W̶o̶o̶ ̶D̶o̶h̶w̶a̶n̶ | 'Everybody's falling in love and I'm falling behind'
¿Aunque ya se haya rendido ante el amor, será posible enamorarse una vez más?
Hana se encuentra atrapada en una incómoda relación con una persona desconocida, Dohwan, quien...
—Hana, escúchame. No entres en pánico, ¿está bien? Dohwan regresará, no te preocupes, solo quédate donde estás.
El pelirrojo intentaba calmarla. Había encontrado su número de teléfono por ahí y supuso que él podría ser el único que la ayudara en una situación como esta. Si llamaba a la policía, ¿qué les diría? "Un rayo de luz cayó sobre mi amigo y desapareció". Seguramente la considerarían mentalmente enferma y la llevarían a un psiquiátrico.
—Entonces... ¿tú también eres como Dohwan? —quería conocer todos los detalles; tal vez así, de alguna forma, podría ayudar al pelinegro.
—Así es, aunque yo no trabajo en el campo, estoy vinculado a nuestro sistema mundial de cámaras, El Ojo. Dohwan ha estado vigilándote por un tiempo, ¿lo sabías?
—No. —preferiría no saberlo.
—Ah, se me escapó. Olvida que te dije eso. Si Dohwan se entera, me mataría —dijo, recordando las capacidades del pelinegro— Me gustaría responder más preguntas, Hana, pero ahora estoy un poco ocupado. ¿Crees que podrías esperar un tiempo?
—Sí, está bien... —escuchó cómo Jun colgaba.
Tenía muchas preguntas y pocas respuestas, así como pocas personas a las que preguntar. Tenía miedo de lo que le pudiera pasar a Dohwan; quería saber si estaba bien y si algo de todo esto era su culpa.
—Bien, entonces comenzaré con cosas simples —dijo la figura alta y gruesa.
—Haz lo que quieras, encontraré la forma de estar con Hana, ya sabes cómo soy yo —se levantó de la silla— Con su permiso, tengo trabajo que hacer.
El pelinegro salió de la habitación. Al abrir la puerta, un destello de luz lo encegueció por un momento. Era la luz del paraíso, como suelen decir los humanos, pero para él era solo el infierno. Un lugar donde reinaba la monarquía, donde todos creían estar haciendo el bien, pero estaban bajo el abuso de poder de un idiota más. ¿Sería así hasta que derrocaran al actual gobernante?
—¿Qué hiciste ahora? —preguntó el pelirrojo, esperando afuera de la puerta— ¿Cómo terminaste en el cuarto del castigo?
—Ay, Jun, mírame, estoy entero. No me pasó nada —se jactaba de ser el único que salió ileso de ese cuarto.
—No importa. Deberías bajar rápido, Hana está preocupada. No me haré responsable si llega a morir.
—¿Y por qué moriría? ¿De preocupación? No seas tan ingenuo —se burló el contrario.
—¡Ey! ¡He visto muertes de humanos por cosas así!
En efecto, el pelinegro terminó asustado y, tan pronto como Jun terminó sus palabras, salió corriendo en busca de la chica de cabello color miel. No quería que muriera, ya sea de preocupación, susto o sorpresa. Aunque ahora que lo pensaba, debía apresurarse más de lo que pensó. Al recibir la amenaza del monarca del amor, se veía en peligro. Podía hacer cualquier cosa para afectarlo, incluso matar a alguien.
—¡Hana! ¡Hana! —gritaba su nombre por toda la casa, abriendo las puertas a su paso— ¡Hana! ¿¡Dónde estás!?
Era extraño. No parecía haber ni un solo rastro de ella en la casa. ¿Había llegado demasiado tarde? Después de haber confesado su amor, no había durado nada. Ni unos minutos pudo disfrutar con ella...
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