Prólogo.

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El sonido ensordecedor del llanto se escuchaba desde el otro lado de la línea mi hermana del alma, mejor amiga y compañera de vida pero no de fiestas, se encontraba limpiando el pañal de mi último sobrino mientras hablaba conmigo por teléfono.

Ella ya tenía su familia, con un esposo de infarto y hijos preciosos, lo peor no tenía ni una arruga en la cara, bueno quizás dos, pero eso era poco para tener tres retoños o ¿mejor decir terremotos?

Yo a cambio seguía sin nada que me amarrara más que mi residencia. Era exhausta pero no me retenía a no irme a dar uno que otro o cinco tragos. Él único que podría atarme no lo haría, mejor así. Prefería no enredar más mis sentimientos.

—Margo... ¡Margo! —me saco de mi ensoñación.

Ella podía ser gritona igual que sus hijos cuando se lo proponía.

—¿Sí?

—¿Donde rayos estabas?

—En ningún lado.

—Ya se en qué piensas, podría funcionar.

—No, no lo hará, es hombre comprometido, osea si es que un noviazgo puede comprometerte.

No creía mucho en esas etiquetas la verdad.

—Okey, pero digamos que hoy terminan ¿No te lanzarías por él?

—Quizas...

—Ahi está. Por eso digo que a esta altura sigues flechada por él.

—Gracias por recordarme que estoy atrapada en la infelicidad de un amor no correspondido.

—De nada.

—Eres mala.

—Lo se —me la imagine guiñándome un ojo, aunque supiera que no la vería —Bueno ahora debes enfrentar que será tu profesor.

—Lamentable el caso, pero sí.

—A nosotros nos funcionó muy bien. Tres hijos lo confirman.

Su esposo había sido su profesor en la universidad y si que les había salido bien el partido. Comprobación: mis tres hermosos sobrinos.

—Lo sé, pero yo no suelo robar hombres ajenos.

—¿Osea que lo has hecho?

—Quizas... Pero me he dado cuenta después —digo con orgullo.

—Eres caso perdido.

—Lo sé —me río.

—Pásame los pañales dos, a tu hermano le ha crecido la pompa.

Reí de nuevo.

—Bueno, la dejo ¡Super mamá! —mencione con un deje de ironía.

—Me debes un café.

—Anotado.

—Y regalame un corrector de ojeras —me pidió.

—Regalame uno tu a mí, no sé porque escogí medicina —lamente.

—Te quiero.

—Te quiero, bye —tire un beso a la línea y ambas colgamos.

Seguía viviendo en el apartamento que habíamos compartido juntas al hacer la carrera. Me servía para estar sin tapujos, podía andar en ropa interior por la casa y nadie se quejaría. Traer a cualquier hombre y mejor beberme la taza completa del café, pero no mal interpreten amo, amo a Kirah.

Justo me servía la segunda taza de café cuando Larissa mi compañera de residencia me llamo.

—Oye, ¿para cuando llegas?

—Tarde, eso es lo que sé.

—Hay ¿Enserio? Solo es residencia, no puede ser tan malo que tú profesor vaya a ser tu amor de la infancia o que sea el mejor amigo de tu hermano. Dudo que sea taaan controlador. —Larissa siempre imprudente.

El punto es que:

1. No sabía si era amor de la infancia.

2. Si era controlador.

Él y mi hermano nunca habían entendido que yo tenía un buen par de años, mucho menos que ellos pero un buen par.

Y llegaría tarde porque:

1. Sabía que me dejaría entrar.

2. No quería verle la cara, luego de él incidente.

Pero así de cruel era la vida, yo tendría que enfrentarla.







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¿Que les pareció este principio? ¿Les gustó? Espero que sí.

¿Que les parece nuestra protagonista?

¿Ansiosas por conocer a nuestro hombre?

¿Listas para la aventura? Jajaja eso sonó algo infantil.

Bueno espero que estén preparadas.

Muchas gracias por leer. Besos de fuego. 🔥💋

Amor a primera emergencia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora