Patada

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—¡Eres un maldito imbecil! ¿Cómo se te ocurre hacer eso? Mira cómo estás, ¡pareces un chicle mal mascado!
— Regañó mi amada, recordándome la paliza que me dió Peter minutos antes.

Se supone de que debía quedarme con ella hasta que Peter llegará, pero me ganó la emoción y la dejé sola en Italia a media noche.

Creí que ella estaría bien pero resultó que casi abusan de ella, obviamente eso despertó la furia de Peter Pan.

Me sentía débil, naturalmente pues tenía multipliques moretones en todo mi cuerpo. Tenía un par de cortaduras por aquí y por allá, me sangraba la nariz y no veía bien de un ojo.

Me dolía la cabeza y podía jurar que tenía al menos una costilla rota.

Quería llorar del dolor, me dolía todo mi cuerpo y respiraba con dificultad.

Pero no lo haría, no lloraría, no frente a ella.

Contuve mis lágrimas en intenté respirar, me pesaba el pecho.

Tenía la mirada vacía, me sentía vacío, cómo si vivir ya no tuviera sentido, quería vomitar.

Era cómo tener una estaca en el corazón, ese corazón tan lastimado y amargado con el tiempo. O más bien por las personas que conocí con el tiempo...

Ya no sabía qué hacer, tenía la mirada perdida mientras pensaba en todo lo que me quedaba por hacer.

Le había dedicado mi vida entera, mi lealtad y devoción. Lo había incluido en todos mis proyectos privados y a él nunca le importó. Tantas personas se interesaron en mí y les importó lo que sentía y vivía, a él sólo le importaba si era a su conveniencia.

No era mi culpa, siempre fuí dependiente de los que me rodeaban y necesitaba atención constante para no sentirme vacío. No pude evitar dejar salir un chillido, que, en realidad, era un sollozo.

No quería llorar, pero no lo pude evitar.

Sabía que era decepcionante.

Soy un niño, todo el mundo me lo decía.

Soy el niño de mamá.

O al menos lo era.

De mis ojos salieron un par de lágrimas que no pude controlar.

Sentí sus brazos rodearme para consolarme. Acercó mi cabeza a su pecho para acunarla y cuidarme tal cómo un niño pequeño.

Lo necesitaba y ella lo sabía, sabía que era la única razón de porque me quería; porque dependo de ella.

Todos a mi alrededor me soportan porque les traigo algún beneficio o porque saben que me pueden usar cómo su perro faldero.

Me acomodé en su pecho, para hundirme en él y disfrutar de su calidez.

La amaba tan profundamente que me abrumaba.

Lloré en su pecho, en silencio para evitar humillarme más a mi mismo. Cómo si así ella no lo fuera a notar.

No tenía a nadie en quién confiar, ni siquiera en Andi.

Era mi culpa por ser tan crédulo, era un bebé en toda la extensión de la palabra.

Era mi culpa, todo lo era. Todas las personas que perdí, todas esas veces que decepcioné a las personas que tal vez si me amaban, todos los errores que cometí.

Soy una persona despreciable, no soy más que un adolescente caprichoso.

Me doy asco.

Odio que las personas piensen que todo está bien, siempre me dicen lo bien que me veo pero nunca nadie me dice lo mucho que realmente me quiere y lo bien que hago las cosas.

Mi niña (Peter Pan y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora