Capítulo 5: Detalles inesperados

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Me senté en el coche. Estaba muy inquieta. Esta mañana no me había tomado ni el café. No me hacía falta, y eso que no había dormido en todo el fin de semana. Mis padres no habían parado de llamarme y ya había perdido la cuenta de los mensajes que tenía sin leer. Suficiente energía tendría que gastar en mi encuentro con Luz como para volver a discutir con ellos.

Los días hasta hoy habían pasado realmente lentos. Si no hubiera sido porque Fina me obligó a salir, me hubiera quedado en mi apartamento como si de un búnker se tratara. Y es que era precisamente eso. El mundo que tenía a mi alrededor era hostil y me habían sacado bruscamente de mi zona de confort: mi cocina. Ya no me sentía segura en ningún lado.

Fina: 

Mi niña, puedes con esto y con más. Te quiero ❤️

Nada más ver su mensaje se me dibujó una sonrisa en la cara. La noticia de Arturo había arrasado en mi vida como un terremoto, pero al menos permanecía ella, como esas casas que se mantienen impolutas a pesar del desastre que se erige a su alrededor.

Ainhoa: 

Gracias tía. Está todo bien. Te quiero más ❤️

Realmente no estaba bien. Estaba de los nervios. Tuve que salir de mi casa a las 8:00. Arturo me había dicho que tenía que estar en el hotel de los Lasierra a las 9:30 y me quedaba una hora de camino. Parece ser que trabajaríamos allí por lo menos el primer mes. La firma había sido tan rápida que no teníamos ni sitio en el que organizarnos, por lo que la sala de reuniones del hotel parecía la mejor opción. 

Entre pensamiento y pensamiento, me encontré con el cartel de "Bienvenidos a Vera". Aparqué y todavía quedaban veinte minutos para la hora. No quería llegar tarde por nada del mundo, así que me fui directamente al hotel. Cuando llegué, me quedé maravillada. Era precioso y más grande de lo que me esperaba.

Nunca había estado entre esas cuatro paredes. Siempre había sido territorio enemigo y mis padres me lo tenían más que prohibido. La decoración era preciosa. Había varias personas en el hall sentadas en esos sillones que parecían ser muy cómodos. Pero sobre todo me sorprendió una gran escalera de madera que presidía la estancia. 

Como si de una trampa del destino se tratase, me topé con Silvia Lasierra.

- Hola, Ainhoa -me dio dos besos.

Me sorprendió esa amabilidad. Tenía constancia de que mi padre y ella se habían peleado en más de una ocasión, así que lo que menos me esperaba es que me saludara de esa forma.

- Algo perdida, la verdad -le dije tocándome el pelo en señal de nervios.

- No te preocupes. Vente conmigo que te enseño donde vais a trabajar -me guio con simpatía. 

Tras recorrer varios pasillos, finalmente entramos en la sala de reuniones. Una gran mesa rectangular presidía la sala, unas ochos sillas la rodeaban y un gran ventanal hacía que desde esa instancia hubiera unas vistas increíbles. 

- Muchísimas gracias -le expresé con sinceridad. 

La verdad es que me parecía una pasada poder trabajar ahí. También tenía una cocina, máquina de café y también una de agua. Estaba equipada con todo.

- Muchas de nada. Aquí tenéis todo. Si necesitas cualquier cosa, llama a recepción y te la traen -me dijo con una sonrisa. 

En ese momento, se marchó. Parecía que la mujer déspota, egocéntrica y malcriada que me pintaban mis padres, era muy diferente a esa persona con la que había estado hablando hace un minuto. 

Querida enemigaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora