Capítulo 3

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Fue en el mismo día de su llegada que Lucas propuso a toda la familia lecciones de escritura y lectura humana. Era necesario para él, según sus propios criterios, que lo aprendieran. Facilitaría mucho las cosas, de eso estaba seguro, además algunos animales ya se habían puesto a la obra fuera del pueblo y habían aprendido por su cuenta el lenguaje, era solo cuestión de tiempo para que se generalizara y Lucas no iba a permitir que su familia fuera analfabeta.

Todos se dejaron vencer por el entusiasmo del murciélago. Organizaron el tiempo y propusieron lecciones de dos horas todos los días, por la noche. Lucas estaba encantado por la decisión y ese mismo día se preparó para la lección que impartiría al día siguiente.

El estudio era arduo y difícil. En varias ocasiones estuvieron a punto de darse por vencidos, pero, como era la costumbre, Lucas los convencía de que no se dejaran malograr por las vocales y las consonantes. Pasó cerca de un año para que ellos aprendieran las diferentes letras y dos años para que escribieran y leyeran con cierta fluidez.

Fue después de eso que Ronnie descubrió su verdadera vocación. Como era de esperar, las lecciones robaban la atención de algunos vecinos y fue ella quien les explicó la fantástica utilidad de las letras. Ayudándose con sus cuadernos y las anotaciones que Lucas le prestó, empezó a mostrarles algunos la diferencia entre esta letra y esta otra, entre la zeta y la ese, entre una palabra y la otra, entre sinónimos y antónimos y así, poco a poco, fueron llegando nuevos estudiantes, pequeños y grandes, a la casa que se convirtió en una escuela improvisada. Pasó un año antes de que el pueblo tuviera la resolución construir un edificio exclusivo para ese propósito. Un lugar caliente que salvaguardara a todos lo que llegaran del frío y que fueran ancho y espacioso para que todo el que quisiera llegar a aprender no se sintiera ofuscado por el espacio. Lucas, ante todo lo que estaba ocurriendo, solamente observaba y cuando se hubo culminado la labor de edificación, junto con la enseñanza a su familia que era lo primordial para él, dijo que eso que estaban haciendo, según lo que había aprendido, se llamaba «escuela». Todos lo aceptaron así.

Lucas, lo primero que se hizo debido al constante crecimiento del grupo de estudio, fue dividirlo en dos, uno que llegara por la mañana y otro por la tarde, también se instruyó a tres de los más aplicados e inteligentes para que aprendieran la extenuante labor de enseñar, cosa que a Ronnie le pareció raro ya que pensaba que lo que hacia ella era de lo más sencillo, ignorando por completo el don poseía. Fue allí cuando ella conoció a Trot, uno de los nuevos profesores en adiestramiento. Era un ratón menudo, de pelaje oscuro y pardo que tenía una extraña mancha blanca en el pecho, otra en la oreja derecha y una última en la nariz, haciendo que esté fuera de un color rosado brillante, era un año mayor que ella. Sin premeditarlo o siquiera saberlo, los dos se enrolaron en sus propias vidas de una manera tan natural que cualquiera diría que eran pareja o al menos que tenían la intención de serlo. Trot llegaba casi todas las tardes a casa de Ron para aprender a enseñar, junto con los otros escogidos, pero él era el único que se quedaba hasta ya entrada la noche conversando acerca del frío, del camino, de las flores enormes que crecían cerca de los árboles, de la nieve que se derretía en determinado punto del año sin llegar a matar al blanco penetrante que ponderaba en todo el bosque. Poco a poco se fue ganando la confianza de los habitantes de la casa y, sin que nadie se lo propusiera, se volvió parte de la familia. Solo Richie estaba en desacuerdo, aunque fuere menos que un desacuerdo, era algo parecido a un sentimiento pastoso, untable que se le atravesaba en todo el cuerpo y que le impedía moverse cada vez que miraba a Trot, y empeoraba si este estaba acompañado por Ronnie.

Eran celos.

No se dio cuenta de lo que realmente le causaba Trot hasta que una mañana carcomida por el frío y el viento, Richie vio cómo Trot, con una mano, tocaba los dedos de Ronnie con parsimonia, y con la otra, su rostro. Una ira enceguecedora lo invadió y colmó hasta sus huesos. Se abalanzó hacia él y de un zarpazo le quitó las manos que osaban tocar a su hermana y dijo, sin soltarlo y con deje airado sin mostrar sus colmillos:

Invierno en SoledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora