El Intruso del Ataúd

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Haz visto este escenario más veces de las que te gustaría y lo odias. ¿Cuánto tiempo ha pasado? No entiendes qué hiciste para merecerlo pero en todo ese lapso asquerosamente lento aprendiste aceptarlo, o quizás resignarte. Ya has llorado suficiente, ya has maldecido bastante. Estás destinado a quedarte en ese departamento en compañía de tus hermanos mayores (adoptivos) hasta que llegue el momento de tu muerte. Quisieras quejarte a gritos pero incluso esa pérdida de energía te marearía y odias sentirte así, por eso optas por calmarte; resguardarte en esa muralla de autocompasión en absoluto silencio.

Escuchas los pasos de Ashley desplazándose por el lugar, ignorando el hecho de que estás tirado sobre el sillón como muerto fresco, ella pasa de largo, más interesada en su actividad de rebuscar entre el mobiliario. Esto ya lo ha hecho antes y rápidamente asumes que busca comida, pero no rompes sus ilusiones y la dejas hasta que escuchas su cantarina voz indiscutiblemente más alegre mientras se acerca a tu posición, no quieres levantarte, así que sólo mueves la cabeza en su dirección para mirarla.

—Archie, mira lo que encontré —te dijo con un susurro, el cual te intrigó, pues no tenía sentido que te mostrara la lata de tomates como si fuera un secreto. Pero entonces se te ocurrió el motivo y ella no tardó en confirmártelo con gesto juguetón—. Vayamos a contárselo a Andrew.

— ¿Tomates? ¿En serio?

—No finjas que no quieres.

—Si quiero pero, ¿de dónde lo sacaste?

—No necesitas saber eso —te dijo extendiéndote la mano con un cariño que habías aprendido apreciar, pues a pesar de que pelearon seguido en el pasado, el contacto con tus hermanos se ha vuelto tu más precioso tesoro desde que eres incapaz de tener contacto con el exterior, donde se encuentran todos tus amigos. Eres un puberto sin futuro condenado a este encierro infernal.

Ashley te llevó a la habitación que compartías con ellos, plantándole frente a un recién despierto Andrew, quien miró a Ashley hacer el tonto con la lata de tomates en las manos. Su gesto denotaba clara desaprobación, cosa que no te gustaba mucho ya que sólo podría significar malas noticias. Y ya tenías suficiente de malas noticias.

—No nos vamos a comer eso —su declaración derrumbó todas tus esperanzas pero Ashley no se rindió y continuó rebatiéndole. Tu hermano parecía querer conservar lo más posible esta reserva pero tu hermana no pretendía quedarse con las ganas de comer, usándote incluso a ti de arma en sus réplicas. En algún punto del tenso intercambio Andrew te había mirado, por lo que su mueca se suavizó, entonces Ashley logró convencerlo—. Bien —suspiró de tal manera que lo sentiste dentro de tu pecho—, vamos a comerlo, que se jodan nuestros yo del futuro.

Sonreíste divertido, era irónico que su humor permaneciera intacto considerando las circunstancias. Ashley celebró su triunfo y te tomó de la mano alegremente para arrastrarte a la cocina donde prepararían el delicioso manjar de tomates enlatados de la basura. Es verdad, ese detalle te había sorprendido pero no reaccionaste como pudiste haberlo hecho de encontrarte en óptimas condiciones. La cuarentena te estaba haciendo mucho mal. No te importaban los medios, ni las procedencias del alimento, sólo querías comer. Cuando llamaron a la puerta y la voz del guardia atravesó el muro, sentiste a tu sangre quemar ya que era el blanco al que dirigías todo el odio que podías reunir últimamente. Lo escuchaste burlarse de ustedes, de las palabras que tu hermana le espetó con furia, antes de que los abandonara de nuevo. Ashley debió notar tus ansias de llorar desesperado cuando se volvió, así que no dudó tomarte entre sus brazos en su intento por consolarte. Aceptaste el abrazo.

—Ven, vamos a preparar nuestra cena gourmet —bromeó y lo agradeciste en silencio. Te divirtió con charlas absurdas y tú te reíste con ella antes de que se llegara el momento de llamar a Andrew a la mesa con ustedes—. ¿Y? ¿Qué tal está? —preguntó ella después de verlos a Andrew y a ti dar el primer bocado a los tomates dispuestos en sus respectivos platos—. ¿Rico?

Las Aventuras de Andy y LeyleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora