hades y Afrodita!

Los soldados bajaron las armas y se pusieron sobre una rodilla. Solo unos pocos rezagados no se arrodillaban. Pero el resto repetía el salve de Quirón. 

—¡Salve, hijo de Hades y Afrodita!

El héroe del HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora