Daddy

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—Él ha estado esperando por ti en el Coliseo, pero no te preocupes, llegaremos rápidamente
con magia... —Murmuró con su usual aire siniestro y frío, tranquilo pero perturbante.

Félix hizo un movimiento con su cabeza, indicándome que lo siguiera. Caminé detrás de él hasta una fuente, finalmente hablé.

—Estamos en Italia, ¿no es así? Mencionaste el Coliseo y hace poco Andi mencionó algo de... Naples, ¿Nápoles? —Susurré suavemente, caminando junto a Félix con cautela.

—Veo que sabes de geografía... —Respondió irónicamente, con una pequeña sonrisa burlona en sus labios.

—Eh... Si, un poco... Lo general, pero... ¿Por qué todo se ve diferente? ¿Qué son esas cosas de allá? Y, ¿por qué las personas están vestidas así?—Cuestioné genuinamente curiosa—. Todo se ve muy diferente... —Comenté en voz baja.

Todo se veía diferente, había cosas parecidas a carruajes pero sin caballos. Las personas usaban ropa muy diferente a la que estaba acostumbrada a ver o yo misma utilizar, aún así, debo admitir que su ropa era hermosa y elegante. Me encantaba...

—Te has perdido de un par de cosas a causa de tu estadía en Nunca Jamás. —Murmuró vagamente.—Son autos y las personas se visten así por qué esa es la moda y porque les gusta...

Asentí y simplemente me quedé callada, dedicándome a observar todo a mi alrededor con cautela.

Todo era bizarro y confuso, me hacía sentir pequeña y desorientada.

Félix sumergió su mano en la fuente y sacó una moneda, la lanzó al aire y en pleno vuelo, la moneda desapareció. Sólo dejo un pequeño brillo.

—Wow... ¿Cómo hiciste eso en el Mundo sin Magia? —Pregunté confundida, Félix no poseía magia y aunque la tuviera, no podría usarla en el Mundo sin Magia.

—Un pequeño truco... —Se encogió de hombros y un humo azul obscuro nos rodeó.

Aparecimos justo enfrente del Coliseo Romano, sin dudas un lugar hermoso...

No entendía cómo era posible que Félix usara magia en el Mundo sin Magia.

—¿Cómo es posible..? —Balbuceé sorprendida—.

Miré a mi alrededor para intentar encontrarme con alguna anomalía pero todo estaba aparentemente normal, ignorando que todo se veía diferente a en 1880.

Me detuve a apreciar el Coliseo Romano, boquiabierta. Era imponente y majestuoso, amaba todo el tema del Imperio Romano aún si era un tabú en el orfanato pues las monjas lo satanizaban diciendo que ellos habían contribuido a la muerte del señor Jesús.

Tragué saliva con fuerza y devolví mi mirada a Félix, esperando instrucciones por su parte.

—Nada importa, solo quédate aquí y espera a Pan. —Ordenó con
seriedad—.

—Espera, ¿me vas a dejar aquí
sóla? —Pregunté con preocupación y cierta sorpresa e incredulidad. Apesar de qué mi tono era suave y tranquilo, estaba verdaderamente asustada; no quería estar sola en un lugar desconocido para mí—.

—Estarás bien, Pan te estará cuidando...

—¿Qué? Pero él ni siquiera está aquí... Espera, Félix, ¡por favor! —Intenté tomar a Félix del brazo antes de que se fuera, sin embargo no pude detenerlo.

Me quedé allí, sola en la noche en un lugar que desconocía con cosas que tampoco entendía o reconocía.

Una sensación de preocupación me invadió y sentí ganas de vomitar, quería llorar. ¿Acaso me habían abandonado aquí? Nunca había estado sola en un lugar que no conocía, para mí desgracia era de noche lo cual lo hacía terrorífico a mi parecer. Siempre le había temido a la obscuridad.

Mi niña (Peter Pan y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora