Capítulo 12: Día de atracciones

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Nada más despertarme, abrí el móvil para escribirle un mensaje, pero ella ya se me había adelantado.

Luz:

Buenos días, preciosa ❤️

Bastaba que ella me deseara un buen día para que lo fuera. Mientras que para otras personas ese gesto parecía ser un elemento más de la rutina, para mi era una fuente de ilusión constante. De hecho, guardaba muchos de sus mensajes, como si con eso pudiera congelar el momento e impedir que el tiempo cambiara la sensación que tenía al leerlos.

Ainhoa:

Buenos días, cariño ❤️

Hoy sentía una mezcla de nervios y ganas. Pensar que era la primera vez que Luz y yo íbamos a tener una cita formal, me seguía pareciendo algo irreal. Quería que hoy todo saliera perfecto, que nada pudiera empañar el momento, y sobre todo quería verla feliz, porque así yo también lo era.

Llamé al jefe de cocina de uno de los restaurantes que tenía el Grupo Arminza en la glorieta de Quevedo, cerca de donde se encontraba el cine. A pesar de tenerlo todo reservado para hoy, accedió a regañadientes a ponerme en la mejor mesa del local. De algo bueno me tenía que servir mi apellido.

Llamé a Luz, pero no me cogió el teléfono. Mientras esperaba su contestación, me puse a desayunar y comencé a mirar mi galería. Yo nunca había sido chica de querer hacerme fotos, pero desde que ella llegó a mi vida tenía galería llena de nuestras chorradas. Nosotras ayer entre cajas, nosotras haciendo el tonto, nosotras lavándonos los dientes... Nunca me había visto tan feliz y ella era la culpable.

Pasaron los minutos y Luz seguía sin dar señales de vida. La volví a llamar varias veces pero tampoco hubo suerte. ¿Se habría echado para atrás? Mira que en todo era una persona muy serena y racional, pero cuando se trataba de ella era todo lo contrario, mil escenarios se formaban en mi cabeza en cuestión de segundos.

Intenté dejar de lado mis rayadas y empecé a vestirme por si en cualquier momento llamaba a la puerta. Cuando me estaba terminando de poner la camisa, escuché el sonido del timbre. Abrí la puerta, pero nunca me imaginé quien había tras ella. Efectivamente era Luz, pero llevaba de la mano a una niña preciosa de pelo rizado y ojos marrones. La reconocí enseguida. Era Emma.

- ¡Holaaaa! -gritaron las dos al unísono.

No supe cómo reaccionar. En cuanto me di cuenta, ya tenía a Emma pegada a mis piernas y Luz no paraba de reírse. Me agaché, poniéndome a la misma altura que la pequeña. Se parecía un montón a su madre, aunque los ojos eran completamente de Julio.

- ¿Qué tal, preciosa? -le pregunté con una sonrisa.

- Bien. Soy Emma -me tendió su diminuta mano.

- Yo, Ainhoa. Encantada -y le devolví el gesto.

Pero eso no fue todo, se tiró encima mía y me rodeó con sus minúsculos brazos. La mirada de Luz y la mía se cruzaron y pude ver cómo sus ojos tenían un brillo especial.

- Emma, puedes ir al salón a jugar mientras yo hablo con Ainhoa -interrumpió Luz el momento.

- Sí, Lu -espetó Emma.

Observé cómo la pequeña se marchaba con su peto vaquero y sus zapatillas microscópicas. En cuanto vi que estaba lo suficientemente lejos, me giré inmediatamente hacia la culpable de mis nervios, pero antes de que pudiera decir nada ya tenía sus labios posados sobre los míos.

- Buenos días, guapísima -me dijo con una sonrisa de oreja a oreja.

- Buenos días, cariño -le contesté por pura inercia.

Querida enemigaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora