Capítulo 20: El premio

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Aquí estaba. Rodeada de muchísima gente y sintiéndome sola. La necesitaba a ella, aunque solo fuera para compartir nuestro silencio y mirarnos fijamente, expresando todo lo que nuestras palabras no podían decir delante de los demás. 

Llevaba toda la tarde encerrada en la habitación de un hotel próximo al lugar del evento. A pesar de mi negativa, mi familia no había escatimado en gastos para el día de hoy. Habían contratado a los mejores del sector: estilista, maquilladora, peluquero... No había parado ni un segundo. Menos mal que mi hermano llamó a la puerta y por fin nos dejaron solos.

- ¡Hola, hermanita! -me saludó con júbilo. 

Me quedé impactada al verle. Pocas veces se había puesto un traje de chaqueta y estaba espectacular.

- ¡Pero qué guapo! 

- ¡Qué pena no poder decir lo mismo! -se mofó. 

- Mira que eres tonto -hice un amago de pegarle. 

Me miré al espejo, y a pesar de las horas, estaba muy contenta con el resultado. Llevaba un vestido azul con escote en forma de corazón y una larga cola llena de detalles de pedrería. El look lo completé con un bolso de noche de terciopelo azul oscuro. 

- Pues el tonto te trae una cosa que te va a gustar -me comentó en tono pícaro. 

Esperaba que fuera alguna de sus bromas, pero en ese momento sacó una paquete muy pequeño de su chaqueta. 

- ¿Me has comprado un regalo? -le pregunté con perplejidad.

- ¿Yo? Sigue soñando, hermanita. 

Rompí el envoltorio y entonces vi un colgante de plata en forma de luna. Debajo de él había una nota:

Un día me dijiste que de pequeña mirabas a la luna para sentirte acompañada y que últimamente pensabas en mí. Desde ese momento, yo no he parado de hacerlo ni un solo día. Así que te dejo aquí un regalito para que hoy no te sientas sola, sino acompañada por mí .

Te amo.

Cuando pensaba que no me podía enamorar más de ella, me hacía este tipo de detalles y me ganaba aún más. Sentía que cada día rompía los límites de mi corazón.

- ¿Cuándo te lo ha dado? -le pregunté emocionada. 

- Ayer -él me entregó un pañuelo- Límpiate, que se te cae la baba.

No pude ocultar mi sonrisa. Tenía un trabajo que me gustaba, unas amigas maravillosas, una novia increíble y una familia que me quería. Sin embargo, no todo podía permanecer así por mucho tiempo. La vida es una montaña rusa y era consciente de que en algún momento experimentaría alguna bajada.

Minutos después, mis padres entraron al cuarto.

- ¡Madre mía! -mi padre se llevó a la cabeza.

- ¡Wow, estás espectacular! -expresó mi madre.

Ambos me abrazaron. En cuanto me separé de ellos, vi que mi padre ya tenía los ojos vidriosos.

- ¡No llores que todavía no ha empezado la noche! -le advertí.

- Es que estoy tan orgulloso de ti. Disfruta de esta noche que te lo mereces -me expresó con satisfacción y se secó las lágrimas. 

- ¿Ahora andamos en rollo melancólico? Ni que se fuera a la guerra -intervino mi hermano y todos soltamos una carcajada.

Dicen que lo más valioso de la vida no es lo que tenemos, sino a quienes tenemos, y no he escuchado una verdad tan grande. Ellos siempre estuvieron ahí apoyándome, tanto en los momentos buenos como en los malos, así que poder vivir junto a ellos esta noche tan especial era mi verdadero premio. 

Querida enemigaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora