Capítulo dos

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¿Pesadillas?

No sabía de dónde había venido el ruido pero me había desvelado. Morgan, por otro lado, roncaba en su cama como si nada.
Me levanté y me froté los ojos cansada, al cabo de un par de minutos deduje que no me iba a volver a dormir. Me pasaba siempre, por el día me entraba el sueño pero por la noche era incapaz de pegar ojo.
Salí al balcón y deduje que lo mejor que podía hacer para matar el tiempo era subir al tejado a dibujar el paisaje. Agarré una carpeta de plástico en la que tenía hojas, un par de lápices y unos guantes y me enganché al tuvo de la chimenea que sobresalía para trepar, digamos que no era el primer año que subía allí.
Tuve que tener extremo cuidado porque ese año había nevado más que de costumbre, genial, más probabilidades de matarme.
Una vez arriba aparte un poco la nieve y me senté. Cualquiera diría que sería incapaz de dibujar nada pero no sabía muy bien por qué, veía genial en la oscuridad, digamos que era un talento que tenía.
Comencé a dibujar el paisaje y otra vez volví a escuchar algo entre los árboles, era un sonido muy raro, no parecía que lo hubiese hecho un animal, mucho menos una persona.
Me asomé un poco al tejado y entonces vi a un pequeño zorro completamente blanco, él también me miraba a mí hasta que el sonido se repitió, el animal salió corriendo hacia el bosque. Quise acercarme al borde a verlo mejor y entonces la suerte decidió abandonarme.
Resbalé en la nieve y lo siguiente que recordaba era estar boca arriba en el suelo, mirando a la nada. ¿Estaba muerta? Tenía pinta, pero no, solo me dolía un poco el cuerpo.
Poco a poco me incorporé y me aseguré de no tener nada roto, por suerte lo único que me había hecho era una pequeña raja en la pierna por haber rozado con algo al caer. Me puse de pie y estaba a punto de dirigirme a la puerta para entrar de nuevo cuando volví a escuchar ese ruido tan raro. No sé si fue instinto o estupidez, pero decidí seguirlo. Me adentré bastante en el bosque pero no me preocupaba mucho, sabía dónde estaba y por increíble que parezca veía perfectamente.
Escuché un ruido tras de mí y para cuando me giré ya era demasiado tarde, tenía una figura extraña sobre mí clavándome algo en el brazo. ¿Qué cojones?
Vi cómo lanzaba la jeringa vacía y me observaba. De repente todo se volvió oscuro, casi no veía nada, como si hubiese perdido esa habilidad que tenía. A pesar de no ver con claridad, pude divisar que se trataba de una persona, al menos en la forma. Tenía los ojos rojos, estaba despeinado, la boca abierta y las uñas afiladas. ¿Qué mierda era eso?
Vi cómo iba a abalanzarse sobre mí y reaccioné de inmediato. Salí corriendo no sabía muy bien hacia dónde. Más de una vez choqué contra un árbol y caí al suelo, la herida de la pierna se agrandó y comenzó a doler bastante, impidiéndome caminar con normalidad. En cuestión de minutos noté cómo mi cuerpo y mi mente se ralentizaban, no podía pensar con claridad y mis movimientos eran descoordinados.
No vi la colina que tenía delante y caí rodando por ella. Mi pijama estaba empapado y mis pantuflas no es que fueran el calzado adecuado para caminar por la nieve. Me dolía todo por la caída y mi mente estaba cada vez más dispersa, no sabía que hacer y entonces la cosa que me perseguía volvió a plantarse a mi lado. Asustada retrocedí y choqué contra otro árbol, encontré una rama algo gruesa a mi lado y no dudé en agarrarla y golpear con todas mis fuerzas a mi atacante. Este emitió un gemido de dolor y retrocedió unos pasos. Eso me dio algo de ventaja para salir corriendo pero al no ver nada, ir sangrando y afectada por lo que fuera aquello que me había inyectado esa cosa acabé dándome de narices contra algo, más bien alguien. ¿Era quién me perseguía?
La verdad es que no iba a esperar a averiguarlo así que intenté huir pero entonces me agarró del brazo, me tapó la boca y vi cómo se fijaba en el sitio en el que me habían clavado la jeringuilla.
Estaba aterrorizada y cuando vi que literalmente me mordía el brazo entré en pánico. Ya no podía más pero conseguí reunir las fuerzas para atestarle un buen puñetazo en la cara, mala idea, porque el sujeto cargó conmigo como si de una pluma se tratase.

–¡Que me sueltes tío raro!—

Comencé a patalear reuniendo la poca energía que me quedaba pero más que desestabilizarlo parecía que lo ponía de mal humor.

Saint AmaranthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora