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El parpadeo de las luces fluorescentes tintineaba en la fría sala de hospital, mientras Haerin luchaba por abrir los ojos. La blancura de las paredes y la esterilidad del entorno parecían anunciar el inminente adiós. El susurro suave de las máquinas médicas y el tic-tac del reloj resonaban como un recordatorio constante de la finitud de la vida.

Danielle, en un sueño ligero, mantenía una vigilia silenciosa a su lado, aferrando la mano pálida de Haerin como si pudiera darle fuerza para desafiar al destino. Cuando los ojos de Haerin finalmente se encontraron con la figura amorosamente preocupada de Danielle, un destello de vida brilló en su mirada, aunque apagada por la inevitable despedida.

Los labios de Danielle temblaban, y sus ojos se llenaron de lágrimas al ver a Haerin despertar. La emoción que había reprimido durante tanto tiempo explotó en un torrente incontenible de palabras. "Te amo", murmuró Danielle entre sollozos, como si cada sílaba fuera una ofrenda de amor que solo podía entregar en este momento, cuando el tiempo se desvanecía.

Haerin, sintiendo la gravedad de la situación, respondió con una débil sonrisa, reconociendo en ese instante la verdad que ambos habían evitado enfrentar. Las lágrimas de Danielle caían como gotas cristalinas, trazando senderos de emoción en sus mejillas mientras se inclinaba hacia Haerin para abrazarla con fuerza, como si pudiera protegerla del destino inevitable que se cernía sobre ellas.

El abrazo era un nexo frágil entre la realidad y el deseo, una efímera conexión que intentaba retener la esencia del amor compartido. El pulso débil de Haerin parecía sincronizarse con el latido apresurado del corazón de Danielle, como si en ese momento pudieran compartir una existencia, aunque fuera solo por un breve instante.

En un intento de escapar del dolor y sentirse plenamente viva, Danielle se inclinó para sellar su amor con un beso apasionado. Fue un intercambio de almas, una explosión de emociones atrapadas en el tiempo. Los labios de ambas se encontraron con un fervor que expresaba todo lo que no pudieron decir con palabras.

Haerin, sintiendo que el tiempo se agotaba, rompió el beso con un suspiro entrecortado. "Te amo y siempre lo haré", pronunció con una voz que resonaba con la fuerza de un juramento eterno. Sus ojos, llenos de gratitud y pesar, buscaron los de Danielle mientras las palabras se desvanecían en el aire.

La sala de hospital quedó sumida en un silencio roto solo por el susurro de las máquinas y el sollozo apagado de Danielle. Con cada aliento más tenue, Haerin cerró los ojos lentamente, llevándose consigo el eco de un amor que nunca tuvo la oportunidad de florecer plenamente. En ese momento, la despedida se volvió más que un adiós; se convirtió en un poema trágico, un lamento silencioso que resonaría en el corazón de Danielle por siempre.

𝙁𝙖𝙧𝙚𝙬𝙚𝙡𝙡 𝙈𝙚𝙡𝙤𝙙𝙞𝙚𝙨 || Candyz/DaerinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora