Capitulo 4

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Una tarde, a finales de año, Larry tuvo la idea de agrandar su casa. Fue para él como un resplandor de lucidez, resplandor que le sobrevino cuando vio a su hija tejiendo con las gemelas y vio a su hijo en la puerta con su mejor amigo. Ronnie ya era una hembra hecha y derecha y su Richie estaba a un año de ser un adulto. El tiempo había pasado tan rápido y de una forma tan extemporánea, que le pareció que hubiese sido la noche anterior cuando arropaba a sus hijos en la cama, cuando ellos llegaban después de una pesadilla a su cuarto y le decían que tenían miedo, entonces Montimer los cargaba y los hacia dormir en medio de los dos, ambos pequeñuelos abrazados; cuando les hacía peluches y estos jugaban hasta desgastarlos e invariablemente rotos, llegaban en un mar de lágrimas pidiendo atención médica para el juguetito. Los recuerdos eran tan claros y próximos que Larry se conturbó.

—¡Válgame! ¡Mis hijos ya crecidos y uno aquí sin tener espacio para ellos!

Le comunicó la idea a Montimer y este, gustoso, aceptó. En ese momento tenían suficiente dinero para costear todo lo necesario para agrandar su casa, pues el negocio de muebles por encargo y sastrería iban demasiado bien, tanto que incluso Montimer ayudaba en el taller de carpintería mientras Larry pasaba horas y horas tejiendo, cosiendo o haciendo nuevas prendas para quienes tuvieran el dinero para pagarlas.

Se dispuso una fecha y tardaron tres semanas y media en terminar todo ya que las tormentas y la aguanieve, de vez en cuando, atrasaban la labor. Fue fácil para ellos conseguir los materiales ya que en soledad se había hecho un pueblo muy transitado y próspero, con cada vez nuevos habitantes que llegaban con la idea de tener un nuevo comienzo, lejos de la intemperie del bosque.

En la casa de la familia fueron hechas nuevas tres recamaras de las cuales una era destinada para Samuel, pero que nunca se usó ya que este prefirió siempre dormir en la misma habitación que Richie. Se agrandó el taller de carpintería y se hizo un taller de costura —pues antes tenían la costumbre de hacer esa labor en el corredor—, se amplió la cocina y el baño que tenía la posibilidad del agua caliente gracias a un intrincado mecanismo para calentar el agua y finalmente se hizo una sala para las visitas que era iluminada perfectamente por la luz del sol de día y que repelía el frío por la noche.

Fue poco después de eso cuando Samuel le informó a Richie que su cumpleaños se acercaba y que su padre tenía preparado para él un regalo que, sin duda alguna, le cambiaría la vida.

El invierno era tenue y claro en ese momento. Richie le regaló a Samuel un escritorio y una silla que él mismo hizo con la idea de que fuera un aliciente para que él siguiera haciendo sus estudios. Este lo agradeció. En la tarde la familia de Samuel fue invitada a cenar en la casa reformada. Todo fue conforme lo planeado y habiendo culminado todo, la familia invitada agradeció el gesto estrechando las manos de Larry y Montimer.

Esa noche, Roger, como se llamaba el papá de Samuel, llevó a su hijo al extremo norte del pueblo. Él nunca había ido a ese lugar y a los ojos de los pobladores de Soledad siempre pasaba inadvertido durante el día ya que los establecimientos y las casas que conformaban ese sector estaban cerradas y todo estaba inundado de un silencio sobrenatural y prodigioso, casi divino. Era en la noche que todo cobraba vida, entonces las ventanas se abrían de par en par como si apenas estuviera rayando el sol en el horizonte, los locales destrancaban sus puertas invitando a todo aquel que pasara a que enteran prometiendo uno y mil placeres de todos los tipos y tamaños, sin distinción de nada. Mujeres investidas de ropas baratas, anacrónicas y despampanantes se quedaban de pie, esperando y llamando a los más jóvenes, a los más viejos, a los atolondrados, a los tímidos, a los rechazados y a todo aquel que se acercara lo suficiente como para escuchar sus voces en falsete.

Samuel quedó iluminado por una especie de estupor cuando vio todo aquello y quedó aún más perplejo cuando su padre lo llevó a la tienda de Miguel, un lugar donde los animales llegaban a divertirse bebiendo jugos de fruta fermentada, jugando cartas o simplemente conversando con cualquier extraño y forastero que llegara. Fue el propio Miguel quien atendió a Roger.

Invierno en SoledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora